La Luz Del Seraphiel

El Rescate De La Luz

En la profundidad de la oscuridad, donde el dolor y la desesperación reinaban, Seraphiel sentía su esencia desvanecerse.

La cápsula oscura se cerraba más, sofocando cualquier vestigio de luz que aún quedara en él. Sus gritos eran ecos en el vacío, resonando sin respuesta. La sombra de Asmodeo lo envolvía, un manto de tortura que parecía interminable.

Pero en ese abismo de sufrimiento, una nueva presencia emergió. Un resplandor tenue al principio, pero que se hizo cada vez más fuerte. Azrael, el ángel caído, avanzaba con determinación. Su amor por Seraphiel ardía con una intensidad que rivalizaba con cualquier fuego del infierno. Cada paso que daba, la oscuridad retrocedía ante su luz.

—Asmodeo, —la voz de Azrael resonó con un poder antiguo y firme — Tu reinado de terror termina aquí.

Asmodeo giró, sorprendido por la aparición de Azrael. Con un movimiento rápido y violento, Azrael se abalanzó sobre la cápsula oscura. Sus manos, envueltas en una luz dorada, se cerraron alrededor de la prisión de sombras, y con una fuerza sobrehumana, comenzó a desgarrarla.

—¡No permitiré que le hagas más daño! —gritó Azrael, su voz llena de furia y amor.

La cápsula resistía, pero la luz de Azrael era imparable. Con un esfuerzo final, la prisión se rompió, y Seraphiel fue liberado. Su forma angelical, apenas una sombra de lo que era, cayó en los brazos de Azrael. Daniel, inconsciente y débil, estaba al borde de la muerte. Sin el espíritu de Seraphiel en su interior, su vida se desvanecía rápidamente.

—Seraphiel, —susurró Azrael, sus ojos llenos de lágrimas—. Vuelve a mí. Vuelve a Daniel.

Con un esfuerzo titánico, Seraphiel se incorporó y, lentamente, comenzó a fusionarse nuevamente con Daniel. La unión era dolorosa, cada fibra de sus seres resonaba con el tormento que habían vivido. Pero el amor y la determinación de Azrael eran más fuertes. La luz de Seraphiel volvió a brillar, y con ella, la vida de Daniel comenzó a resurgir.

Dentro del cuerpo de Daniel, Seraphiel y él se unieron en un estado de shock. Daniel seguía inconsciente, su mente atrapada en un torbellino de dolor y confusión. Seraphiel, aunque débil, mantenía su esencia firme, intentando calmar la tormenta interna.

—Azrael... —la voz de Seraphiel era apenas un susurro — Gracias...

Azrael, aún con lágrimas en los ojos, volvió su atención a Asmodeo y los demás demonios. El amor y la furia ardían en su interior, impulsándolo a luchar con una fuerza inigualable.

—¡Este es el fin, Asmodeo! —gritó Azrael, lanzándose a la batalla.

El enfrentamiento era brutal. Azrael se movía con una rapidez y ferocidad que desconcertaban a los demonios. Cada golpe que daba, cada rayo de luz que emanaba de sus manos, desintegraba a los demonios de rango inferior. La oscuridad se disolvía ante su poder, y los gritos de los demonios resonaban como música de victoria para él. Al fin Azrael sentía que volvía a ser el mismo de antes.

Asmodeo, sin embargo, era un oponente formidable. Sus ataques eran rápidos y letales, cada uno destinado a acabar con Azrael. Pero la determinación de Azrael era inquebrantable. Con cada golpe que recibía, se levantaba más fuerte, su amor por Seraphiel dándole una fuerza sobrehumana.

La batalla se prolongó, ambos contrincantes empapados en sudor y sangre. Finalmente, con un grito de furia y dolor, Azrael lanzó un ataque devastador que hizo tambalear a Asmodeo. El príncipe demoníaco, herido y debilitado, retrocedió, consciente de que no podía ganar este día.

—Esto no ha terminado, Azrael, —gruñó Asmodeo antes de desaparecer en la oscuridad.

Azrael, jadeando y herido, se volvió hacia Seraphiel y Daniel. Su corazón se rompió al ver a su amado ángel aún sufriendo. Se arrodilló junto a ellos, sus manos temblorosas acariciando el rostro de Seraphiel.

—Por favor, —susurró Azrael, sus lágrimas cayendo como lluvia—. No te vayas. Te necesito. Daniel te necesita. Lamento no haber llegado a tiempo, pero te aseguro que no volveré a dejarte. Solo...solo no te vayas.

La luz en Seraphiel parpadeó, pero no se apagó. El amor de Azrael, su desesperación, era un faro en la oscuridad que lo mantenía vivo. Con cada lágrima, con cada palabra de amor, la luz de Seraphiel se hacía más fuerte. El dolor, aunque intenso, comenzó a ceder ante la calidez de su amor compartido.

—Azrael... —murmuró Seraphiel, sus ojos abriéndose lentamente — Tu amor... es mi salvación.

Azrael abrazó a Seraphiel con fuerza, sus propias heridas sanando con la proximidad de su amado. La luz de Seraphiel envolvió a ambos, curándolos, restaurando lo que la oscuridad había intentado destruir. En ese momento, su amor trascendió cualquier límite, y juntos, se levantaron, más fuertes que nunca.

El cuerpo de Daniel, aunque aún inconsciente, comenzó a recuperarse. La conexión entre él y Seraphiel se fortaleció, sus almas entrelazadas en una danza de luz y esperanza. Azrael los observaba, su corazón lleno de amor y determinación.

—Estamos juntos de nuevo, —dijo Azrael con una sonrisa—. Y así, nada podrá derrotarnos.

La luz de la mañana comenzaba a filtrarse por las ventanas rotas del edificio, señalando un nuevo día. Azrael, Seraphiel y Daniel habían sobrevivido a la oscuridad más profunda, y juntos, enfrentarían cualquier desafío que el futuro les deparara.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.