La Luz Del Seraphiel

La Dualidad De Gabriel

La luz del amanecer se colaba entre las hojas de los árboles, tiñendo de dorado el campamento en calma. Gabriel, oculto entre las sombras, observaba en silencio la escena frente a él. Daniel y Ana, agotados pero victoriosos, se apoyaban mutuamente, mientras la figura de Azrael se alzaba entre ellos, bañado en una luz que no había visto en mucho tiempo.

Gabriel cerró los ojos, y los recuerdos lo inundaron como una marea implacable. Volvió a aquel día fatídico en los jardines celestiales, cuando la paz se vio rota por un demonio poderoso. Recordó el grito desgarrador de Azrael al perder a Seraphiel, el dolor en sus ojos que lo quebró por dentro. La amistad y el amor que compartían los tres, una triada inseparable, ahora rota por la tragedia y la traición.

Cuando Azrael comenzó su descenso hacia la oscuridad, Gabriel intentó por todos los medios traerlo de vuelta. Sin embargo, el rencor y la desesperación habían enraizado profundamente en su ser, y la rebeldía de Azrael creció como una tormenta sin control.

El día en que tuvo que pronunciar la sentencia de expulsión fue el más doloroso de su existencia. Ver a su hermano transformarse en Asmodeo, el demonio, fue como arrancar una parte de su propia alma.

La dualidad de Gabriel era un tormento constante. Como líder, había tenido que mantener el equilibrio, proteger el cielo y a sus hermanos. Sin embargo, como amigo y hermano, cada acción contra Azrael había sido un puñal en su corazón. El amor por su amigo nunca se extinguió, pero la responsabilidad y la justicia lo obligaron a actuar con firmeza.

Mientras observaba la redención a medias de Azrael, Gabriel sintió una mezcla de esperanza y dolor. La luz que irradiaba de su antiguo amigo era un faro de esperanza, pero el sufrimiento visible en sus ojos lo preocupaba. Azrael había recuperado su cuerpo y sus recuerdos, pero las cicatrices del pasado seguían aprisionándolo.

El viento soplaba suavemente, susurrando secretos antiguos. Gabriel alzó la vista al cielo, buscando consuelo en las estrellas que empezaban a desvanecerse con la luz del día. En sus ojos, se reflejaban las emociones encontradas: la felicidad de ver a Azrael luchando por la redención y la preocupación por el peso del dolor que aún lo ataba.

Gabriel se adelantó, saliendo de las sombras y acercándose al grupo. Daniel y Ana levantaron la vista, sorprendidos al ver la figura angelical del líder celestial. Azrael lo miró, su expresión un torbellino de emociones.

—Gabriel —dijo Azrael, su voz temblorosa— He vuelto a ser el que fuí una vez.

Gabriel lo observó en silencio, sintiendo el tirón de su propio corazón dividido. Extendió una mano, un gesto cargado de significado y simbolismo. La luz del amanecer iluminó sus rostros, uniendo sus destinos una vez más.

—Azrael, mi hermano menor —respondió Gabriel, su voz suave pero firme—. Bienvenido de vuelta. La luz de tu redención brilla con fuerza, pero el camino aún es largo. Juntos, enfrentaremos a los demonios que quedan, tanto fuera como dentro de ti.

Las palabras de Gabriel eran un bálsamo para el alma herida de Azrael. Sentía el peso de sus errores, pero también la posibilidad de un nuevo comienzo. Los recuerdos del pasado, las risas compartidas y las promesas hechas en los jardines celestiales, eran ahora una fuente de fortaleza.

El sol ascendía en el horizonte, bañando al grupo en una luz cálida y revitalizante. Gabriel, Azrael, Daniel y Ana se quedaron allí, en silencio, sintiendo el poder de la esperanza y la posibilidad de un futuro mejor.

La batalla había terminado, pero la guerra interna de Azrael continuaba. Gabriel prometió estar a su lado, ayudarlo a sanar y, eventualmente, guiarlo de regreso a los jardines celestiales donde el amor y la paz reinaban.

La redención de Azrael no era solo suya; era un camino que recorrerían juntos, uniendo sus fuerzas y sus corazones para superar cualquier oscuridad.

Gabriel sabía que el equilibrio aún pendía de un hilo, pero con el amor y la luz como guías, tenían la fuerza para enfrentarse a cualquier adversidad.

Seraphiel sonrió en el interior de Daniel, sabía que la victoria había llegado al final.

Azrael está con nosotros, gracias Gabriel por apoyarnos.

Seraphiel, aún es muy pronto para alegrarse. Las alas de Azrael no son blancas del todo. Aún existe oscuridad en él, debido al intenso dolor que todavía experimenta.

Lo sé y no me rendiré hasta conseguir que la luz haya regresado a él totalmente.

Azrael no había oído aquella conversación pero si había tomado una decisión. Permanecería junto a Daniel quien era el recipiente de su querido Seraphiel, mientras se enfrentaban a los oscuros demonios.

Gabriel extendió sus magestuosas alas, blancas y doradas, y las agitó para elevarse al cielo una vez más.

Azrael detecto la presencia de Asmodeo, sabía que estaba furioso porque se sentía traicionado por el ángel caído. Sin embargo Azrael se mantuvo firme en su decisión.

Asmodeo yo jamás quise ser un demonio, simplemente superé la transformación que Gabriel hizo de mí recuperando mis verdaderos recuerdos celestiales y así poder volver a la luz una vez más.

No te mientas Azrael, tu siempre serás parte de nosotros.

¡No!

Mira tus hermosas alas, aún tienen plumas negras. Eso significa que la oscuridad sigue en tí.

Te acabaremos Asmodeo. Como lo hicimos con tus oscuros demonios.

Ya veremos quién acaba a quien.

Seraphiel detecto la intensa desesperación de Azrael en su interior y lo envolvió con su protectora luz alejando a Asmodeo de su mente y devolviéndole la paz aunque solo sea momentánea.

— Azrael tranquilo, nosotros estamos contigo.

Sin decir nada, Azrael colocó su mano sobre la de Seraphiel quien la posó en el hombro del ángel caído.
 




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