La manifestación del amor | Completa

15

Josh

La mujer mayor llamada Claudia nos había invitado a comer con ella ese día en el refugio de animales tras salvar al pequeño gato. Al parecer, estaban rescatando otros gatos que se perdieron y Maxine estuvo toda la mañana ayudándola con eso hasta que tuvo la increíble idea de trepar ese árbol y salvar al gato. 

Era un animal cachorro no debía de pasar los tres meses y no dejaba de hacer un ruido extraño, como esos que hacen los motores de un auto. El gato se restregó en mi piernas y yo las hice a un lado. 

Estábamos en un salón grande, donde habían puesto una mesa rectangular larga que abarcaba todo el espacio. La comida estaba servida alrededor de esta y muchas personas fueron llegando. Me preguntaba donde estaban todas esas personas del refugio cuando necesitaban encontrar a esos gatos. 

Al parecer, solo se aparecían para la comida y ya. 

Miré a Maxine, que se sentó a mi lado. 

¿Por qué había arriesgado su vida a ese grado? 

Después de atraparla, hubo un momento extraño en el que sentí algo en mi pecho. No supe si fue miedo de que se lastimara o nervios. Había prometido que la atraparía y cuando eso pasó, me quedé paralizado. No fue hasta ese momento, bajo la luz de la tarde y con el gato que llevaba bajo su suéter que me di cuenta del color exacto de sus ojos.

Eran de un café sucio mezclado con ciertas tonalidades verdes. No se notaban de lejos, pero de cerca, se veía casi embriagador. Hubo unos segundos qué se sintieron eternos hasta que la solté. 

El gato volvió conmigo y se me subió al regazo. Yo lo empujé y Maxine pareció determinada a asesinarme. Sus ojos estaban a dos segundos de lanzar bolas de fuego. 

—¿Por qué empujas al gato? 

—Está de encimoso. 

—Es porque le caes bien, no te está haciendo nada. 

—Es poco higiénico. 

Puso sus ojos en blanco, luciendo harta. 

—En realidad, los gatos son muy limpios. Incluso más que nosotros. 

Miré al pequeño animal, estaba haciendo de nuevo ese sonido raro y me miraba como si fuera alguna clase de salvador. 

—No me gustan los animales. 

—Lo sé, pero quizá si convives con ellos puedes aprender a amarlos. 

—Lo dudo mucho. 

Ya estaba comprobado que los animales me ponían de los nervios, incluso este pequeño gato encimoso. Tuve que dejarlo dormirse en mis piernas porque no parecía querer irse a otro lado. 

Maxine se rió de la escena. 

—Parece que le gustas. 

—No lo comprendo, a mi no me agrada él. 

Pero no le importó, se echó a dormir como si su vida dependiera de ello y Maxine no dejaba de burlarse. 

En la comida, Claudia, la dueña del albergue nos agradeció el apoyo y procedió a repartir la comida entre todos los presentes. Maxine me explicó que ella y su hermano llevaban varios meses apoyando a ese albergue para lograr que las personas adoptaran animales. Usualmente estos animales eran rescatados de las calles y ellos de encargaban de darles alojo y comida hasta encontrar una familia para ellos. Tal era el caso de este gato, que se llamaba Miauricio. 

—Estamos buscándoles un hogar, lo merecen, ¿no lo crees? —dijo Claudia mientras acariciaba un perro de pelaje negro. 

Maxine le sonrió. 

—A Joshua no le gustan los animales —comentó en tono maligno. 

—No los odio, solo no… 

—Quizá necesites convivir más con ellos, ¿por qué no vienes un día de estos? —intervino Claudia. 

—No… no creo que… 

—¡Es una idea perfecta, aquí estaremos!  —interrumpió Maxine. 

Ella nos sonrió y se fue satisfecha. Miré con el ceño fruncido a Maxine. 

—Estás loca si piensas que voy a venir a ver animales. 

—Es perfecto, necesitas un sueño y que mejor que verlo a través de los animales. Ellos te guiarán por el camino correcto. 

Realmente dudaba eso. 

Sin embargo, esta tonta apuesta me obligaba. 

 

En los siguientes días traté de contactarme con el doctor William para agendar una nueva cita de forma que pudiéramos hablar sobre las pruebas y los documentos falsos que mostraron los manifestantes. Le había pedido a Maxine que me entregara esos documentos para analizarlos y saber quién pudo haberlos filtrado, al menos parte de ellos, porque estaba convencido de que los modificaron a propósito. La belleza de Atenea ya llevaba más de diez años en el mercado y no era la primera vez que alguien trataba de difamar a la compañía. Algo que podía admitir desde mi ingreso como director general era que nunca habíamos tenido un problema así.

Entonces apareció Maxine con sus documentos “filtrados”.

Fue difícil programar una cita con el doctor William, usualmente respondía de forma rápida los correos, pero en esta ocasión parecía estar evasivo. ¿Se habría molestado aquella vez por la insistencia de Maxine? 

Después de todo, a muchos trabajadores no les gustaba que cuestionaran su trabajo y sin duda Maxine y esos manifestantes hicieron pensar que todo lo que hacíamos era horrible. En su mente debíamos de ser los villanos de una historia mal contada.

Los documentos que me compartió ella eran fotos tomadas desde un celular de baja calidad, sin embargo, podían verse permisos firmados y autorizados por el doctor William. Tuve que ingresar a otros documentos para comparar las firmas y tratar de ver si estaba falsificada. ¿Era posible que un empleado de bajo rango tuviera acceso a esta clase de documentos?

Necesitaba conseguir la lista de empleados que trabajaba al lado del doctor William, saber si alguno de ellos habían dejado la empresa unos días antes de la manifestación. Marqué a Kennedy para pedirle esa información. Estaba demasiado concentrado en eso que cuando Maxine entró a la oficina no siquiera me di cuenta. 

Acomodó una taza de té en mi escritorio y un par de galletas. Alcé mi mirada y la encontré viéndome, parecía algo extraña, como si estuviera apenada de dejarme esto. 



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En el texto hay: romance, enemiestolovers

Editado: 12.07.2024

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