Ni siquiera recordaba que había hecho exactamente ese día. No es como si alguien que acabara de morir y regresar seis meses atrás estuviera lo suficientemente cuerda como para tomar las cosas con naturalidad. Ya de por si su vida era un desastre, ahora tenía un bonus.
Se quedó mirando a la nada, no es como si estuviera intentando recordar, simplemente se desconecto de su cerebro para mirar la pared que ella misma había pintado recientemente, más bien, a finales de mayo y el olor a pintura con sellador aun estaba en el ambiente, vaya suerte que tuvo al no morir intoxicada.
Apenas eran las cinco de la mañana, media hora perdida en sus pensamientos y en la línea de tiempo actual, tenia clases a las siete de la mañana. Demoraba dos horas en llegar a la universidad en bus.
Cuando reaccionó despejo su cama y volvió a meterse a la cama, cubriéndose de pies a cabeza. Cerró sus ojos con fuerza, tal vez era un episodio de parálisis de sueño o una pesadilla dentro de otra pesadilla, tal vez…cuando volviera a abrir los ojos todo estaría como debía estar y no recordaría nada.
Volvió a abrir sus ojos, mirando fijamente a la pared y sus recuerdos seguían intactos.
En el fondo, sabia que al despertar nada iba a cambiar.
Ya había decidido faltar a clases, debía recordar como transcurrieron las cosas en el tiempo original. Obviamente había ido a clases, siendo miércoles saldría a las siete de la noche y llegaría a casa a las nueve o diez, pero recordaba estar en la fiesta de compromiso a eso de las nueve y luego el escándalo.
Incluso Alessia sabía que no la quería lastimar, ella había intentado defenderla, pero Sonia se veía realmente como una villana.
Esa noche ella llegó completamente ebria a la fiesta en el área social donde vivía Alessia, aun traía la ropa que usaba normalmente para la universidad, se percibía una mezcla algo desagradable entre sudor y alcohol. Alessia estaba feliz de verla, obviamente había invitado primero a Sonia y había coordinado en un día en que ella estuviera casi libre, incluso se ofreció a ir a verla y luego dejarla en su casa, pero Sonia la había bloqueado.
Al recordar aquello busco el teléfono que se había caído bajo la cama y lo primero que hizo fue desbloquear su número. Mas bien, tenia bloqueada a mucha gente.
—Soy el ser mas deprimente de este mundo.
Necesitaba su sesión de auto desprecio diario antes de empezar a desbloquear todos esos números, incluso el de Damián.
Se quitó la ropa y se metió al baño, necesitaba volver a meditar sobre lo sucedido. Las escenas volvieron a su cabeza y sin poder evitarlo, sus lagrimas escaparon de sus ojos hinchados, la sangre entre sus manos le provocó arcadas.
Al salir del baño se sentó en su cama y miró la pantalla como si esperara que alguien llamara o escribiera.
—Que tonta…
Se dejó caer en la cama y cerró sus ojos. Su teléfono empezó a vibrar y miro brevemente la pantalla. El nombre en esta hizo que su corazón latiera rápidamente de la emoción, fue como recordar que nunca estuvo sola.
Contestó de inmediato sin poder ocultar su sonrisa de oreja a oreja y sus ojos achinados por sus mejillas.
—Pensé que no me ibas a contestar, ¿Te estás escondiendo de mi o qué? —replicó la voz tras el teléfono entre risas—. Imagino que también te invitaron a la fiesta, ¿no? ¿Vas a ir?
—Jamás me voy a esconder, ¿Acaso crees que soy cobarde? —guardó silencio unos segundos antes de reírse por igual, necesitaba desahogarse un poco—. Si…Pero no debería ir, ¿verdad? Ellos son elegantes y nosotros…mas bien, yo soy la pobre de la familia, de todas formas, no tengo ropa que ponerme.
—Deja las estupideces que mientras yo siga vivo, te apoyaré. Y si necesitas ropa pasa por el trabajo y te doy algo.
—No…Vicente. Tengo veinticuatro años y ya debí acabar la universidad. Debería vivir en mi propia casa o departamento y no seguir viviendo a costa de ti.
—Veinticinco. Feliz cumpleaños, por cierto. Para no discutir, pasa por el trabajo y te doy tu regalo de cumpleaños, solo no te vayas a poner sentimental. Hablamos en un rato
—…Gracias.
Alcanzó a decir esa pequeña palabra antes de volver a llorar. Lo había olvidado por completo, aunque para ella era normal que nadie lo recordara o más bien, tenía bloqueados a todos los que lo recordaban sin falta.
Sonia tenía un hermano mayor, Vicente. Compartían madre y padre, pero luego de la muerte de su madre, algo se fracturó entre su padre y ellos, aunque para ese entonces Alessia ya había nacido, era la hija de la amante.
Vicente se encerró tanto en si mismo que se fue a vivir con una mujer a los pocos meses y Sonia, que aun tenía trece años así que fue a vivir con la nueva familia.
«Ojalá hubiera tenido la misma suerte que él…También quería escapar», pensó vagamente mientras los recuerdos dolorosos de una infancia llena de tristes volvían a ella.
—Recuerdos inútiles.
Se frotó el rostro con ira y se alistó para salir al trabajo de su hermano, para la hora el tráfico seria horrible y tenía que hacer varios trasbordos.
Aun así, al llegar, dudó en entrar. Ni siquiera estaba segura de que haría en un lugar donde sería observada y juzgada. Al final lo hizo, la idea de ropa nueva que no volvería a usar no estaba mala, tal vez, si sobrevivían para final de año, podría usarla en navidad.
Fue un silencio incómodo, mas bien, le entregó un sobre y una dona que había guardado para ella. Él siguió con su papeleo, como si estuviera disfrutando de su visita en silencio hasta que ella decidió romper esa atmósfera.
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Editado: 30.06.2020