Alexander entró al palacio con paso furibundo y una expresión tan molesta en su rostro que todos evitaron ponerse en su camino, aun no puede creer en el atrevimiento de su hermano menor de oponerse a su reinado y más aun que varios de sus soldados desertaran para unirse a Iván. Apretó los dientes sin disimular su ira. Byron que caminaba del lado opuesto se detuvo frente a él inclinando levemente la cabeza en silencio, ya ha notado que el rey anda enfurecido sin embargo debe cumplir con su misión de notificarle el estado de las cosas en su ausencia.
—Dime que hay problemas y te mando a cortar la cabeza —lo amenazó Alexander observándolo fijamente con sus ojos de color negro.
—Señor —respondió Byron con tranquilidad, esta acostumbrado a este tipo de amenazas—. Lamento decirle que debí mandar a su madre y a Fátima a prisión.
El rey levantó la mirada arrugando el ceño sin entender el atrevimiento de aquel hombre de mandar a su madre y a su amante al calabozo. Si no tiene una razón de peso lo estrangulara en este mismo lugar, pero reconoce la lealtad y el buen trabajo que Byron siempre ha cumplido a su lado por lo que mantiene el control en espera de la explicación, la cual es seguro que exista.
—Ambas intentaron liberar a la señorita Alejandra de su prisión —agregó con seriedad.
Si ya sentía ira al sentirse traicionado por su hermano el escuchar que su madre y su amante también le jugaban sucio no hizo más que acrecentar su odio y maldad. Desvió la mirada conteniéndose para luego volver a detenerse en la tranquila expresión de Byron.
—Manda a llamar al verdugo y trae a esas dos a la sala del trono, pero antes quiero que me escuches, te daré una orden y espero que seas leal, no olvides que si no fuera por mi estarías muerto, escucha atentamente lo que te diré.
—Sí, señor, obedeceré la orden que me de, sea lo que sea —respondió con seguridad Byron.
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—Vamos, vamos, vamos —se dijo a si misma Alejandra con los ojos cerrados y con sus manos alrededor de un pocillo de barro con agua que le habían dado hace unos momentos para que bebiera.
Abrió los ojos suspirando desilusionada, ¡¿Por qué no puede manejar el agua como lo había podido hacerlo cuando estuvo a punto de morir ahogada en el pozo de los cadáveres?! Pateó el suelo frustrada dando vueltas desesperadas dentro de aquella sucia celda. Ordenó su cabello intentando calmarse, no puede rendirse. Tomó el pocillo y de inmediato alejó su mano, esta caliente, el agua dentro de aquel, hierve.
—¿Pero porque está caliente ahora? —se preguntó sin entender si es a causa de ella o no.
—Porque estas utilizando el odio como tu fuente de poder —murmuró una anciana, sucia y encogida, desde una celda cercana a la suya.
La mujer de rostro deteriorado la observó con dureza y luego volteó siguiente en su extraño juego de juntar paja sin razón aparente.
—¿Y eso está mal? —preguntó Alejandra desconfiada de aquella extraña.
—El poder de la mujer del manantial debería tener su núcleo en el amor a los otros —carraspeó la anciana molesta por la pregunta— ¿Acaso no te lo dijeron las sacerdotisas?
—"Apóyate en ti" —repitió las palabras que le había dicho la sacerdotisa superior— ¿A eso te refieres? Pero antes con el odio pude manejar ese poder...
—Un poder horrendo y distorsionado, no solo fue tu odio fueron tus ganas de vivir, pero el cual te hubiera llevado a matar a quien ahora añoras más que nunca —señaló la mujer.
Guardó silencio y volviendo su atención al pocillo se concentró pensando en Iván, en su bebé, en su padre, en Laurence, en todas aquellas personas que son importantes para ella. El agua dio un brinco casi volcándose. Retiró las manos con sorpresa y sonrió.
—Insuficiente —se quejó la mujer—. Con eso no lograrías ni salvar a una rata. ¡Concéntrate, niña estúpida! —la reprendió repentinamente.
Pensaba reclamarle por la forma como la trataba pero la anciana la interrumpió con brusquedad.
—Cierra los ojos, concéntrate, ¿Logras ver algo? —suavizó su voz.
—No, solo oscuridad —respondió con sinceridad.
—Estas enojada por haberte llamado "niña estúpida", ¡Debes controlar tus sentimientos! Quita toda la ira de tu pecho, concéntrate, busca dentro de ti, busca la calidez que la compañía de quienes te rodean encienden. ¿Puedes verlo ahora?
—Es... como una especie de calor... veo acercarse esfera azul —susurró sin saber si es eso lo que debe buscar.
—Bien hecho, ese es tu poder, intenta que se dirija hacia tus manos —le indicó de inmediato.
—Es difícil pero creo que lo estoy haciendo —señaló arrugando el ceño al intentar mantener esa energía fluyendo hacía sus manos.
—Abre los ojos y vuelve a concentrarte en el agua de ese pocillo, intenta que se levante.
Observó el agua sin pestañar y levantó sus manos para que esta se levantara, el agua se levantó y quedo suspendida sobre su cabeza entre sus dos manos. No puede creerlo, esta a punto de saltar de emoción.
—Mantente concentrada, haz que el agua vuelva a su pocillo —le habló con severidad.
Pero el grito de una mujer la hizo perder la serenidad haciendo que perdiera el control y el agua cayera encima de su cabeza.
—¡Te dije que mantuvieras la concentración! —la reprendió la anciana.
—¿Que fueron esos gritos? —preguntó preocupada sin importarle el reto que acababa de recibir.
—La reina y la amante del rey fueron hechas prisioneras por traición —respondió un sujeto ubicado más al fondo.
No entiende del todo de qué tipo de traición podían estar siendo acusadas, pero algo le intrigó y por eso volcó su atención en la anciana que volvía a su extraña labor de juntar paja.
Editado: 16.03.2023