La Luz Del Seraphiel

El Ascenso De La Oscuridad

La noche caía sobre la ciudad, envolviendo cada calle y cada rincón en un manto de sombras. En un lugar oscuro y apartado, Azazel sostenía en su mano la esfera dorada, un objeto cuyo poder podía tanto elevar a los demonios como destruirlos. La esfera brillaba con un resplandor ominoso, y su luz dorada parecía pulsar con un poder antiguo y siniestro.

Azazel, con una sonrisa de triunfo, alzó la esfera dorada hacia el cielo. Los demonios bajo su liderazgo se reunieron alrededor de él, sus ojos brillando con una mezcla de avaricia y anticipación. El poder que emanaba de la esfera era palpable, una fuerza que prometía transformar la esencia misma de cada demonio presente.

-Este es el momento, -dijo Azazel, su voz resonando con autoridad - Con esta esfera, nos elevaremos a nuevas alturas. Tomaremos esta ciudad y todos los humanos que la habitan serán nuestros.

La luz dorada de la esfera se intensificó, envolviendo a cada demonio en un resplandor brillante y maligno. Los demonios comenzaron a cambiar, sus formas oscuras se llenaron de un nuevo poder. Sus alas se expandieron, sus garras se afilaron, y su presencia se volvió aún más temible. La esfera dorada estaba transformándolos, dándoles un poder que no habían conocido antes.

Azazel, sintiendo el poder fluir a través de él, dirigió su mirada hacia la ciudad.

-Vamos, mis seguidores. Es hora de tomar lo que es nuestro. Es hora de poseer cada alma en esta ciudad.

Los demonios, ahora fortalecidos y embriagados por el nuevo poder, se lanzaron sobre la ciudad como una tormenta oscura.

La plaza pública, normalmente un lugar de paz y comunidad, se convirtió en el epicentro del caos. Las personas, atónitas y aterradas, vieron cómo las sombras se materializaban y los demonios comenzaban a poseer a cada humano que encontraban.

Daniel e Ian, que se encontraban en la plaza pública, sintieron una ola de desesperación al ver el caos desatarse ante sus ojos. La plaza, que solía ser un refugio de tranquilidad, se llenó de gritos y corridas. El pánico se extendía como una marea, y las miradas de horror y desesperación estaban en cada rostro.

-¿Qué hemos hecho? -murmuró Daniel, su voz temblando con una mezcla de culpa y desesperación.

Ian, sintiendo el mismo peso en su corazón, apretó los puños con fuerza.

-Fallamos, Daniel. Dejamos que Azazel se llevara la esfera. Ahora, todos están en peligro.

Los demonios se movían como sombras vivas, sus formas oscuras y temibles capturando y poseyendo a los humanos. Las personas caían al suelo, sus cuerpos convulsionando mientras las sombras tomaban control de sus almas. Los gritos de terror resonaban en la noche, creando una sinfonía de caos y desesperación.

En medio de la confusión, Seraphiel y Azrael aparecieron al lado de Daniel e Ian, sus rostros marcados por la misma preocupación y determinación. La luz de Seraphiel brillaba intensamente, tratando de contrarrestar la oscuridad que se extendía como una plaga.

-No podemos dejarlos ganar, -dijo Seraphiel, su voz firme y llena de resolución - Debemos luchar.

Azrael, con su mirada fija en Azazel, asintió. 
-Tenemos que detenerlo. No importa el costo.

La plaza se había convertido en un campo de batalla, y la luz y la oscuridad chocaban en una danza mortal. Seraphiel y Azrael, junto a Daniel e Ian, luchaban con todas sus fuerzas, tratando de proteger a las personas de la posesión demoníaca. Cada golpe de luz era un rayo de esperanza, pero la oscuridad era abrumadora.

Las emociones de Daniel y Ian eran una mezcla de miedo, culpa y determinación. Ver a la gente que amaban y protegían siendo poseída por los demonios era un tormento que no podían soportar. Sabían que habían fallado, pero también sabían que no podían rendirse.

-¡No podemos dejar que esto continúe! -gritó Daniel, su voz resonando con desesperación y coraje.

Ian, a su lado, levantó su espada de luz, su mirada llena de fuego. -Lucharemos hasta el final. No permitiremos que la oscuridad gane.

Mientras la batalla continuaba, Azazel observaba desde lo alto de uno de los edificios, la esfera dorada brillando en su mano derecha. El poder que emanaba de la esfera lo hacía aún más fuerte, y su mirada era una mezcla de satisfacción y arrogancia. Para él, este era solo el comienzo de su reinado de terror.

-Miren cómo caen, -murmuró Azazel, sus ojos fijos en la plaza caótica-. Esta ciudad es nuestra, y su sufrimiento es nuestra victoria.

El poder de la esfera dorada fluía a través de él, alimentando su maldad y fortaleciendo su control sobre los demonios. La ciudad, bajo su mando, se estaba convirtiendo en un infierno en la tierra, y Azazel disfrutaba cada momento de su triunfo.

Sin embargo, en medio del caos, una chispa de esperanza brillaba en la forma de Asmodeo. El demonio de la belleza, ahora lleno de dolor y arrepentimiento, observaba la destrucción que él mismo había ayudado a desatar. Su sufrimiento era inmenso, pero también era la fuente de su deseo de redención.
 




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