Capítulo 7 Luna de Sangre.
Era la primera luna roja que afectaría a su bebé, no podía quedarse de brazos cruzados sin hacer nada. Cruzó el portal al mundo humano cuando faltaba muy poco para el eclipse y apareció frente a la cuna de su pequeño gigante.
—Hola, hijo. Lo siento mucho por ser tu padre y que debido a eso tú tengas que sufrir las consecuencias.
Le pedía perdón a pesar de saber que no podía comprenderlo, sin embargo tenía la necesidad de hacerlo. Lo dejó en su cuna y fue hasta la cama de Ariadna y la indujo en un sueño profundo del cuál no podría despertar hasta el día siguiente cuando saliera el sol, tenía que asegurarse de que esa humana no saliera lastimada. Regresó con su hijo y lo alimentó bien para que no se autoinfligiera ningún tipo de daño durante su período de castigo.
Al ser un híbrido, hijo de un demonio y una humana, estaba condenado por ese pecado que infringía las leyes divinas a ser un gigante, un nefilim como se les nombró en la Biblia; pero lo que no se dice en esas escrituras sagradas es que también es un ser alado en las noches, con rasgos humanoides. En los eclipses lunares perderá toda capacidad de raciocinio y se despertará un hambre feroz e irracional que inundará sus sentidos y lo obligará a cazar y devorar, todo ser vivo que se cruce en su camino. Su bebé era aún muy pequeño para salir de caza, no obstante podría comerse partes de sí mismo que lograra alcanzar o lastimar gravemente a su tía Ariadna.
Estuvo a su lado hasta que el eclipse pasó y se quedó profundamente dormido. Su deber había culminado así que regresó al inframundo. A medida que pasaba el tiempo, su hijo crecía bien, en las lunas rojas lo cuidaba personalmente y también a su madre de crianza, el resto la hacía desde la distancia, sin cruzar las fronteras que dividían a esos dos mundos tan diferentes.
Su reino era una gran ciudad pero subterránea y laberíntica, tan profunda que parecía interminable, solo la velocidad demoniaca les permitía recorrer su vasta extensión territorial. No había ningún tipo de medio de transporte, tampoco eran necesarios, los demonios tenían muchas habilidades y una de ellas era que algunos podían volar. En la superficie con un sol demasiado cerca de día, por lo que sus rayos eran demasiado potentes y letales para la vida terrestre y una Luna demasiado lejana que casi no se podía apreciar en las noches, era difícil vivir afuera para los de su especie, la superficie era un enorme mar de arena roja.
Podría haber sido un planeta próspero como la tierra si sus satélites naturales se encontraran a la distancia apropiada, pero lamentablemente no era el caso. Un Sol, demasiado cerca que mantenía ardiente la superficie y una Luna muy lejana. Era de verdad un infierno ardiente durante el día, y como un polo norte, en las noches. Un humano jamás podría vivir en esas terribles condiciones. No había vida, ni comida; los demonios sobrevivían porque no necesitaban comer como los humanos para preservar sus vidas. Al menos no comían el mismo tipo de alimentos que los mortales aunque podía pero era totalmente innecesario, se alimentaban de la energía vital de los humanos, o de la de sus almas directamente. Una persona puede reponer esa energía, solo es letal si lo agotan totalmente de una sola vez. Lucifer se ocupaba de que eso jamás sucediera. La pena era la muerte para el que se atreviera a violar esa regla. Los demonios se tenían que alimentar de las almas que cruzaban a ese mundo, pero sin causarle daño alguno y no todos tenían que hacerlo, los angeles caídos no necesitaban ningún tipo de alimento para subsistir.
Lucifer decidió que era hora de tener una conversación seria con Ariadna, no podía seguir posponiendo ese encuentro, porque si por alguna razón no podía cruzar el portal a la tierra para cuidarlos (a ella y a su hijo), su vida podría estar en grave peligro. Era algo que ni siquiera quería imaginar, no se perdonaría nunca que le sucediera algo malo a su cuñada. Había visto un futuro en el que moría desgarrada y desmembrada por su hijo adulto y aunque estaba seguro de que no ocurrió en esta vida sino en otra futura, de igual manera quería evitar que algo así pasara en esta, sería algo demasiado traumático para un niño.
Ariadna se sintió muy indignada con su presencia. «Ese demonio no se presentó siquiera en el funeral de mi pobre hermana fallecida y se atreve a aparecerse ante mí, ¡qué desvergonzado!», su furia se notó en sus pensamientos y se vio reflejada en su rostro.
—¡Aléjate, demonio! No quiero volver a verte nunca más —expresó furiosa, con mucha rabia y resentimiento. Lucifer no se inmutó aparentemente.
—Te entiendo, pero hay algo importante que necesitas saber sobre tú sobrino.
—Pronto cumplirá 4 años de edad y no te hemos necesitado —espetó digna.
Lucifer ignoró su actitud desafiante y despectiva, había un asunto mucho más importante, el cuál lo obligó a dar la cara.
—En cada eclipse de luna debe estar solo, encerrado y encadenado.
Ariadna lo miró con una mezcla de asombro y enojo.
—¡Jamás le haría eso a mí niño!
—Es por su bien, por el tuyo y el de los humanos que pueda lastimar.
«Humanos..., lastimar...» Esas dos palabras en combinación la aturdieron.
—No entiendo...
Lucifer le explicó la situación con exactitud. Ariadna no podía creer todo lo que le había contado.
—Perderá el conocimiento y podría atacar a un humano e incluso, ¿comérselo?
La mujer estaba impactada.
—Bien, ahora que entiendes la gravedad de la situación, te ayudaré —concluyó Lucifer con su arrogancia innata. Sin darle más opciones, estaba acostumbrado a que todo se hiciera a su absoluta voluntad.
Escogieron el sótano y Lucifer hizo una especie de cárcel, por último colocó las cadenas con grilletes en una silla de hierro, las fundió y soldó con su fuego infernal. Ariadna observó el resultado final con gran dolor y varias lágrimas se le escaparon sin poder evitarlo, él solo hecho de imaginar a su pequeño encadenado allí le partía el corazón.
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Editado: 15.06.2022