Doy un paso más a mi recorrido en círculos, con el bolígrafo en mis labios y mis ojos mirando un punto indeterminado, pensando y buscando la manera de encontrar una idea inspiradora que me salve de este mar de pensamientos, dirijo mi mirada a ese antiguo y fino piano ubicado en el rincón de la habitación y poso mi cuerpo en la diminuta banca que está al frente de este, con el que creo mis composiciones, mis dedos se deslizan por las duras teclas que tiene y empiezo de nuevo con los estudios de Bach, Mozart y mi favorito, Beethoven, sigo el ritmo de la melodía con mis manos y mis pies, mis pensamientos siguen en la inmensa confusión, imaginando como lograr la mezcla de un poema con un tema musical, el cómo conectar dos ideas opuestas sin encontrar aquello que me conecta a este mundo, detengo todo y levanto mi ser y me dirijo hacia la pequeña mesa de al lado, tomando un vaso de agua con mi mano y dando un pequeño sorbo de este, inhalo aire y suspiro, me encuentro ahogado en aquellos pensamientos como lo son el crepúsculo, brillo sin luz, verdad fuera de la realidad, ¿Cómo conectar dos seres diferentes con una melodía que refleje el ocaso? ¿Cómo describir en dos leguajes diferentes un mismo mensaje que une los contrastes que tiene la vida? Con la mano vacía tecleo una vez más pero ahora improviso escalas de arriba hacia abajo, al derecho y al revés, con todas las alteraciones que estas puedan tener hasta que, al terminar la última nota, caigo en cuenta de algo: no hay alteraciones en el crepúsculo, pues este muestra una verdad oculta para el tiempo, ¡Por supuesto!, al no haber variaciones, todo queda en estado natural, y la tonalidad auténtica de la música es Do Mayor, ya que no tiene sostenidos ni bemoles, ni disonantes o cualquier otro tipo de cambio tonal.
Inicio sobre el teclado la ascendencia y descendencia de esta escala con mi mano derecha, con sus arpegios y combinaciones para encontrar la melodía que hable de la irrealidad que se percibe en el ocaso, giro mi rostro hacia el escritorio que está a la izquierda y leo nuevamente los cuatro poemas incompletos que escribí antes de tocar el piano, los detallo cuidadosamente y vuelvo a sentirme embrollado, en uno de ellos se describe: “Penumbras del mañana y el ayer, no importa cuántas veces busqué en emerger, crecemos, soñamos y amamos también, en un lugar sin tiempo ni final”, versos que transmiten el instante en donde el Sol baja y el día junto a la noche se unen formando así el crepúsculo, momento en el que los opuestos se entrelazan entre sí, como lo son el campo y la ciudad, aquellos que representan el sentimiento y la frialdad, la tradición y el régimen, aquellos que representan a Mitsuga (chica del campo) y Taki (chico de la ciudad), los personajes que intento de narrar a través de mis composiciones, dos seres diferentes en todos sus aspectos que se encuentran ese momento del lapso del tiempo en el que todo puede ser, donde se percibe aquello que no existe. Todavía seguía pensando cuando inconscientemente mi mano oprime la tecla Sol y mi mente se ilumina, el Sol desciende, y rozo la tecla sol descendiendo hasta la nota do, tecla que representa la naturalidad y el origen al ser la primera nota de la escala, unión del día y la noche, repito la acción pero ahora realizo un salto sin presionar la nota Fa para que este descender sea algo anormal como lo es el ocaso y después asciendo hasta la tecla Mi, que traduce el espíritu ya que es propio, y al escuchar esa melodía que he buscado desde hace mucho tiempo siento que es la indicada, que es la que mejor representa al mensaje que busco revelar.
