Anna tuvo que dejar el colegio y separarse de Daniel debido a que su padre fue trasladado a otra ciudad por razones de trabajo. Esto hizo que toda su familia abandonara la ciudad. Ella seguiría enfrentando al mal desde su nuevo lugar.
Daniel sintió un profundo vacío al ver a Anna partir esa tarde. Al día siguiente, entró al aula y el asiento donde solía estar su amiga ahora vacío, le provocó un nudo en la garganta. De repente, se sintió solo otra vez. Ocupó su lugar habitual y, sin molestarse en sacar su carpeta ni prestar atención a nada, cruzó los brazos en el banco y se recostó.
Al instante siguiente, se quedó dormido, olvidándose de todo y de todos por unos momentos. Cuando el timbre sonó anunciando el primer recreo, recién se despertó. No tenía dinero ni amigos con los cuales compartir nada, por lo tanto, se quedó allí mismo jugando con su celular. Así, la mañana pasó sin penas ni glorias. La soledad que Daniel sentía lastimaba a Seraphiel, quien compartía su cuerpo con el humano.
—Nunca estás solo, Daniel. Deberías recordar eso.
—Técnicamente sí que lo estoy, desde la muerte de mis padres. Mi tía Laura cuida de mí, pero tiene su propia vida también.
—Daniel, yo estoy contigo. ¿Acaso no cuento para nada?
Daniel sujetó su mochila colocándosela en su hombro derecho sin responder nada. No quería que Seraphiel se sintiera mal ni nada por el estilo. De hecho, disfrutaba de su compañía. Pero sentía que el ángel no lo entendía. Daniel se refería a la compañía humana.
Además, Azrael se había ausentado desde hacía dos días. Esto provocaba nostalgia en Seraphiel, y debido a eso ambos no se encontraban en sus mejores momentos. Daniel sabía que se tenían mutuamente y se debían apoyar. Mientras caminaba por los pasillos del colegio público, dirigiéndose a la puerta de salida, se comunicaba con su ángel interior.
—Seraphiel, tú formas parte de mí mismo, eres muy importante para mí. Sé que no estás nada bien por la ausencia de Azrael. Su oscuridad, aunque menor ya, sigue atormentándolo y, por ende, lastimándote. Nos tenemos mutuamente, amigo. Disculpa mi debilidad del momento.
—Así es, amigo mío. Y no tienes que disculparte. Es perfectamente comprensible tu reacción al ver partir a una amiga.
No bien salió del colegio, una explosión se sucedió a una cuadra de donde él se encontraba, seguida de un fuerte temblor que sacudió varios metros a la redonda, como si se tratara de un movimiento sísmico. Los gritos y corridas se sucedieron casi al instante.
El fuego no tardó en hacerse notar, así como también el humo que empezó a quemar el oxígeno a su alrededor. Daniel fue testigo del caos que se generó. Las personas corrían hacia el colegio, alejándose del lugar del incidente. Daniel regresó al colegio a guardar su mochila en su casillero para volver a salir instantes después y dirigirse al sitio del caos.
Todos corrían alejándose de un edificio en particular que estaba envuelto en cenizas y humo, pero no había fuego allí. El fuego se encontraba en los autos estacionados en esa cuadra, que ardían consumiendo el oxígeno a su alrededor.
Las personas cercanas tosían, intentando respirar. Daniel se cubrió la nariz y la boca con su brazo izquierdo al tiempo que ayudaba a quienes se quedaron atrapados entre escombros a salir con el poder de Seraphiel.
Pero en esos momentos pudo detectar la presencia de varios demonios dentro del edificio en cuestión.
—Seraphiel, debemos entrar. Él no vendrá.
—Azrael decidió unirse a nosotros. Sé que no quiere seguir en la oscuridad. Él nunca quiso ser un demonio.
—Debemos salvarlos a todos, Seraphiel, no solo a Azrael.
—Es cierto, después de todo somos los protectores de la humanidad.
—Andando entonces, compañero.
Las personas seguían huyendo del caos. La policía no tardó en llegar para controlar la situación. Daniel aprovechó un momento de distracción para perderse en el interior del edificio envuelto en humo y cenizas, junto a una oscuridad opresora.
—Bien, amigo, ya estamos dentro. Comencemos el exterminio de los demonios.
—Pero ten cuidado, Daniel. Recuerda que Asmodeo anda cerca.
Una sombra oscura se deslizó silenciosamente por el pasillo, pasando desapercibida por Daniel. Un susurro gélido acarició su oído, haciendo que su corazón latiera con fuerza. En ese momento, una figura alta y siniestra emergió de la penumbra, sus ojos brillaban con una intensidad maligna.
—Seraphiel... —murmuró Daniel, con un tono de urgencia— Algo no está bien. Siento que alguien nos observa.
Antes de que Seraphiel pudiera responder, la figura se abalanzó hacia ellos con una velocidad sobrenatural. Daniel apenas tuvo tiempo de levantar su brazo en defensa cuando la sombra impactó, lanzándolo contra una pared. El dolor se propagó por su cuerpo mientras intentaba levantarse.
—¡Daniel! —gritó Seraphiel, su voz resonando con fuerza en su mente— ¡Lucha!
Con esfuerzo, Daniel se puso de pie, sus ojos encontrando los de la figura oscura. La batalla había comenzado, y el destino de todos dependía de su valentía y la fuerza de Seraphiel.
La oscuridad envolvía el lugar, pero una chispa de luz brillaba en el corazón de Daniel, decidido a enfrentarse a cualquier demonio que se interpusiera en su camino.
La figura oscura avanzó, y Daniel supo que no había vuelta atrás. La verdadera lucha apenas comenzaba.