VI
Con la valiosa información que le había suministrado el dragoneante Duque, acerca de la desaparición de, “El Chino Canci”, trató de organizar mejor sus ideas, imaginado que ya sin su más acérrimo rival de por medio, no le sería difícil reconstruir su organización. Carlitos en verdad se ilusionó al recibir esta noticia. Fue así como recibió un par de visitas de algunos antiguos socios, dispuestos a ponerse a sus órdenes, de igual forma lo hicieron algunos internos que ya conocían la situación. Desde tiempo atrás, su nombre se había reducido a Carlitos, pues en su apariencia conservaba un aire infantil. Muchos lo consideraban un tipo benevolente y hábil en los negocios, aunque su círculo más cercano tenía claro como había sido su ascenso dentro de la criminalidad, y este distaba inmensamente de la nobleza que dejaba traslucir.
Con toda esa información a su favor, pensó que ya era hora de dar el gran golpe que lo llevaría de nuevo a la libertad. Con el anterior director se jugó la carta de ocultarse en la prisión aprovechando su anuencia, para continuar controlando su emporio de maldad, sin que ninguna sospecha recayera sobre él, pero ahora con Alexis Lozano en el cargo, lo más problema era que fuera condenado, y hasta posiblemente extraditado. Una antigua rencilla, era el recuerdo que los separaba desde jóvenes, suscitada por la disputa del cariño de una mujer, a la que ambos pretendían, además conocía los agigantados pasos que había dado en el mundo de la criminalidad, de tal forma que librarse de él le traería grandes réditos.
Cuando Carlitos empezó a cranear su escape, pensó de inmediato en ponerse en contacto con Raulín Flórez, un antiguo capo, recién repatriado, quien recién arribaba, después de haber purgado una corta pena en la penitenciaria de Jacksonville en la Florida, y venía a recuperar las propiedades y negocios, que había perdido tras su apresurada extradición. Raulín era un amigo incondicional de Carlitos, se conocían desde niños en el barrio donde habían nacido, crecido y compartido las mismas carencias. Se podría decir que eran casi hermanos. Hasta él mismo se vanagloriaba de haber involucrado a Carlitos desde muy joven en actividades ilícitas; solo que la sagacidad y astucia de este, le valieron para que fuera ascendiendo rápidamente en la organización, hasta ponerse a la cabeza de la misma, poco tiempo después. Apenas recibió el llamado, se puso a sus órdenes, y se dispuso a obedecer lo que le fuera impartido.
Ese fin de semana era fecha de visitas, y Raulín fue hasta el centro carcelario para entrevistarse con Carlitos. Tras un emotivo encuentro, recibió una nota con instrucciones y se marchó. La reunión fue bastante breve, en realidad ninguno deseaba levantar sospechas y preferían seguir manejando la discreción, como arma. El papel que le había entregado contenía la información precisa y certera, para dar un gran golpe, del que solo ellos deberían enterarse. Esta vez no quiso involucrar a Gloria en nada, pues el cariño que sentía por ella, lo obligaba a protegerla, pero una vez alcanzado el éxito de esta misión, abandonando por siempre la prisión, se la llevaría lejos para iniciar una nueva vida.
Gloria continuaba sus acostumbrados recorridos por los pabellones, siempre con la mirada atenta, anhelando encontrarlo en el camino. Para entonces ya sabía que él se encontraba fuera de la celda de castigo. Pero pasaban los días y no lo hallaba por ninguna parte, a pesar de que tomó ciertos riesgos, en una búsqueda incesante que inició por los más intrincados recovecos de la cárcel. Todo aquello le produjo una gran frustración, hasta llegó a pensar que simplemente había sido utilizada para la maniobra de escape de Carlitos. Bastante desilusionada se marchó a casa ese fin de semana, sin tener mucha expectativa de su relación. Extrañamente ese sábado en la tarde aparecieron un par de sujetos que dijeron ser sobrinos de Carlitos, distintos a los anteriores, con un robusto sobre sellado en sus manos, al parecer con algunos documentos al interior, manifestándole que era de vida o muerte que él los recibiera. Ante esas categóricas palabras no pudo más que acceder a su angustiosa petición.
Esa mañana del lunes intentó encontrar a Carlitos, pero la realidad fue que no lo ubicó en ninguna parte, el tipo parecía no existir. Lo que, si estimó curioso, fue que justo a la entrada de la enfermería estuviera el dragoneante Duque en actitud de espera. Entendió que debía entregarle los papeles que traía, y sin preguntar nada se los pasó. Este asintió con la cabeza, y se marchó sin decir nada al respecto. Mientras Gloria sentada en su escritorio, empezaba a contemplar la idea de que había sido víctima de un nuevo engaño, y que tal vez el apasionado beso, las misivas y los detalles recibidos solo habían sido un espejismo. Ya no quiso seguir atormentándose con sus frustrantes pensamientos y mejor organizó todo para salir a hacer su rutinario itinerario.
Por su parte Carlitos en su celda, leía concentrado las hojas que había recibido, las que correspondían a su plan de fuga. Debía entender con claridad la estrategia que se planteaba allí y analizar hasta los más minuciosos datos, porque enseguida tendría que romper el documento. Eran frecuentes las pesquisas relámpago al interior del penal, y una información de ese nivel lo pondría en evidencia, generándole un riesgo mortal. Cuando terminó la lectura, y se aseguró de su total comprensión, de inmediato las destruyó haciéndolas trizas, para luego desaparecer los diminutos pedazos por el retrete. De esa forma, a media mañana, cuando se les permitía salir a tomar el sol, trató de ubicar a algunos de sus compinches en el patio de recreo. Se les acercó sutilmente uno a uno, haciéndoles llegar el mensaje, eso sí, con muy pocas instrucciones, pero precisas. Así fue como: Moreno, Holger, Montoya y Garzón, quedaron enterados del plan y preparados para dar el gran golpe, que hasta seguramente los beneficiaría.