Alex regresó a su habitación de hotel con la intención de armar su mochila y largarse a Florida.
No tenía nada más que hacer en aquella ciudad. Cada vez que salía a las calles recordaba lo cerca que estaba de ella y se irritaba. ¿Para qué quedarse, si ella había dejado claro que no quería volver a verlo?
Después de todo, cada ciudad que visitaba era con la intención de encontrarla. Y ya lo había hecho, aunque no tuvo el resultado que estaba. Ahora, simplemente dependía de su madre convencerla de regresar a su vida. La que le correspondía.
Cerró la puerta de la habitación y volteó, encontrándose con Sky. Se llevó una mano al pecho de la impresión y ahogó una maldición, convenciéndose mentalmente de que verla allí no era producto de su imaginación.
-¿Qué demonios haces aquí? -preguntó, acercándose a ella sin poder evitarlo, completamente atónito.
Sky le sonrió con tensión. Había estado pensando en cada una de las palabras que le diría para convencerlo de que todo lo que le había dicho se trataba de una actuación, impulsada por el miedo que le insipiró la advertencia de Karol. Pero, en aquel momento, sólo pudo tratar de calmar los latidos alocados de su corazón. Los ojos verdes del hombre frente a ella la observaban con una fiereza indescriptible, hipnotizándola por completo.
Se armó de valor y tomó una gran bocanada de aire.
-Alex, lo que te dije no fue cierto. Ella... -cerró los ojos con fuerza, conteniendo la ira que le generaba recordarla-. Karol me amenazó con hacerte daño si no me alejaba de ti -dijo, por fin, dignándose a mirarlo-. Y yo jamás permitiría que...
Alex hizo algo estúpido. El alivio de saber que no se había equivocado con ella lo empujó a tomar entre sus manos el delicado rostro de Sky y besarla con fuerza, mandando al diablo la distancia que se interponían entre ellos.
Luego de un instante, se separó con busquedad y abrió los ojos con sorpresa.
¿Qué demonios...?
Sky, por su parte, se quedó inmóvil tratando de identificar cada una de las sensaciones que la recorrían. Podía, incluso, escuchar los latidos de su corazón que golpeaban con fuerza su pecho. Eso jamás le había pasado con nadie.
-Yo... -comenzó a decir Alex, pero Sky lo sorprendió acercándose nuevamente a él y besándolo con pasión.
Él se sorprendió, pero no titubeó. Presionó la cintura de la joven con firmeza, negándose a apartarse. La necesitaba. Estaba completamente enamorado, para su desgracia, y no podía hacer nada para evitarlo.
Luego de unos instantes, Sky aceptó que Alex era adictivo. Las emociones que la envolvían al estar cerca suyo no eran suaves, sino avasallantes. La consumía el deseo y la necesidad de tocarlo, de provocarle alguna sonrisa. Quería que él estuviese cerca, a todo momento.
Se separó de él lentamente, mirando fijamente sus ojos.
La actitud estupefacta de Alex la invitó a sonreir.
-¿Qué...? -pronunció él, llevándose una mano a la boca-. Esto no está bien -apuntó, cerrando los ojos con fuerza.
-¿Por qué? No somos hermanos -objetó ella, frunciendo el ceño.
Sky había pensado mucho en aquello. Sabía que para Alex era importante porque se mostraba arrepentido de haberse enamorado de la hija de su madre adoptiva, pero, para ella, no era ningún crimen. Lo deseaba, y él a ella. ¿Por qué debían reprimir ese deseo?
-De sangre, no -convino, acercándose a la cama y guardando sus pertenencias-. Pero compartimos la misma madre.
-Ni siquiera crecimos juntos -replicó Sky.
Alex la observó con detenimiento.
-No es necesario que hablemos de esto ahora, ¿o sí? -señaló, conteniéndose-. ¿Qué haces aquí?
Sky pareció recordar, de repente, a qué había ido. Se sorprendió con la faciliad que él lograba captar su atención, obligándola a olvidarse de todo el resto, por muy urgente que fuera.
-Me he ido -anunció, concentrándose-. No ha sido fácil, pero luego de saber de lo que era capaz con tal de retenerme a su lado, me di cuenta de que no podía continuar allí. Le dejé una nota y me escapé por la ventana -explicó con la mirada perdida.
Alex la observó perplejo. En un momento creyó que Sky era una mujer simple y dulce, que pensaba correctamente las cosas y evitaba tomar decisiones precipitadas con la intención de no lastimar a nadie. No podía entender cómo continuaba descubriendo cosas de ella, y como esas cosas le fascinaban. Lo que había hecho era, sencillamente, una locura imposible. Se había escapado de una residencia de alta seguridad, rodeada de oficiales preparados para custodiar cada paso que daba. Y lo había hecho sola.
-¿Cómo lo has hecho? -preguntó, sintiéndose admirado.
Sky sonrió. Los ojos iluminados de Alex la hicieron sonreír.
-Ser hija única en una casa enorme tiene sus ventajas. Lo más complicado fue escapar por la ventana -se encogió de hombros.
Alex sonrió. A pesar de la tensión que los rodeaba y del miedo visible que ella sentía, aún contaba con la capacidad de provocarle una ternura infinita.
Respiró hondo y se obligó a apartar sus ojos de aquella mujer maravillosa, para centrarlos en la pantalla de su móvil.
-Al parecer, debo decirle a mi madre que no venga -murmuró.
Sky abrió los ojos con sorpresa, repentinamente nerviosa. Sabía que su intención había sido encontrar a Alex y lo consiguió, gracias a su amiga Caroline. No le había costado buscar aquella cafetería de California y llamar por teléfono, buscando a Caro. Allí, pudo averiguar el hotel donde estaba hospedado Alex y, con la ayuda de Clara y Chris, llegó sana y salva sin inconvenientes. Pero, a pesar de haber sobrevivido a una fuga con todo un equipo de seguridad en contra, no estaba preparada para estar frente a frente con la mujer que le dio la vida. Sentía pánico.
-¿De qué hablas?
Él pareció darse cuenta del cambio de actitud de Sky, y le sonrió para tranquilizarla.
Editado: 26.01.2022