Ambos entraron, nuevamente, a la habitación donde habían pasado la noche aunque esta vez con otra actitud. Sky, por su parte, intentaba mantenerse tranquila y enfocada en su plan de volver sana y salva a su hogar, mientras que Alex intentaba mantener su cuerpo alejado de ella. Le resultaba increíble lo mucho que le costaba.
-Ahora sí, ¿podrías prestarme tu cargador? -intentó nuevamente Sky, con una deslumbrante sonrisa compradora y tímida que a él obligó a desviar la mirada.
-Está por allá -señaló el escritorio que se hallaba cerca de la ventana y contó hasta diez.
Se sentó en la cama y buscó en su teléfono el vuelo más pronto con destino a Nueva York, con la esperanza de encontrarlo y terminar con aquella tortura rápidamente.
De vez en cuando se sorprendía alzando la vista para observarla, maldiciendo mentalmente el momento (que no recordaba) en el que decidió acercarse a ella la noche anterior. Él la había visto en cuanto ella cruzó la puerta de aquel bar, totalmente fuera de sí. Estaba pasada de copas, y por eso se obligó a mantenerse apartado. Y lo consiguió. Entretenido con otras mujeres, se olvidó rápidamente de la castaña que le había provocado los pensamientos más oscuros de su interior. Hasta que comenzó a beber más de la cuenta, secundado por su grupo de amigos y su autocontrol se fue a la mierda.
Gracias a un pequeño choque, los dos quedaron perdidos el uno en el otro, y perdieron la noción de sus actos.
-¿Vives en Nueva York? -preguntó Sky, sacando a Alex de sus pensamientos.
Él alzó la mirada y la miró.
-No, de hecho. Soy de Florida -respondió-. ¿Y tú?
-Sí, vivo allí.
-¿Y qué haces aquí? -quiso saber él.
-No lo sé -contestó Sky con una sonrisa-. Me escapé de casa con la intención de embriagarme. Evidentemente, lo conseguí.
Eso despertó el interes de Alex, que no dudó en entrecerrar sus ojos y observarla con atención.
-¿Por qué te escapaste? Espera, ¿eres menor? -preguntó, horrorizado.
Ella se rió.
-¡No! tengo veintiún años -le aseguró-. Me escapé porque tuve una discusión con mi madre -comentó, encogiéndose de hombros.
Alex asintió, comprendiendo. Con cada palabra que ella decía, él se convencía de que debía mantenerse apartado. Era dulce, simple y amable... todo lo contrario a lo que aspiraba. Alex nunca se consideró digno de una mujer de ese tipo, simplemente porque él no lo era. Y, por lo general, ni ellas se acercaban a él ni él a ellas. Por una extraña razón, Sky era la primera de ese tipo con la que él hablaba.
Y no parecía forzado, ni aburrido.
-¿Tienes hermanos? -preguntó ella.
-Eres demasiado curiosa, pequeña -señaló él, divertido. Se puso de pie, ignorando su pregunta, y caminó hacia la nevera.
No estaba acostumbrado a hablar amigablemente con mujeres que acababa de conocer, y mucho menos después de un revolcón. Era una novedad para él.
-Lo siento, pero me resulta extraño depender de ti para volver a mi casa y conocerte en absoluto -se justificó, un poco consternada-. Y no soy pequeña.
-Lo eres -insistió Alex-. Y, respondiendo a tu pregunta, no. No tengo hermanos -cedió, acercándose a ella y ofreciéndole una botella de agua.
Sky la aceptó y frunció el ceño.
-No eres un idiota, después de todo -opinó.
Alex sonrió divertido ante su atrevimiento.
-¿Eso crees?
-Lo estoy comenzando a creer -respondió, en tono bajo, aturdida.
La sonrisa que Alex le dedicó a Sky no fue de burla, sino de sinceridad. Y, teniendo en cuenta que era la primera que le dedicaba, tuvo que respirar hondo para controlar su pulso. Ya había admitido que era un hombre realmente apuesto, pero con una actitud asquerosa. En ese momento, su actitud asquerosa estaba siendo opacada por una sonrisa sincera y cortez que la estremecía, y no sabía cómo reaccionar.
Ambos decidieron volver a sus tareas sin intercambiar palabras, lidiando con emociones fuertes que jamás habían experimentado. Sky, por su parte, había tenido varias relaciones, pero ninguna memorable. Y Alex... sólo aventuras de una noche. Ninguno de los dos estaba acostumbrado a ceder ante sus emociones, simplemente porque nunca las habían sentido con tanta intensidad.
Luego de dos horas de un silencio tenso en el que Alex intentaba con todas sus fuerzas centrarse en su teléfono, Sky se irguió en su silla y se levantó con rapidez, controlando la respiración.
-Debo darme una ducha -le informó, con todo su cuerpo en tensión.
Alex frunció el ceño al mirarla.
-De acuerdo -dijo extrañado-. Allí está el baño -le señaló sin quitarle los ojos de encima.
Sky parecía otra. La joven amable y sonriente que le había estado preguntando cosas hacía dos horas había desaparecido, y en ese momento se hallaba frente a una mujer tensa, con pinta de estar a punto de sufrir un ataque de nervios.
Ella caminó con rapidez hacia el baño y cerró la puerta con fuerza. Una vez dentro, respiró hondo varias veces abanicándose el rostro con una mano. Hizo todo lo posible por superar el pequeño momento de crisis en el que el aire se resistía a entrar a sus pulmones y la obligaba a temblar de miedo. Se sentó y apoyó su espalda sobre la puerta, sintiendo su cuerpo sufrir escalofríos. El esfuerzo de superarlo la agotaba, pero debía hacerlo. Respirar. Respirar hondo, pausado y mantener su mente en blanco. No hacerle caso a los pensamientos que insistían en atormentarla. Cuando comenzó a calmarse, cerró los ojos y continuó respirando. Estaba empapada de sudor y se había quedado sin saliva. Sin dudarlo dos veces, se puso de pie con lentitud y se quitó el vestido por encima de la cabeza para luego abrir la ducha y meterse abajo.
Alex se quedó sentado en la cama, con la mirada fija en la puerta del baño y el ceño totamente fruncido. Durante unos largos minutos no había oído nada del otro lado y eso lo inquietó. Cuando estuvo a punto de acercarse para preguntarle a Sky si se encontraba bien, el sonido de la ducha lo detuvo. Aún alerta, volvió a fijar su atención en el teléfono, donde continuaba buscando sin cesar el nombre de Sky Wilson. Mientras buscaba los perfiles de Facebook por milésima vez, se encontró con uno en particular al que no le había prestado atención jamás.
Editado: 26.01.2022