V
Cuando Carlitos Oliveros estaba por ingresar a su anterior calabozo, se topó de frente con Alexis Lozano, el nuevo director de la prisión, y justo cuando lo vio a la cara, sintió que su mundo se derrumbaba. Comprendió de inmediato que las cosas no irían bien si llegaba a reconocerlo, por eso trato de esquivarlo, ocultando el rostro de su inquisitiva mirada. El tipo concentrado en todas las actividades que tenía pendientes por ejecutar, para llevar a cabo el empalme administrativo, pareció no haberlo identificado, y continuó recorriendo todo el lugar, apurando su paso por uno de los pasillos. Tras ese inesperado encuentro, minutos después recobró algo de calma, y por unos minutos pudo descansar, pero bien sabía que su tranquilidad era efímera, pues tarde o temprano iría tras de él. Y esa misma noche, casi sin poder dormir, empezó a fraguar lo que sería su posible escapatoria del reclusorio. Con su amigo el antiguo director de la prisión por fuera quedaba desguarnecido, y tal vez las posibilidades de permanecer con vida al interior serian verdaderamente escasas, así que su única vía de supervivencia era fugarse.
Al día siguiente, incluso mucho antes de que la enfermería estuviera abierta estaba allí, justo en la entrada esperaba por Gloria, sabía que a partir de este momento solo contaba con ella y debía estructurar un plan de escape lo más rápido posible. Como solía hacerlo ella apareció muy puntual a las 7:00 am, perfectamente vestida y con una reluciente sonrisa que adornaba su rostro. Cuando él la vio pensó en abalanzarse sobre ella y recibirla con un beso, pero alcanzó a divisar a Sandra Sofía su otra compañera del servicio médico, a unos cuantos metros tras de ella; entonces tratando de evitar habladurías, pues Sandra Sofía tenía una muy bien ganada fama de indiscreta, se contuvo. Luego fingiendo un dolor abdominal, le solicitó atención a gloria, y esta sin dilaciones abrió la enfermería, y lo hizo ingresar hasta su pequeña oficina. En un ambiente más distendido Carlitos le contó acerca de sus temores, y lo que creía que le podría pasar por el nombramiento del nuevo director. Hasta inventó una poco creíble rencilla que habían tenido muchos años atrás, cuando de jóvenes se disputaban el amor de la misma chica. La historia era tan descabellada que a ella le pareció que carecía de fundamentos, pero, aun así, siguió escuchándolo atenta. Cuando terminó de relatar el inverosímil cuento, le preguntó si estaría dispuesta a ayudarlo a escapar. Ella quedó impactada con el interrogante y guardó silencio. En toda su vida profesional ningún reo se le había acercado para hacerle semejante propuesta. En realidad, aunque empezaba a interesarse fuertemente en él, no estaba muy segura de involucrarse en tan osada empresa, sintiéndose entonces acompañada por el temor de verse envuelta en un delito. Minutos después llegó un interno que de verdad requería de su ayuda y tuvo que pedirle a Carlitos un tiempo para meditarlo.
Eventualmente sus caminos se cruzaban en la prisión, pero ya no con la misma frecuencia del pasado. Él por su parte trataba de no hacerse muy visible, debido a que ya no contaba con sus antiguos colaboradores que lo respaldaban, los cuales fueron reubicados uno a uno en otras cárceles, o desaparecieron paulatinamente. Y en cuanto a ella había, casi ya no disponía de tiempo para otros menesteres, pues había visto crecer insólitamente los casos de atención medica tras el cambio de administración, situación que le parecía bastante extraña pero que no se atrevía a comentar.
A pesar de los acontecimientos, para él colmarla de detalles era muy importante, por eso trataba de hacerle llegar cualquier obsequio, fuera lo que fuera, con tal de que ella supiera que lo del encuentro de aquel día le había dejado una huella perenne. Para entonces ella ya comprendía que todos esos pequeños regalos que guardaba como reliquias en la gaveta de su escritorio tenían el mismo destinatario, y de alguna forma anhelaba encontrarse con él pronto para agradecerle por su generosidad. Lamentablemente eso ocurrió de una forma desafortunada, pues ese viernes en una actividad recreativa entre presos en el área de deportes, fue atacado sin advertirlo por un reo que había extraído del comedor una cuchara y que luego había afilando hasta lograr convertirla en un arma contundente. Al parecer el tipo simulaba hacer ejercicio como los demás, y en un momento en que se formó un tumulto se abalanzó sobre él, y alcanzó a herirlo en un antebrazo. Cuando ella lo vio llegar, bastante ensangrentado a la enfermería, comprendió que sus temores no eran infundados, y que debería hacer rápido algo antes de que la fatalidad hiciera su aparición. Entonces sin esperar que él le solicitara de nuevo su colaboración, ella se comprometió a ayudarlo.
Con un momento de tensión como el que estaban viviendo, empezaron a planear lo que sería su fuga. Pero, a decir verdad, las ideas no fluían con facilidad, llegando escasas a sus mentes, y las pocas que lograron hilvanar las fueron desechando por incongruentes. Mientras se esforzaban por armar algo razonable, a Gloria tuvo el recuerdo de su segundo exmarido, en especial de un día que habían salido a dar un paseo en bicicleta, y este había resbalado en unas pequeñas piedras sueltas que se encontraban al borde de carretera, cayendo de bruces, y sufriendo múltiples laceraciones en su piel, cubriendo su cuerpo de sangre, tal como se encontraba Carlitos ahora. La escena se le hizo tan parecida, que pensó que los dos hombres tenían bastante en común, y hasta se parecían físicamente. Entonces antes de que su poco confiable colega Sandra Sofía apareciera, le dijo que ella intentaría hacer llegar al penal, con alguna falsa excusa, a alguien que conocía, cuya fisonomía era similar a la de él. Aprovecharía ese fin de semana que tendrían visita los reclusos, y luego él terminaría la faena intercambiándose por su exesposo. En ese momento se acercaba su compañera de enfermería, un poco inquieta al ver de nuevo a Carlitos por allí, y tratando de evitar que magnificara el hecho o conjeturara algo irreal, decidieron suspender la conversación sin poder continuar con la planificación. Con mínimas pautas, y sin una coordinación efectiva del plan de escape, se despidieron con un simple adiós. La propuesta no parecía tener futuro, pero por ahora era lo que tenían a su alcance.