La Maldición de Los Pines

Capítulo 36

Estaba completamente diferente. Ya no tenía aquel vestido blanco desgarrado y cubierto de sangre, ahora llevaba un vestido verde aguamarina oscuro, su cabello estaba semi recogido, su rostro estaba libre de rasguño e incluso se podía percibir un sutil maquillaje, ¿qué estaba pasando?

—No te has vuelto loco — volvió a hablar.

— ¿Qué está pasando? — preguntó.

—Todavía tienes algunas dudas.

—No, todas han sido aclaradas — respondió seguro.

— ¿De verdad? — preguntó sin creerle.

—Ahora no estoy seguro — comentó — ¿Cómo es que hiciste eso? — dijo refiriéndose a su atuendo.

—Con sinceridad no lo sé — dijo mientras se encogía de hombros — cuando aparecí ya estaba vestida así, creo que tiene que ver con que ya no soy un alma en pena, o algo así.

—De acuerdo — respondió de forma incómoda no sabiendo que más decir.

—Gracias — dijo después de un momento —, por todo lo has hecho por mí y mi familia.

—No hay nada que agradecer, creo que si tengo una duda — dijo recordando su última conversación con Scivi — ¿Sabía que era yo? — preguntó refiriéndose a ser el que rompería la maldición.

—Sí te refieres al momento de mi muerte, ahí no lo sabía.

— ¿Cuándo lo supo? — preguntó confundido.

—Justo el momento en el que llegaste al pueblo, ahí pude ver la marca en tu frente — le informó.

— ¿Me ha observado desde que llegué?

—A todos en el pueblo — dijo en un suspiro —, es una de las ventajas de ser un alma en pena — intentó bromear.

—Debió ser duro.

—Lo fue — le confirmó —, sobre todo no poder ir más allá del límite del bosque, por lo menos no estaba sola.

—Matt — susurró el detective — ¿Él también era un alma en pena?

—Por el simple hecho de que no tendría que haber muerto a manos de mi hermana — tras decirle aquello se acercó hasta quedar frente a frente —. La noche en la que te conocí temí que salieras corriendo y no pudieras ayudarme, agradezco que no haya sido así — dijo riendo —; mi familia te ha hecho pasar por mucho, casi mueres, por no decir que lo hiciste, pudiste haber renunciado.

—Era el indicado.

—Va mucho más allá de eso, cualquier otra persona habría salido corriendo al verme en ese sótano, tú en cambio me ayudaste. Eso fue lo que Faith vio en ti — le hizo saber.

— ¿Siempre lo supo? — esa era la duda que no sabía que tenía.

—En el momento de lanzar la maldición solo dijo lo del varón porque los había condenado a tener solo niñas, al darse cuenta que su alma estaría en pena hasta que la maldición se rompiera, buscó a ese varón, pero fue cuando naciste que tu rostro apareció como una visión — le explicó —. Después de tu nacimiento no pudo seguirte el rastro por lo que dejó todo en manos de su madre, claro está que tardó un poco más en dar contigo.

—Entonces, ¿Faith me eligió porque soy amable? — preguntó confundido.

—No fue Faith, sino la maldición.

—No entiendo.

—No hace falta entenderlo, antes de irme necesito un último favor.

—Adelante.

—Necesito que le des aquel sobre a Breela — señaló en sobre blanco en la mesita de café —, lo necesitará.

— ¿Algo más?

Negó — Eso es todo, ya debo irme, es mi hora de descansar — se dio media vuelta y caminó a la salida, antes de abrir la puerta se giró —, por cierto, Breela tenía razón al decirte que el anillo ahora te pertenece a ti. Gracias, detective

—Fue un placer, Audrey — respondió en una sonrisa.

Audrey sonrió para luego abrir la puerta y salir del lugar, en paz. Alex se quedó de pie y como últimamente hacía, analizó la situación reciente, Audrey descansaba en paz, lo que podría significar que Matt y Faith también lo hicieran; suspiro aliviado, teniendo la sensación de haber hecho un buen trabajo — aunque no pensara que lo hubiera hecho —.  Caminó hasta la habitación y sacó sus maletas, dos meses atrás no hubiera pensado que  estuviera devolviéndose a Vancouver.

Pasó toda la tarde empacando sus cosas, tratando de dejar el departamento tal cual se lo habían entregado; quitó los seguros extras de las ventanas y la puerta, cocinó el poco mercado que le quedaba y limpió todo el lugar. A eso de las siete salió en dirección al ambulatorio, cuando llegó al recibidor se encontró al sr. Brown esperándolo.

—Buenas noches — saludó.

—Buenas noches — respondió —, me alegro que no te vayas ido aún, se rumorea que tu estancia por estos lares ha llegado a su fin.

—Las noticias vuelan rápido por aquí — susurró.

—Es lo que sucede cuando tienes a dos compañeros un tanto habladores — bromeó —, quiero darte las gracias.

— ¿Por qué? — preguntó confundido.

—No solo salvaste a Audrey, también a mí.

— ¿Cómo sabe?

—Cuando estaba en la guerra, una carta se me fue enviada con cierta información, al regresar al pueblo vine directamente a este lugar, ni siquiera pude bajar las escaleras porque olvide para que lo hacía — le explicó —. Mi mente fue manipulada para hacerme creer que había comprado el edificio y que tenía amnesia como consecuencia postraumática de la guerra.



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En el texto hay: misterio, traicion, pueblo

Editado: 27.02.2022

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