"No todos los sueños son inofensivos y algunos pueden llegar hasta ser mortales"
Turín, Italia 1875
Otra vez era el mismo sueño que el de hace una semana y el de la semana desde hace un par de meses. De repente tenía aquellas visiones donde siempre la protagonista era aquella chica rubia de ojos azules centellantes que lograba arruinarle su sueño. Desde hace un par de meses habían comenzado aquellos raros sueños que eran protagonizados por la misma chica, a veces eran diferentes, en algunos se encontraban en un castillo en otros en una casa de campo. A veces solo dibujando el paisaje a su alrededor u otras corriendo entre la pradera, incluso llego aparecer cuando era pequeña, pudo reconocerla por aquel tono zafiro que tanto distinguen sus ojos.
Este sueño había sido diferentes a todos los anteriores, esta vez había aparecido otra mujer que tampoco le causaba tranquilidad sino todo lo contrario una sensación de peligro, aquellos ojos rojos que pudo apreciar en medio de la oscuridad irradiaban un aura amenazante que provocaba que sus bellos se erizarán. Pero aquella chica de rizos dorados parecía no temerle, le daba igual su presencia es más le molestaba.
Eso sí que eran sueños raros, lo más perturbador es que sentía una sensación de familiaridad con la chica dorada, es como si ya la conociera, pero no recordaba en donde ni el cómo. Había veces incluso en que aparecía su hermana menor Faustine, pero con un nombre y diferente apariencia, se veía feliz a lado de aquella chica. Una vez le contó aquellos sueños a su hermana y lo único que hizo fue reírse diciendo que debía de dormir más horas para no estar alucinando, pero eran tan vividos esos sueños que no creía que fuera parte de su imaginación.
-Alteza -llamaron a la puerta-. Sus altezas lo esperan para desayunar juntos.
-Dígales que en un momento bajo.
Se levantó con dolor de cabeza de la cama, en su mesa de noche su mayordomo le dejo una infusión de té hecha a base de menta y valeriana para calmar su migraña, siempre se despertaba de aquella manera desde que empezaron aquellos extraños sueños atormentarlo. Se miro al espejo mientras se abrocha los botones de su camisa, se amarro al cuello su pañuelo blanco y se hizo un nudo simple, y encima se puso un chaleco negro con bordes dorados. Se puso un pantalón negro junto con sus botas de cuero, se arregló su cabello, aunque se lo dejo un poco despeinado. Aquello nunca le gustaba a su madre, decía que al ser parte de la realeza debía de portarse y lucir como tal, claramente Luka no compartía el mismo pensamiento que ella y tampoco su hermana Faustine.
Su madre Amalia al ser princesa de Sajonia era recatada y estricta con los protocolos, su infancia recordaba que fue dura, sobre todo cuando su padre es el duque de Génova y cinco años después cuando su tío Víctor fue proclamado rey de Italia se convirtió tanto su padre como él en príncipes de Italia, así como todos los miembros de la casa real de Saboya. Tenía suficiente edad para estar en Roma en la corte real junto con su padre y sus primos, pero a él los asuntos de estado no le llamaban la atención, prefería estar en Turín manejando los asuntos como el heredero al ducado de Génova.
Bajo rápidamente las escaleras del palacio antes de tardarse más y provocar la ira de su madre. El Palazzo de Chiablese era de las muchas residencias que pertenece a la familia Saboya, pero a su padre por derecho de nacimiento le pertenecía el Palazzo de Chiablese. Ahí solo vivía su hermana menor Faustine y su madre, su padre Fernando se la pasaba en la corte sirviendo de consejero para su hermano mayor cuando se lo pedía. Lo cual agradaba a su madre ya que así no tendría que verle su cara, sabía de sobra que el matrimonio de sus padre fue por pura alianza y que no había ninguna lazo de afecto entre ellos, por eso no le importaba a su madre que su padre tuviera incontables amantes.
Mientras su padre no estaba se encargaba de los asuntos del Duque de Génova, a veces pasaban hasta seis meses sin que su padre regresará de Roma, según él por asuntos de la corona, pero todos sabían que eso solo era una excusa para encontrarse con sus amantes, razón por la que siempre se negaba a llevarlos con ellos a su vista al palacio..
En el gran comedor se encontraba su madre, con su mirada rígida y fría puesta sobre su bordado sin haber notado su presencia. Su hermana se encontraba sentada enfrente de ella, con la mirada perdida en su libro sin dejar de beber de su té preferido, así era Faustine, prefería mantener su mente en libros que en bordados, el matrimonio nunca formo parte de su plan, cree firmemente que puede ser igual de independiente que un hombre y que por lo tanto no necesita a ninguno. Si ella pudiera elegir, elegiría una vida entre los libros sobre su título de princesa. Algo que su madre no aceptaba, pero que Luka si lo hacía, por eso vivía en constantes peleas con su madre.
Su madre decía que Faustine era un desperdicio de belleza, ya que con la actitud que tenía espantaba a cualquier pretendiente que se le acercaba o que su tío le arreglaba. En eso los dos podían estar de acuerdo: su hermana era la joya mas hermosa de toda Italia. Su cabello era castaño de un tono miel con un flequillo cuadrado, caía sobre su espada en ondas, su tez era blanquecina, sus ojos eran un hermoso verde esmeralda y sus labios eran rosados.
Cualquier noble en Italia se moría por tenerle como esposa, pero Faustine no se moría por ninguno de ellos. Observo que llevaba puesto un vestido de color rosa palo hecho de terciopelo, con escote de corazón y de manga redonda, con tirantes cruzados en el cuello. La falda era pomposa y larga, ni siquiera alcanzaba a distinguir sus zapatillas, se puso unos guantes aterciopelados cortos del mismo color de su vestido.
-Buenos dias familia -se anunció, le hizo una reverencia a su madre-. Veo que están ocupadas no quisiera osar a interrumpirlas.