Así pasaron los días, ya habíamos iniciado los ensayos con Aron y también habíamos concretado el contrato y todo el proto… eso que debía hacerse, para mi sorpresa la paga sería muy buena, ni siquiera había pensado en eso, con que me dejaran bailar ya era más que suficiente, pero el dinero no me caía mal para nada, hasta había encontrado la manera de vender las empanadas en la cafetería de la casona, por supuesto como no se había reabierto el lugar aun tenía que venderlas en el pueblo, pero no tendría que hacerlo por mucho tiempo, los ensayos con Aron eran más que magníficos, él era un gran profesor y aseguraba que yo una buena alumna.
En el poco tiempo que le conocía había logrado aprender mucho de Aron, tenía 25 años y se había dedicado a la danza desde muy joven, al contrario de mi caso, él si había estudiado, formándose como bailarín pero se había inclinado por el tango, boleros y milonga, tenía bastante experiencia y reconocimiento en el campo, además era soltero, mejor dicho no podía sumar una virtud mas a este hombre, lo que me hizo preguntar.
-Aron. ¿Te puedo hacer una pregunta? –dije titubeante.
-claro, dime. –me miró atento.
-como es que un joven tan talentoso y la experiencia suficiente para estar donde quisiera, decidió venir a un pueblo tan pequeño y alejado. -Murmuré intrigada.
Pude ver como sus labios que arqueaban formando una sonrisa.
-veras Marlyn, por ti. –una leve sonrisa se deslizo por su boca.
¿Qué? A que se refiere con eso que acaba de decir, como que por mí, me quede inmóvil.
-es decir, no me malinterpretes, por personas como tú Marlyn, por inspirar en las personas eso que tú sientes con la música, para darle la oportunidad a estas personas que están tan alejadas de todo, de conocer el tango. -Terminó de contestar mi pregunta.
-ah ya entendí. –reí aliviada.
Tenía tanta razón en eso que decía, es posible que si él no pensara de esa manera yo jamás habría conocido la danza ni el tango, dicho en otra forma la felicidad que sentía en aquel momento era en gran parte gracias a él, me acerqué a él que estaba sentado en el borde del escenario y le tomé la mano.
-pues muchas gracias Aron. –de verdad se lo agradecía.
-¿Por qué? -frunciendo el ceño.
-por haber venido, de otra manera jamás habría vuelto a la vida, es decir, tú me regresaste a la vida. -Le aseguré con la mirada aun fija en sus lindos ojos marrón.
Era increíble como alguien podría cambiar tanto en tampoco tiempo, no había ni rastro de la joven tímida que había cruzado esa puerta, ahora era una chica segura y feliz, definitivamente era como la señora Miller había dicho ¡magia!
Nos quedamos unos segundos en silencio mirándonos fijamente, quería levantarme y soltarlo para que el momento no fuera incómodo, pero parecía que esos ojos me hipnotizaban, hasta que la señora Miller nos habló sobresaltándonos.
-hey, ustedes dos, ¡tengo noticias! -gritó entusiasmada.
-¿Qué paso? –preguntó alarmado Aron.
-esta noche reabriremos alma de tango. -dijo casi gritando.
Eso era como música para mis oídos, para decir verdad cada vez que aquella señora abría la boca era como si cantará las palabras, ya quería comenzar, sentía muchos deseos de mostrarle al público todo lo que había aprendido gracias a Aron, lo que me llevo a considerar, en como haría para que no me reconocieran las personas, obviamente si lo hacían iría a parar directamente a los oídos de mi mamá, eso sería peor que contárselo yo misma.
Por fin había llegado el momento, se podían escuchar los abucheos de las personas en el lugar, la música de fondo era muy bella, como siempre, me hizo recordar mis días viendo tras el muro, la señora Miller me había dado el camerino de la anterior bailarina, me sentía como una estrella, estaba allí sentada frente al espejo, no podía reconocerme, no me había imaginado que me vería tan bien con maquillaje y este hermoso vestido blanco de lentejuelas, era muy corto por cierto y afortunadamente podía llevarlo sin brasier, eso no lo soportaría nunca, me mire de la cabeza a los pies, me deslumbraba viendo la hermosa mujer que bailaba cada noche tomada del brazo de Aron sin darme cuenta que yo podría verme así, afortunadamente el maquillaje era la mejor manera para ser irreconocible ante los ojos de las personas del pueblo, si no podía hacerlo yo, nadie más lo haría.
El golpe de la puerta al cerrarse me sobresaltó haciéndome dar un brinco de la silla.
-perdón ¿te asuste? -Murmuró Aron disculpándose.
-no tranquilo, solo estaba concentrada. -respondí apenada.
Se quedo totalmente cayado, solo me miraba de arriba abajo, estupefacto, ni siquiera parpadeaba.
-¿pasa algo Aron? ¿Estoy mal? –su expresión me asustó.