La Medicina Del Dolor

10.El Último Adiós

DIEZ

 

Era un nuevo año, igual que el anterior y nada era distinto. La primavera llegaba en un abrir y cerrar de ojos, como la aurora que rejuvenece los álamos que suelo ver.

Aquella mañana mientras estaba sentado por el viejo parque el cuál había conocido a Jeannette, ella me traía tanta nostalgia de volver a estar en este lugar. Vi nuevamente el cerezo que cada año aparece en este lugar, solamente cuando lo veo recuerdo de que éste se marchita tan repentinamente como mi vida y vuelve a nacer, una historia nacía y otra terminaba y la mía llegaba a ese rumbo. Sabía que después de todo estaba bien a mi alrededor, aquella mañana vi a Richard salir de un bus, tanto tiempo había pasado que su viejo rostro había cambiado como si su antiguo él hubiese muerto y no había nacido nuevamente, cuando me volvió a ver me había dicho agradecidamente lo feliz que se sentía volver a verme, la razón fue simple y era en el mundo en el que vivía. Solo sabía de qué estaba curado y creo que era mejor que estuviese encerrado en un manicomio que lo sentenciaran.

Cuando regresé de mi casa en el buzón de entrada llegó una carta de muy lejos. Su firma me parecía conocida, y sabía claramente de quién era esa firma cuando la vi mis manos sudaban de los nervios y de saber lo cuanto me entusiasmaba volver a ver una carta de ella, mi madre después de diez años nuevamente me escribía una y decía lo siguiente:

 

Mi estimado y bello hijo:

Hoy nuevamente te envío una carta después de tanto tiempo, porque quería saber cómo estabas. Últimamente no he estado tan bien de salud, pero puedo decirte que estoy bien, a veces anhelo con frecuencia que será de tu vida, alguien hace mucho tiempo me contó que ya tienes mujer y me digo a mi misma que afortunados son los que no se esfuerzan por casi nada de la sociedad sino por ellos mismos, me asombraste tanto y había leído tu libro en mi país lo venden algo caro, pero sin embargo aquí estoy bien, ojalá pueda volver a verte si así el destino lo permite.

 

Al entrar a mi casa estaba Jeannette acostada tirando su último aliento, su rostro ahora era más pálido y sus ojos se derretían como el hielo gélido puesto al sol, tomé su mano la cual era para mí algo suave y delicada como la porcelana y la vi directamente a los ojos y dije:

 

-Tu, cosa bella y preciosa la cual ha sufrido tanto pero has disfrutado con gloria y recuerdos los momentos más inolvidables que cualquier ser haya logrado tener, debo decirte que muy pronto mi marcha vendrá y no sé si te vuelva a ver, talvez duraré un mes o más y no sé si estarás viva para aquel entonces, pero solamente quiero decirte que te amo con todo mi corazón y que ojalá sigas con vida si vuelvo y si no lo estás quiero que al menos cuando me vaya tomes éste collar dorado, lo tenía todo el tiempo y mi padre me dijo que el día en que encuentre a la persona indicada se lo diera pues aquí está guardado desde hace años mi bella y querida la cual tengo tanto aprecio.

-Debo decirte que éstos serán los últimos días más bellos que he logrado tener, que talvez no haya durado y que haya sido eterno pero nuestro amor nunca será olvidado, si mi padre supiera de que he conocido al hombre más atractivo y bello, ese serías tu que me has brindado lo que cualquier persona no haría antes de morir, no logramos tener hijos pero aprendimos nosotros al como querernos al igual que así nuestros padres nos lo dieron a nosotros solamente te digo, ¿te gustaría volver a salir por esta última vez?, como un último adiós ante todo.

-En las horas radiantes, llenas de luz y esperanza como no dejaría perder mi último recuerdo, he renunciado tantas cosas para ayudarte y solo espero que el peso recaiga sobre tu conciencia querida.

-Que así sea.

Mi piel se erizaba cuando ella me había abrazado, solo les juro que nunca había sentido tanto afecto como la vez que ella me lo había dado a mí y ahora sé que anécdota contar, la bese tantas veces como probar tantas veces la misma paleta, me alimenté tantas veces de su amor como el que yo le dejé a ella, al fin y al cabo era como si este solitario corazón hubiera recuperado su agonía de ser amado y huir del dolor  que había tenido como si una antorcha me hubiese quemado por completo, el virus se extiende pero el amor más, el cáncer persiste ahí pero la medicina del dolor es la cura ante cualquier cosa. Tantas anécdotas, tantos recuerdos me hacen volver al pasado y reconstruir todo y yo no era el único ser amado, suponía que mi hermano Hugo también lloraba con fuerza al saber que era el hijo de Christopher.

Al salir a la calle agarrado de la mano con ella vi una noticia y era la prohibición del transporte de medicinas hacia Montreal y que estaba investigando sobre aquellas personas que las llevaban, supongo que una de esas víctimas era Clint, pero él era astuto así que era bastante difícil que algo le sucediera, me senté al lado de ella en una banca, de echo en la misma en la que la había conocido donde agarraba el bus para ir a trabajar y me dijo:

 

-Este lugar me trae tantos recuerdos sabes, aun me acuerdo cuando era esa fuerte tormenta gris en la cual tú me ayudaste ahí te conocí.

Pensé que ella se iba a olvidar nuevamente de como la conocí, pero no fue así.

Pasaron diez días los cuales se fueron tan rápido y Jeannette estaba durmiendo así que aproveche y decidí irme no sabía cuándo iba a volver, pero de lo que si estaba seguro era de que después de tanto tiempo volvería ver a mi madre. Entonces me fui todo parecía estar tranquilo las hojas anaranjadas del antiguo otoño primaveral no dejaban de caer por la ciudad y a veces los días cada vez se hacían más fríos. De repente cuando llegué al aeropuerto tomé mis maletas por un lado sentía tristeza y sabía que iba a extrañar a Quebec, pero sabía que pronto volvería, que no era el fin del mundo ni que nada cambiaría y entonces cuando me iba alguien de lejos iba corriendo frente a mis ojos hasta que por su cabello y era nuevamente Jeannette y me jalaba fuertemente la camiseta y le dije



#36781 en Novela romántica

En el texto hay: romance, drama

Editado: 23.05.2020

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