Me quedaba un largo camino por recorrer hasta llegar a Epheria, la capital. Había madrugado para aprovechar el día, ya que no sabía cuándo Alas de Cuervo iba a atacar a la realeza y también para utilizar la gran cantidad de dinero que gasté, en desayunar en el hotel, ya que venía incluido. Lo que no me esperaba, era encontrarme con Iris y Blake. Me los topé en la salida, cuando estaba a punto de comenzar la caminata. Me dijeron que su misión había sido un éxito y que se iban a COED, nuestro centro de operaciones. Está a más de dos horas en tren desde Harmely. Nos quedamos ahí hasta que el CEO nos diese otra misión que cumplir o hasta recibir una carta, la mayoría de gente anónima, de encargos que quisieran que hiciéramos; asesinatos, robos, espionaje e infiltración entre otros, con el fin de atrapar a aquellos que desafían la ley.
Las organizaciones comenzaron hace más de un milenio, en la guerra de las profecías. Las artes mágicas eran de uso común y tanto los magos como las brujas experimentaban día a día nuevos encantamientos, a tal punto, que estas personas amadas por su magia y bondad, se volvieran las más odiadas debido al abuso de poder, egoísmo y superioridad, comenzando así una inevitable guerra. A partir de entonces, pequeños grupos de personas iban en busca de aquellos malhechores para acabar con ese conflicto que se había formado, hasta extinguir el ocultismo. Esas asociaciones siguieron en pie para impedir que los crimenes aumentarán en esa época de penuria, hasta la actualidad. Se dice que siglos después, algunas personas aprendieron de nuevo el arte de la magia al encontrarse varios de esos libros entre las ruinas, no obstante, solo son meros rumores.
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Epheria, la capital y ciudad más grande de todo el país. Sus calles desprendían festividad y júbilo todo el año debido a sus continuas celebraciones; competiciones, mercadillos, banquetes... Hoy al parecer era uno de esos días, según el cartel que encontré nada más llegar en una pared. Este ponía que hoy se celebraría el centenario de esta maravillosa ciudad desde que se fundó.
«Una oportunidad perfecta para un asesinar a los reyes» —Pensé en los planes de Alas de cuervo.
El cartel describía un gran baile en el jardín del castillo mientras que la realeza agradecería a todos y cada uno de sus habitantes por dar vida a la ciudad. Tendría que tener cuidado ya que no sabía quién o quienes eran ese tal Alas de Cuervo, por lo que debería vigilar muy bien cada uno de los invitados.
Estaba anocheciendo cuando los primeros ciudadanos entraban por la gran entrada amurallada que daba al hermoso jardín. El castillo estaba apartado de la ciudad por un extenso camino de cerezos en flor. Los invitados llegaban en carruajes negros tirados por dos magestuosos caballos que al llegar a la entrada, bajaban del vehículo mostrando sus mejores galas.
Me encontraba en uno de esos transportes, preparada para cualquier mínimo movimiento que delatase los planes de Alas de Cuervo. Al bajar, la iluminación de las farolas resaltaron los pequeños brillos que procedían del vestido azul que llegaba hasta el suelo, haciendo destacar mis ojos verdosos. Parte de mi cabello ondulado estaba sujeto por una diadema de diamantes, dejando suelto el resto. Antes de dar los primeros pasos, agarré la funda de violín en la que en su interior se encontraba mi espada. No debía destacar entre la multitud ya que eso haría que Alas de Cuervo no apareciese o que pospusiera sus planes, por lo que nada más llegar a Epheria me dirigí a una tienda de vestidos de novia para alquilar la vestimenta y calzado que llevaba puesto. En cuánto a la funda del violín, la compré en una tienda de música y para finalizar el recorrido, me había hospedado no muy lejos del castillo para dejar mi ropa y demás cosas.
El primer paso que dí fue más complicado de lo que imagine con aquellos tacones de aguja que había escogido y por ello me maldije a mi misma por haberlo hecho. Los dos guardias de la entrada, altos y serios, me pidieron educadamente que enseñara lo que había en el interior de mi supuesta funda para el violín. Me limité a sacar una tarjeta de mi organización que llevaba en el bolso, también alquilado. Los dos hombres se hicieron a un lado al instante. Las ventajas de ser miembro de una asociación son que puedes entrar con armas o sin pagar en ciertos recintos.
Una vez dentro, una pequeña banda tocaba el violín, haciendo que el ambiente fuera relajante. Unos cuantos camareros iban de un lado para otro ofreciendo bebidas o pequeños aperitivos. Algunas personas bailan al son de la musica y otras hablaban alegremente sobre sus vidas mientras comian deliciosos postres de una larga mesa con todo tipo de manjares. Me acerqué a esta y cogí uno de los bombones que se encontraban sobre un plato. Miré por los alrededores, observando cada una de las personas, buscando algún objeto o expresión extraña.
—Ey — Me desconcentró una voz masculina—. Te he estado observando en la entrada con esos guardias, ¿De que organización eres?
Le miré frustrada, no me gustaba que se interpusieran en mi trabajo.
—De Drac... ¡Un momento! —Caí en la cuenta antes de decir el nombre— ¿Tú también eres de una organización?
El chico de pelo castaño se rió despreocupado y le dió un sorbo a su copa.
—Con que los Dracon, eh —Adivinó por las pocas palabras que mencioné— Soy de Black Force —Prosiguió mientras levantaba una manga de el esmoquín para enseñarme el logo de su organización en su antebrazo.