ஐ TIEMPO PRESENTE ஐ
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Era cerca de la media noche, la luz de la luna llena iluminaba el jardín de hadas y la paz y el silencio reinaba en el lugar. Anjana, cuidadosamente, miró hacia todos lados y al comprobar que no había nadie cerca y que todas las hadas dormían, tomó su forma humana y caminó con sigilo entre las flores, disfrutando su aroma. Miró con tristeza su brazo, la horrible cicatriz que cubría casi todo el dorso y la muñeca le incomodaba mucho. La hacían sentir un monstruo y no permitía que nadie la viera.
Todo el tiempo se ocultaba entre las ramas de un frondoso árbol al fondo del jardín, desde aquél desafortunado incidente, sin permitirse convivir con nadie... Excepto con Darren.
Una sonrisa discreta iluminó su rostro al recordarlo.
La tarde que la lastimó, él regresó al jardín a buscarla, cuando la encontró le pidió perdón, con lágrimas en los ojos. Le dijo que él no sabía de la magia que había en ese lugar y que ya le habían explicado que ellas eran hadas. Que nunca fue su intención lastimarla, pero que era tan bonita, que era mucho más bonita que todas las demás, que no pudo aguantarse las ganas de tocarla. El niño lloró mucho, le pidió perdón una y mil veces y le suplicó que saliera. Ella no lo hizo, no ese día, aún se sentía asustada y adolorida, además, su ala rota la avergonzaba. No quería que la vieran así, mucho menos Darren.
Sin querer, soltó otro suspiro.
Desde aquel día, él había ido todas las tardes a hablar con ella, a pedirle perdón y a conversar. Incluso, llevaba un pequeño dedal con unas gotas de miel, para que ella se alimentara y lo dejaba con cuidado sobre una rama del árbol. Se quedaba ahí conversando de todo, y ella lo escuchaba atentamente, oculta entre las hojas del árbol. El pequeño Darren le contaba de su escuela, de sus compañeros, de los partidos de futbol que jugaba, de sus hermanos y las bromas que hacían entre ellos, de los programas de televisión que miraba o de las canciones que le gustaban. Una tarde, estaba ella tan entretenida escuchándolo narrar una película que olvidó ocultarse y avanzó hacia el dedal a beber la miel. Cuando Darren la descubrió se quedó en silencio, mirándola asombrado, Anjana se congeló en su lugar sin saber qué hacer. De pronto, el niño esbozó una sonrisa esplendorosa y, como si nada, continuó narrando la película. Anjana, tímidamente, se quedó ahí bebiendo miel y escuchándolo hasta que él se despidió y se fue prometiendo regresar al día siguiente, como siempre. Y así fue. No había día en que el joven no fuera a visitarla a lo largo de todos estos años. Incluso cuando crecieron y él entró a la universidad a estudiar medicina, seguía visitándola todos los días. Excepto cuando debía hacer guardia o cumplir con sus internados. Entonces era la misma Oonagh, su madre, quien venía a traerle el dedal con miel y conversaba con ella un rato al tiempo que disculpaba a Darren por su ausencia.
Anjana disfrutaba muchísimo las tardes que pasaba escuchando a Darren. Él era su ventana al mundo, por medio de él se enteraba de lo que sucedía fuera de ese jardín encantado. Su timidez aún era extrema y seguía sin convivir con las demás hadas quienes, cansadas de insistirle en salir, habían decidido respetar su aislamiento. Sólo cuando Darren salía al jardín es que ella se asomaba, incluso habían tomado la costumbre de que él, con mucho cuidado, extendía un dedo para que ella subiera a él y luego, con delicadeza, la colocaba sobre su hombro para poder caminar entre las flores mientras conversaban.
Anjana sonrió ¿Conversaban? ¡Claro que no! Ella jamás hablaba, no cuando siempre que estaban juntos mantenía su forma de mariposa. Pero le fascinaba escucharlo, aprendía mucho de él y lo único que la incomodaba un poco, o un mucho, era no poder consolarlo cuando Darren regresaba del hospital deprimido porque había perdido un paciente.
La joven soltó un suspiro y se inclinó a la orilla del estanque mirando su reflejo en el agua.
― ¿Qué pasará si me llega a ver así? ― Se preguntó con preocupación. ― ¿Le pareceré bonita? ¿Le agradaré? ¿Pensará que ya no lo necesito y dejará de visitarme si me ve como humana?
Luego miró su mano con la horrible cicatriz y soltó un suspiro de frustración.
― Esto lo alejaría, definitivamente. ― Pensó con tristeza.
Se levantó y, en silencio, caminó de regreso, bajo la luz de la luna, a su árbol.