Desde que tuve uso de razón, me había creído lo que Adrien me dijo sobre mi pasado, sin cuestionarlo siquiera. Entonces, me di cuenta de que mi vida podría no ser lo que pensaba que era cuando me contó la verdad sobre dónde provenía. En un principio pensé que era toda una broma de mal gusto, pero en lo más profundo de mi ser, sabía que todo aquello era real. Después de aquello, las personas que amaba iban desapareciendo de uno en uno, como si la maldición de Stamina fuera cierta y mi futura yo estuviera en lo cierto. Una niebla se cernía sobre mi ser cada paso que daba hacia la respuesta, quitándome aliento. ¿Cómo podría deshacer aquel desorden que estaba causando Elian?.
Izan intentaba hablar con Elian, haciéndole entrar en razón de porque hacía todo aquello, mientras que Katia había agarrado delicadamente a Asher, ahora inconsciente, con el pico para llevárselo a su lomo y dejarlo en un lugar menos arriesgado.
—Déjalo Izan, no te hará caso —dije seriamente, poniéndome a su lado.
Chasqueó la lengua, furioso por no poder hacer nada.
—Habla, ¿quién eres?
Izan me miró sorprendido, sin comprender porque hacía aquella pregunta. Elian siguió ahí, inmóvil.
—¿Quién eres? —repetí con lentitud, pero con un toque de rabia en la entonación.
Una sonrisa cruzó su rostro con claros signos de envejecimiento. No te dejes engañar por su apariencia. Es básicamente inmortal. La voz de mi futura yo resonaba en mi cabeza como si estuviera al lado de mí.
—¿No me reconoces?.
Entrecerré los ojos, sabiendo con certeza que me estaba tomando el pelo.
—¿Por qué tendría que reconocerte? Era Adrien quién había trabajado contigo.
—Eso es verdad… —se colocó sus manos detrás de la espalda mientras caminaba lentamente hacia nosotros.
—Si no le hubieras matado… todo sería muy distinto —cerré los puños con fuerza.
—¿Enserio? ¿Y que cambiaría exactamente si él se iba a convertir de todas formas en esto? —se señaló con gracia.
—¿A qué te refieres? —fruncí el ceño.
—Yo soy Adrien. El Adrien del futuro —se detuvo a pocos pasos de nosotros.
No podía ser real. Debía de ser una broma. ¿Cómo iba a transformarse Adrien en aquel monstruo sin corazón? Izan estaba tan sorprendido como yo.
—¿Por qué? —la voz de Asher me sacó del agujero profundo en el que había caído.
Estaba cojeando y algo mal herido. Katia, preocupada, permanecía a su lado.
—Al principio —comenzó a relatar— era un don nadie que trabajaba en Stamina.
Me quedé helada.
—Eso no era lo que me habían contado —le interrumpí.
Sonrió, disfrutando de mi expresión.
—Porque era cuando aún no había viajado en el tiempo. Por eso nadie sabía que formaba parte de Stamina —explicó— volviendo al caso, cuando trabajaba en Stamina, tu abuelo, el actual jefe de aquella época, realizaba experimentos con la magia negra, cosa que me llamó la atención. Entonces, un día, le dejaron a cargo de vigilar unas partículas de magia negra a un tal Jass.
Se me erizó la piel al reconocer aquel nombre. Nora nos había contado que él fue el causante del accidente de Stamina. Una cosa estaba clara: no me gustaba por donde estaba yendo aquella historia.
—No me pude resistir y entré al laboratorio —sus ojos destellaban emoción— Recuerdo haberle dicho que me dejase un rato aquellas partículas, bien selladas en un recipiente. Era imposible no resistirme a su vibración. Era fascinante como se movía, aquella magia antigua y tan destructiva. Como se negó a hacerlo, por lo que le mentí diciendo que era una orden del jefe. El ingenuo se lo creyó y me lo entregó sin quejarse. Nunca me olvidaré de su cara cuando liberé las partículas.
Mientras mi corazón latía con fuerza, su risa retumbaba por la destruida ciudad.
—Para que nadie sospechara de mí —continuó— le maté y corrí la voz de que había sido él. No mucho después, los efectos de la magia negra hicieron efecto sobre la capital, dejándola sin vida. Para entonces yo ya estaba muy lejos, emocionado por la cantidad de poder que contenía sólo unas partículas de magia negra. Desde ese día, me dediqué a experimentar con aquella maravilla en seres humanos. ¿Qué les pasaría si un arma tan poderosa y un humano se fusionan? ¿Acaso comenzaría así una era de los seres perfectos? La idea me convenció al instante.
Sabía que Asher estaba dándolo todo para no saltar de nuevo hacia él. Lo que nos estaba contando Elian hacía que mis esperanzas se esfumarán a cada segundo que pronunciaba una palabra más.
—De casualidad, me topé con un plano de la gema del Infinito —una fuerza interior me desequilibró por un momento como la anterior vez— Recordé entonces la leyenda del Dios Sith. Si había un plano sobre aquello, es que era real, ¿no?. Por lo que investigué e investigué hasta encontrar lo que buscaba. La gema del Infinito la habían sellado y para que su gran poder no se liberase de nuevo habían maldecido a un niño o niña para que naciera con la gema. Por supuesto, nadie sabría si la poseía o no, así que, gracias a la magia negra, pude crear una máquina del tiempo, volviendo al pasado infinitas veces hasta que aquel niño o niña portadora de la gema naciese cerca de mí.