La Marca Sagrada

CAPÍTULO 4.

TOLK.

La imagen de aquella chica viéndose amenazada ante un demonio se ha quedado grabada en mi memoria, por las noches ya no puedo dormir pensado en ellos o quizá es el miedo y un montón de sentimientos encontrados los causantes de mi permanente insomnio. Intenté volver a mi casa, ver a los míos, dar la información a mi superior y ver a mi madre, pero tarde comprendí que nada sería igual, cuando llegué no estaban, el lugar en el que  había crecido estaba tan desolado como nunca antes llegué  a verlo, el aire olía a sangre y azufre, ese olor hacia que mi estómago se retorciera, no sabía qué hacer ni a donde ir, solo sabía que no  podía quedarme en Erlond.

He pasado muchos días divagando por tierras pérdidas, escondiéndome de los humanos porque dos de ellos intentaron matarme, a la vez ellos también se escondía de algo, de los demonios, no tengo un plan específico, en tiempos de guerra los civiles buscan refugio dentro de las fortalezas de su nación, la mía ha caído mucho antes de saber que estábamos en guerra, por suerte Shidet mantendrá en pie su fortaleza, ahí buscare refugio, el gran mago no puede negarle refugio a nadie, los elfos hemos luchado al lado de su legado desde siempre, no me dará la espalda por el hecho de ser un elfo sin magia.

Gracias a mi desarrollado olfato he logrado evitar lugares peligroso, donde sea que huela a azufre me alejo lo más rápido posible, prefiero toparme con humanos  que con demonios, con los segundos tengo un final inevitable, con los primeros quizá cuente con un poco de suerte, sé que no todos los humanos son peligrosos pero mi madre siempre ha dicho que de los humanos nunca hay que fiarse.

Camino por un lugar repleto de  bayas silvestres y tomo algunas de ellas para comerlas, justo antes de llevarlas a mi boca me detengo, ¿estará bien comerla? La verdad es que de frutos  silvestre no sé nada, ni siquiera sé si voy en dirección correcta, pero estoy seguro de que si no las como moriré antes de hambre, el sabor agridulce de lo que se ha convertido en mi alimento inunda mis papilas gustativas, no sé si me agrada o no  pero estoy tan hambriento que logro deshacerme de mis pensamientos y comerlas de una vez por todas, mientras llevo la última baya a mi boca el crujir de las hojas me hace detener, son pisadas pequeñas, está claro que no son las de un demonio pues las que escucho son muy ligeras, humanos, son varios, las pisadas indican varios  de ellos, quizá seis o más, me pongo nervioso, el eco del bosque hace que no logre averiguar de dónde vienen, está brisando y mi olfato me engañan, rezo a todos mis ancestro para que sean humanos de los buenos.

—Deténganse— dice una voz masculina en tono bajo— hay alguien ahí.

Miro a todos lados pero no logro ver a nadie.

—Es un elfo— Dice alguien más, está es una voz de mujer.

—¿Un elfo? — dice otro, y sigo intentando verlo pero no logro hacerlo, se quedan en silencio, solo el sonido de las hojas y la brisa inundan el lugar, el silencio repentino hace que mi nerviosismo aumente y hago la única cosa que se hacer bien.

—¡No dejen que escape! — grita alguien  a la vez que intento huir, mis piernas corren lo más rápido que pueden  y escucho pisadas ir tras mí, cometo un error y miro hacia atrás, mi padre decía que no está bien mirar hacia atrás sino es para aprender, y tenía razón, el hombre que me sigue está muy cerca,  ¿a dónde se han ido los demás? Miro hacia los lados  y veo a dos hombres seguirme, el miedo enlentece mis piernas y como es natural, el nerviosismo enredan mis pies y hacen que caiga.

—¿Pero que tenemos aquí? — dice un chico unos años mayor que yo mientras me mira desde arriba y con superioridad, tal cual me han mirado todos durante toda mi vida, intento ponerme de pie pero este con su pie me lo impide, lo pone sobre mi pecho y hace que mi cuerpo se pegue mucho más al suelo, duele y me quejo aunque intento reprimirlo.

—Déjalo Charlie— dice un chico de tez morena apareciendo a nuestro lado —¡Déjalo! ¡Que es un niño! Grita pero Charlie me aprieta con más fuerza.

—No es un niño, ¿qué no ves esas orejas? ¡Es un elfo! — Dice Charlie sonando enfadado —¿Eres un elfo? ¿A que sí? — dice mientras me quita el pie de encima y levanta bruscamente con sus brazos.

—¡Suéltame! — le grito, siento que lágrimas bajan por mi rostro, odio que pase esto cada vez que tengo miedo, Charlie lo nota y se burla — Mira simón, no es un niño ni un elfo, es una nenaza.

El chico al que ha llamado Simón está  a punto de decirle algo pero otra voz interrumpe.

—Suéltalo ya Charlie— habla en tono autoritario, es un adulto, detrás de él una mujer y otro adulto miran la escena con desaprobación, el hombre se acerca a Charlie y tocando su hombro este sede y me suelta, me desplomo nuevamente, los humanos empiezan a discutir, veo mi oportunidad e intento huir pero alguien me detiene, esta vez se trata del chico llamado Simón.

—¡Es un elfo! — grita Charlie con exasperación.

—¿Qué tiene que sea un elfo? —las palabras salen de mi boca antes de pensarlas, todos me miran.

—¿Qué tiene? Son unos traidores, tú raza es el significado de la palabra traición, ¡maldita rata repugnante! — antes de verlo venir Charlie golpea mi rostro.

—¡Basta! — Grita uno de los hombres— Simón, Atalo al árbol—ordena.

Intento defenderme pero Simón, a pesar de su delgada contextura es fuerte o quizá yo soy muy débil, ata mis muñecas y  mi cuerpo alrededor del árbol, luego todos desaparecen.




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