La neblina que nos rodea

16: BURBUJAS ATEMPORALES

Cuando el tiempo se detuvo

y me perdí en el llanto,

un espejismo cayó

desde el otro lado del mundo.

Aunque yo no entendiera nada

y él supiera todo.

—¿Por qué lloras tanto? —preguntó el pequeño, mirándome como algún objeto expuesto en un museo.

Las palabras le costaban, pronunciaba cada una como si fuera la primera vez que las usaba.

—Porque estoy sola.

Todavía no me recuperaba de la pérdida más grande de mi vida. Ni Madre ni nadie habían podido lograr sacarme de mi estado catatónico. A pesar de pasar casi un año seguía sin hacer nada por mí misma, sentía que había perdido una parte de mi alma

El niño me abrazó, era la primera vez que alguien tan pequeño como yo lo hacía después de la partida de Mirella. Yo empecé a llorar con más fuerza y él se quedó allí, callado, esperando con la paciencia de alguien mayor.

—Yo también estoy solo, pero casi todos los superhéroes lo están. So, it’s ok.—Me soltó y se encogió de hombros.

Esa fue la primera vez que me contagió su sonrisa, aunque en parte reí por no haber comprendido sus palabras. Supongo que desde ese momento decidió que seríamos amigos algún día. Y por más que traté tiempo después de evadirlo y encerrarme más en mí misma y mi hoyo de nostalgia, nunca se rindió.

—¿Quieres ver algo cool? —preguntó después de un rato de intentar conversar conmigo. Yo asentí, aunque no supiera qué significaba esa palabra.

Sacó un libro muy fino de su mochila, casi parecía una revista. Tenía un hombre de traje rojo y ojos blancos en la portada, tras él una criatura verde con expresión molesta. Acerqué el rostro, había algo en su pecho. ¿Una araña?

—¿Qué es esto? —Señalé al dibujo, él se llevó las manos a la cabeza.

—¡Es The Amazing Spiderman! —Yo me encogí de hombros, él dejó correr sus manos por sus mejillas teatralmente— Eh… También tengo otras cosas, todos mis libros están allá.

En ese instante señaló a una mujer con ojos rasgados y piel morena, sosteniendo un montón de maletas a su alrededor mientras hablaba con Madre. Yo me encogí de hombros de nuevo, los libros nunca me habían llamado la atención. No existía nada en ese momento capaz de alegrarme, nada importaba.

—Muchos son de la biblioteca de donde vivía antes. —Comenzó a explicar, miró a nuestro alrededor y se acercó a mí— ¿Quieres saber un secreto? —Asentí—. Algunos están prohibidos para nosotros.

—¡¿Los robaste?! —Quizás hablé con un tono de voz más alto del que hubiera debido. Por suerte, Madre y la otra mujer parecieron no darse cuenta.

—¡Es un secreto! —Él también gritó y yo me reí.

—¿Por qué los robaste? ¿De qué son? —pregunté. En ese momento me acerqué a su oído, para no seguir tentando a la suerte.

—Son sobre los humanos —respondió en un susurro—, los escribieron avins como nosotros.

En ese momento me sobresalté, todos sabíamos que éramos minoría y los únicos que podían hacer cosas que perduraran en el tiempo eran los humanos.

Madre me había enseñado que aprendíamos todo gracias a que nos contábamos las cosas en persona, y a los avins más antiguos. Los humanos solían crear mundos de fantasía porque no tenían habilidades como nosotros. Necesitaban hacer registros porque vivían mucho menos tiempo.

La mujer que no era Madre se acercó a nosotros con una sonrisa, le hice señas al niño para que dejara de hablar y él cambió el tema de vuelta a su revista de dibujos.

—¿Ya tienes una amiga? —A pesar de que no utilizaba palabras que yo pudiera entender, dentro de mi cabeza tenían sentido— ¡Vaya que eres rápido!

Él asintió y ella ofreció su mano, me sonrió y yo lo hice de vuelta. Sus ojos rasgados la hacían lucir muy bonita, como si fuera de otro mundo.

—Ella será tu nueva Madre —explicó a él, señalando a la mía, que caminaba hasta nosotros— Mucho gusto pequeña, soy Anastasia. —Volteó a verme y yo estreché su mano. En ese momento olvidé por qué estaba llorando.

—¿Seremos hermanos? —le pregunté, señalando al niño.

—Sí, así que debes cuidarlo muy bien. —Justo entonces mi propia Madre hizo aparición detrás de la otra — He escuchado que es propenso a meterse en problemas. —Asentí y le dediqué una sonrisa, un poco más real que las que había sentido los últimos meses.

Anastasia comenzó a caminar junto con mi nuevo amigo y de pronto me sentí un poco mejor. Lo vi alejarse hasta que volteó a verme, entonces me emocioné de nuevo.

Ciao—me despedí con una mano.

Bye bye, Elara —contestó—. Nos vemos pronto.

No ha dejado de sonreír desde ese día.

Siempre un paso por delante de mí.

¿Cómo podía saber mi nombre antes de conocerme?

 

 

 




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