Capítulo 13 Reflexiones de Karla.
Karla se tomó el tiempo que el vicepresidente de la empresa le dio por castigo muy obediente, no obstante cuando llegó el día de reincorporarse no lo hizo [o eso era lo que ella creía en este momento]. La joven sentía que necesitaba más tiempo para reflexionar. Algo muy dentro de ella había cambiado, aunque no sabía qué exactamente y quería descubrirlo. Sintió que hasta los momentos había vivido una vida banal, sin sentido. Necesitaba más tiempo para conocerse a fondo y estando alejada de todos era la mejor forma para hacerlo, decidió. Pasaba el tiempo sumergida en grandes reflexiones, intentando comprender qué sentido tenía su vida, por qué vivía y que quería de la vida. Descubrió que no tenía metas ni objetivos, que nada le importaba realmente. Había sido tan superficial y caprichosa. No había logrado nada por sí sola y nunca le había interesado nadie de verdad, todo era ella, siempre fue ella y nadie más. Se había creído en serio, que más allá de ella no había otro mundo. Ciegamente creyó que era el centro de todo. Se sentía tan estúpida e inservible y eso le dolía muy profundo, había entrado en una fuerte depresión. Sus padres, Anton Thomas y Olivia, no sabían que más hacer para animar a su preciada hija, para que volviera a ser la misma chica alegre, ruidosa, despreocupada y extrovertida de antes. Había dejado de asistir a la Universidad por más de un mes y permanecía la mayor parte del tiempo encerrada en su recámara, apática y pensativa, sin mostrar interés por nada ni por nadie.
Los señores de la casa habían subido a la habitación de su única hija, para intentar tener otra conversación con ella. Llamaron, pero como nadie contestó giraron el pómulo de la puerta y por suerte no tenía seguro. Los esposos colaron sus cabezas por el espacio entreabierto, temerosos de que su mimada hija se fuera a molestar por su intromisión, en su espacio privado sin su consentimiento.
—¿Qué hacemos, cariño?; estoy tan preocupada por nuestra querida Karla —habló Olivia en susurros.
—Creo que haré una cita con un psicólogo, se me agotaron todas las ideas y está tan delgada, estoy desesperado —confesó el padre de Karla angustiado.
—Parece que está dormida, mejor nos vamos y venimos luego a verla —decidió la mujer, sin embargo no podía apartar su mirada de la moderna cama donde se encontraba tumbada su tesoro más grande, sentía un nudo en la garganta y los ojos con picor. Le daba tanta pena ver a su alegre hija en tales condiciones, jamás la había visto tan triste y deprimida; extrañaba tanto sus gritos y hasta sus malas contestas, que solo eran ocasionales, cuando se ponía de mal humor. Sin embargo nunca le duró estar molesta, lo normal siempre fue que estuviera alegre y despreocupada. Quería verla así de nuevo pronto o iba a enloquecer.
—Si a la hora de la cena no está despierta, la llamas mujer, no dejes que continúe saltando los horarios de alimentación.
—Me encargaré personalmente, también estoy demasiado preocupada por nuestra princesa —concordó Olivia con su esposo.
Los señores cerraron la puerta con sumo cuidado y se retiraron.
Karla no estaba dormida sin embargo se había sumergido profundamente en sus pensamientos. Estaba recordando muchas cosas que no hizo bien. Pensar en la pelea que tuvo con Layla a estas alturas le daba vergüenza. Solo porque ella la creyó su amiga no significaba que realmente lo fuera, nunca le dio prioridad a las opiniones o a los sentimientos de los demás, en realidad nunca le importó nadie más que ella. Se había comportado tan mal..., y después del paso de los días es que se daba cuenta de ello. Se sentía tan avergonzada que no quería regresar a las prácticas. No tenía ningún deseo de hacer nada, hasta había dejado de asistir a su universidad.
No puedo seguir así, no resuelvo nada aquí encerrada, por lo menos debo asistir a mis clases y a las prácticas, bueno, eso era más complicado, tenía que comenzar por lo más fácil, se decidió.
Al día siguiente se levantó temprano, se metió en su lujoso baño e hizo sus necesidades biologicas, luego se bañó y se cepilló sus dientes con su cepillo eléctrico. Se miró en el espejo del baño e intentó verse, pero estaba muy empañado con el vapor de agua y fue imposible. Terminó con su aseo personal y fue a su guardarropa que era otra habitación aparte. Se vistió y una vez lista se miró en el gran espejo de cuerpo completo, en esta ocasión sí pudo verse completamente con detalle, estaba más delgada y eso hacía que se viera más alta.
—Parezco una vara de tumbar gatos —se quejó.
—¡Oh!, que ojeras, ¿mi piel de porcelana dónde está?
Estaba muy demacrada y ojerosa. Se notaba a simple vista.
—¡Estoy horrible! —examinó alarmada.
En verdad no era para tanto, ella era demasiado hermosa como para que se volviera fea de la noche a la mañana. No era la chica perfecta de antes, pero seguía siendo bella. Salió del cuarto de ropas y se maquilló apropiadamente en su lujoso tocador para disimular su estado. Cuando concluyó buscó lo que necesitaba, lo echó en su bolso y salió.
—Hija, ¿te sientes bien?
Se encontró con su madre en la planta baja de camino a la salida.
—Sí, madre; voy a la universidad —le informó, se había propuesto ser una mejor hija.
—¡De verdad?
Olivia no lo podía creer todavía, imaginaba que estaba soñando, solo ayer estaba tan mal y ahora estaba de pie y dispuesta a seguir con su vida normal. «¡Dios, gracias por escuchar mis plegarias!», agradeció en su mente con una espléndida sonrisa en su rostro bien conservado; sin embargo (en el relativamente corto tiempo de depresión de su hija), le habían salido algunas líneas nuevas de expresión.
—¿Y papá?
—Se fue bien tempranito, tenía cosas que hacer...
Iba a decir en la empresa pero se contuvo, su hija les había prohibido hasta mencionar esa palabra y no quería arruinar su buen estado de ánimo actual.
—Me voy, mamá. Se me está haciendo tarde.
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Editado: 15.06.2022