Sky se encontraba en el jardín, sentada al borde de la gran fuente de rosas que había elegido su madre para adornar el patio.
Miraba, sin mirar, y pensaba una y otra vez en Alex. Su mirada, su expresión, su actitud. Ella estaba convencida de que había logrado su objetivo, y eso la atormentaba. No dejaba de lamentar cada una de sus palabras, por muy necesarias que fueran.
Trataba de imaginarse lo que podría estar haciendo él en aquel momento, o Brenda. ¿Le habría dicho?
Cerró los ojos con fuerza y contuvo la respiración.
-Has tomado la decisión correcta, Sky -dijo Karol, detrás suyo.
Sky ni siquiera volteó. ¿Para qué hacerlo? No quería ver a esa mujer. La detestaba. Sin embargo, decidió dejarle claro que no había ganado.
-Si dejé Alex fue simplemente porque no quiero que le hagas daño -señaló-, no porque te respete. De hecho, olvidate de eso.
Karol guardó silencio.
-Algún día comprenderás...
-No, nunca lo comprenderé -explotó la joven, volteando para clavarle la mirada a la responsable de su infelicidad-. Nunca voy a comprenderte.
Decidió no decir ni una sola palabra más, y pasó por su lado sin rozarla. Se alejó de ella, anhelando no volver a verla jamás. La había robado, aportándola de su familia y de una vida normal. Le había arrebatado la posibilidad de crecer con una madre que la adorara realmente, sin trucos ni trampas.
¿Cómo podía continuar, sabiendo que a unos cuantos kilómetros de distancia su madre biológica estaba buscándola, deseando reencontrarse con ella?
Ni siquiera podía pensar en ello sin sentir que se quedaba sin aire.
Y Alex...
Santo cielo, se moría por abrazarlo.
Sky no bajó a cenar, y Karol se enfureció. Entendía que estuviese molesta por tener que alejarse de Alex, pero aquello era demasiado. Ella no tenía por qué soportar ese trato. Después de todo, simplemente estaba protegiendo a su familia. Protegía lo suyo, lo que le había costado meses conseguir y por lo que había trabajado cuidadosamente durante años. No iba a permitir que Sky tirase todo por la borda por un pequeño amorío con su hermanastro.
Subió las escaleras, dispuesta a darle una buena lección y, miró fijamente a los dos hombres que se hayan parados a cada lado de la puerta.
-¿No ha salido? -quiso saber con los ojos iluminados en furia.
-No, señora -respondieron al unisonido-. Ha estado encerrada toda la tarde.
Sin decir más, Karol golpeó la puerta con fuerza.
-Ábreme, Sky -ordenó, con la respiración entrecortada gracias a la irritación.
No obtuvo respuesta.
Armándose de paciencia, volvió a insistir y no recibió más que el mismo resultado.
-Sky -repitió, temblorosa.
Tal vez su hija estaba dormida. Quizá, simplemente se negaba a responderle gracias a su molestia. Seguramente se trataba de alguna actitud caprichosa, de aquellas que en ocasiones solía tener. Pero, en el fondo, un miedo intenso comenzó a recorrer el cuerpo de Karol. Una sensación de terror estaba esperando, pacientemente, a que ella entendiera que Sky no estaba en su habitación, ni en ninguna otra parte de aquella enorme casa.
Su mirada se dirigió, entonces, a sus guardaespaldas.
-Abran -dijo, señalando la puerta-. Tírenla abajo, si es necesario.
Se apartó y esperó a que ellos hiciesen su tarea. Uno de los guardaespaldas, Junior, empujó con su cuerpo esperando derribarla, pero no lo consiguió. El otro, Marco, que era incluso más grande que el primero, le indicó que se moviera y lo imitó, logrando que la puerta se abriese de un golpe seco. Cuando Karol echó un simple vistazo al interior, supo que ella no estaba ahí. La ventana estaba abierta de par en par el viento que se colaba movía las cortinas, dejando en evidencia la torpeza de su hija.
Se había escapado.
Karol respiró profundo, dilatando sus fosas nasales. Se llevó dos dedos al puente de su nariz y lo presionó con fuerza, tratando de apaciguar el dolor de cabeza que aumentaba con cada pensamiento que se le cruzaba por la mente. Ella no creía que Sky pudiera llegar muy lejos. Tenía decenas de hombres trabajando día y noche al cuidado de su seguridad, y confiaba en que no permitieron su fuga.
-Comunica al resto de los hombres. Que averigüen ya mismo dónde demonios está mi hija -aseveró, dando media vuelta y saliendo del cuarto.
Bajó las escaleras con una rapidez asombrosa y cruzó el recibidor para salir al jardín, donde la había visto por última vez. Recorrió el extenso patio, deambuló sin cesar por los rincones que rodeaban su mansión y no encontró ni una sola huella. Su equipo hacía lo propio, yendo de un lugar al otro y prestando atención a las posibles señales que le indicaran por donde había desaparecido.
Sky había sido cuidadosa. No había huellas en el cesped, ni ninguna otra señal que les permitieran hallarla.
¿Cómo demonios logró salir de allí?
¿Con ayuda de quién?
Karol regresó a la mansión y buscó a Jason, quien no dejaba de hacer llamadas.
-¿Alguna noticia? -preguntó intentando mantener la calma.
Jason fijó su mirada en ella y percibió su desesperación. Estaba a punto de perder los nervios.
Pero no podía ocultarle nada.
-Encontraron esta nota en su cama -le informó, sacando un papel doblado del bolsillo de su traje y entregándoselo con cautela.
Karol no perdió el tiempo. Abrió la nota con las manos temblorosas y leyó lo que había escrito su hija antes de irse. Cuando comprendió las palabras, el papel se le cayó de las manos y un escalofrío la recorrió de arriba abajo, helando su por completo su cuerpo.
Miró a Jason con la boca abierta y sus ojos inundados de terror.
-Ordena que encuentren a Alex Wilson -susurró, con la expresión llena de cólera-. Y mátenlo.
Su mano derecha se tensó, pero no pudo cuestionarle absolutamente nada. Karol pasó por su lado con la velocidad de un rayo, y desapareció del recibidor. Antes de hacer cualquier cosa, Jason se inclinó para agarrar el papel y descubrir el motivo de la decisión crucial de su jefa.
Editado: 26.01.2022