La maldita historia de Rapunzel

Capítulo 8

 

Luego de un par de tragos, Sky se sintió abrumada y decidió parar. Clara, por su parte, estaba decidida a embriagarse y nada ni nadie la podría frenar. Ni siquiera su mejor amiga, que estaba de lo más aburrida en aquel bar, rodeada de gente que bailaba y saltaba con diversión, como si por un instante hubieran decidido olvidarse del mundo entero. Ella debería estar haciendo lo mismo, pero el recuerdo de su experiencia pasada no se lo permitía. Amanecer con otro desconocido, en otra ciudad y con la certeza de tener otra guerra con su madre no eran cosas que le llamasen la atención en absoluto. De hecho, prefería evitarlo. 

A medida que pasaban los minutos, Sky notó dos cosas: la primera, que los hombres se seguridad estaban dispersos entre la gente, vigilándola; la segunda, que estaban tratando de evitar que Sky volviera a salir del país. 

Nuevamente, se sintió atrapada. 

No importaba el lugar. Siempre estaría siendo vigilada. Siempre estaría bajo el control absoluto y certero de su madre. 

Respiró hondo y se separó de la barra en busca de un alivio. Buscó a su amiga, haciéndose lugar entre la multitud de personas, con la intención de bailar y divertirse. Generalmente, Clara no necesitaba compañía para bailar. Simplemente debía estar alcoholizada. Y, a ese punto, su mejor amiga estaba muy alcoholizada. La encontró en un rincón del bar, bailando con una mujer alta, pelinegra y de tez blanca. Se sorprendió, puesto que había creído que su relación con esa tal Abril era seria. 

Decidió divertirse sola.

Giró y fue hacia el centro de la pista, donde comenzó a moverse al ritmo de la música, imitando a las demás personas. Saltó, movió cada músculo de su cuerpo hasta hartarse y, cuando se agotó, volvió a la barra para pedir una copa. De repente, sentía una adrenalina avasallante. Quería descontrolarse. 

-¿Qué te pongo? -preguntó el camarero detrás del mostrador, inclinándose sobre ella para oírla por encima de la música.

-Vodka -pidió Sky, limpiándose el sudor de la frente. 

Esperó pacientemente que el tipo le preparara su bebida mientras movía lentamente sus caderas. Sintió una mirada clavada en su espalda, pero sospechó que simplemente se trataba de alguno de los hombres de su madre. No le habría dado importancia, si no hubiera sido porque aquella mirada la alteraba. Su cuerpo entró en tensión incluso antes de que él lo tocara. 

Unas manos grandes se apoderaron de sus brazos, enviando descargas eléctricas a cada centímetro de su piel. Sky cerró los ojos durante un instante, intentando frenar los latidos de su corazón. No era una mentira aquel viejo dicho. El cuerpo, efectivamente, tenía memoria. Y el suyo se negaba a olvidarlo. 

-¿Qué estás haciendo aquí? -El aliento cálido de Alex le rozó la oreja y ella se obligó a respirar hondo.

Sky, en un arrebato de sentido común, se apartó. No lo conocía, y no podía simplemente dejarse hipnotizar por un tipo con el que había compartido apenas algunas horas. 

Cuando lo tuvo en frente, notó que Alex había bebido. Mucho. Sus ojos estaban más entrecerrados de lo común, y sus mejillas sonrojadas. Eso, sin contar la sonrisa permanente que llevaba dibujada en el rostro. 

-Alex -pronunció, controlando el tono de su voz. Más que sorprendida, en realidad estaba aturdida. Su cuerpo reaccionaba al de aquel hombre sin sentido ni lógica y los latidos de su corazón apenas podían controlarse, porque ella recordaba perfectamente la última vez que lo había visto.

Alex sonrió. En su inconsciencia podía darse cuenta de quién era la joven que lo miraba con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Era ella. La había visto, nuevamente, cuando ingresó a aquel bar. Quería olvidarse del plan, de su madre y de todo lo que no había podido evitar desde que la conoció y, simplemente, llevársela lejos. Se repitió varias veces que su deseo, en realidad, se trataba de un capricho. Debía serlo. 

Irónicamente, incluso antes de dar media vuelta y salir de aquel bar, se encontró detrás suyo, anhelando tocarla. 

Y lo hizo. 

En ese momento, no sabía cómo continuar. ¿Debía decirle la verdad? ¿cerrar la maldita boca y marcharse de allí? ¿qué demonios debía hacer? No lo recordaba. Sólo tenía la certeza de que le gustaba estar cerca de Sky y que ese sentimiento estaba condenadamente mal. 

-Sky... tú... 

Ella se acercó a él para oírlo mejor, pero Alex cerró la boca. Sabía que las personas ebrias necesitaban un plus de paciencia, pero que siempre decían la verdad. Y estaba ansiosa por escuchar lo Alex quería decirle. Luego de verlo por última vez, se había imaginado muchas veces su reencuentro, si existía alguno, y ninguno se acercaba a aquella realidad.  

-¿Qué? -lo animó, dedicándole una sonrisa amable. 

Él arrugó la expresión y cerró los ojos. 

No quería verla sonreír. Odiaba que sonriera de aquella manera. 

-Estoy buscando... -balbuceó, mirándola fijamente-. Yo...

Ella asintió. 

-A tu hermana -terminó por él, pronunciando cada palabra con cautela.

Alex palideció. ¿Cómo demonios se había enterado? Su expresión debió de haberla divertido, porque Sky soltó una pequeña risa.

-Tranquilo, no estoy enfadada contigo. Tú me ocultaste que tenías una hermana, y yo te oculté mi verdadero nombre. Supongo que estamos a mano -se encogió de hombros. 

Él estaba atónito. ¿No lo sabía...? 

-¿Sabes quién es mi hermana? -preguntó con lentitud. 

-No, no lo sé, pero deseo que la encuentres. Es una historia muy triste y lo lamento. Debe ser duro -expresó ella, mirándolo con simpatía.

Algo en el pecho de Alex se removió. Ahí estaba otra vez. Sus ojos desprendían una luz de amabilidad que sólo había visto en una persona. Su madre. Sky tenía la misma mirada, la misma dulzura y suavidad que la mujer que lo había criado. Naturalmente, porque era su hija. Y odiaba esa realidad. 



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En el texto hay: romance, drama, humor

Editado: 26.01.2022

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