Ya encontrada mi melodía, la repito varias veces mientras que con mi mano izquierda busco aquellas notas que puedan acompañar aquel mensaje oculto, pienso en su ritmo y en su velocidad, aquellos que marcan el tiempo de esa situación, y busco que esta sea lenta y melancólica, como cuando vez una película y llega el momento que tanto has esperado, y la tensión explota con la escena esperada, tecleo el acorde de Do, luego el de Re, luego el de Si y ninguno conseguía enlazar con la melodía, luego toco La, y genera una tensión, como si dos formas chocaran entre si formando algo nuevo y único, y sentí como ese la me llego hasta lo más profundo de mi ser y que encajaba (en términos musicales) a la perfección con la descendencia del Sol, sigo variando los acordes y enlazando hasta que concluyo en que solo 4 acordes van a acompañar al crepúsculo: primero La, como ya había dicho antes, luego Fa porque transmite la trascendencia del alma, luego Do porque desde que encontré la tonalidad, entendí que esta es la que representa directamente al crepúsculo, y por último y no menos importante, el acorde de Sol pero en este caso simboliza ese brillo del espíritu, y la unión que se da entre el campo y la ciudad. Así, finalizando, toco ambas partes juntas, mano derecha e izquierdas juntas y veo que todo lo que hice ha sido perfecto, que todo es como lo quería hacer, que así es como debía ser, y con ello decido titular este tema como su temática, así es como creé el Kataware doki, que traduce del japonés crepúsculo.
Al continuar interpretando esta pieza en el piano, por accidente mi dedo presiona una nota que al no tener relación alguna con la melodía, rompe ese momento mágico que escuchaba, pues asi son los momentos de la vida, y también de cada etapa que pasamos, todo aquello que nos da un equilibrio tiene su final, asi como dice la letra del primer poema que escribí horas pasadas: “Parece que este mundo, aún nos quiere tener ligado a él, mientras que planeamos nuestro encuentro, en el lugar más alejado de nuestro adiós”, recuerdo muy bien que a pesar de que la unión en el ocaso es inmensamente fuerte, todo en la vida tiene un principio y un fin, pero sin importar ello, el lazo que se puede ver en él siempre nos mantendrá unidos a lo que nos complementa como seres humanos; cuando el crepúsculo termina y la noche está en su fulgor, la realidad del tiempo vuelve y todo regresa a la esquematización del espacio, todo se desvanece para nuestros ojos, pero nuestros cuerpos siguen conectados por nuestro espíritu, pienso que cuando el crepúsculo se desvanece, este se transforma en la noche para seguir con nosotros, así como todas las alteraciones que el mundo tiene, y como la música vuelve a complementarse por todos sus sonidos transformadores para nuestro oído y para nuestra alma, pienso en el Kataware Doki transformado en la realidad del anochecer, como si el tiempo interfiriera en él y buscara regirlo a su modo, pienso en los sostenidos al continuar con mi acompañamiento, pero retengo la melodía porque no hallo aquel ser que une lo inexplicable, realizo los arpegios del primer acorde de la escala Do# Mayor, pero trato de alterarla al interpretar una nota diferente en la tercera tecla, pues aunque el tiempo vuelve a su normalidad, el alma de cada opuesto no vuelve a ser la misma, en ese momento, llega una idea a mi mente, realizar una disonante, porque mantiene y altera a la vez un arpegio, como nosotros, que somos seres regidos pero a la vez auténticos en el mundo que nos rodea, toco la nota Si, luego Do# y por último Fa# que en ritmo van a la vez con los segundos del tiempo, porque estas tres notas indican el pasar de nuestro tiempo, de nuestra vida y realidad mundana, asi como el campo que continua en su rutina rural, ligado a la tradición de un país, y conectado a la pureza de la naturaleza; y como la ciudad retoma su urbana vivencia, organizada en todos sus sentidos, desarrollada por la tecnología, y fría por su mentalidad de egoísmo; aunque ambos son demasiado diferentes en su esencia y en su simbología, se necesitan mutuamente para que la una y la otra continúen con su existencia, es como si se buscaran entre si sin poder hallarse por su realidad, así es como otra idea capta mi cabeza, el que el acompañamiento sea una nota buscándose a la otra, como lo hacen Taki y Mitsuga. Inicio una ascendencia (porque están en una búsqueda mutua) en Re# de realidad, Mi de espíritu de cada uno de ellos, Fa# de la trascendencia de lograr el objetivo, Sol# que simboliza el choque que nos da la realidad al abrir los ojos y ver como es el mundo. Es así como encuentro una melodía que se opone a el ocaso, atrapándolo y transformándolo para que se transmita en una forma diferente, en una realidad distinta, y es así como el crepúsculo muestra su Sparkle en la noche, que traduce brillo del inglés.
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Editado: 21.05.2019