La Necesidad Del EngaÑo

XXV

El marido de Marguerite había tardado más de lo esperado en irse, pero finalmente lo había hecho. Por ese motivo, aquella mañana habíamos recibido una invitación para asistir a la, según tenía entendido, escandalosa fiesta.

-Será dentro de una semana. -Informé a James mientras me metía en la cama.

-Lo sé. -Respondió poco interesado.

-¿Cómo puedes saberlo si el sobre estaba cerrado? – Pregunté algo intrigada, él siempre parecía saberlo todo.

-Anna me lo dijo. -Aquello, para mi sorpresa, me molestó, ¿en qué momento había estado con Anna?

-¿Cuándo conociste a Anna? -Pregunté con cautela.

-Hace unos años.

-¿Dónde? -Intenté no sonar demasiado interesada.

-Aquí, en París. -Sus respuestas eran tan escuetas que me desquiciaban.

-¿Dónde te criaste? -Pregunté cambiando de tema. Él se sorprendió por mi pregunta. -Bueno, llevamos casi tres meses casados y no se absolutamente nada de tu pasado… bueno ni de tu presente… en fin, no sé nada sobre ti. ¿Qué haré si alguien tiene interés en saberlo?

-Nadie lo ha hecho hasta el momento y dudo que lo hagan. -Su seguridad al hablar no menguó mis ganas de conocerlo un poco más.

-¿Y si yo soy la que tiene el interés? -Pregunté finalmente con valentía.

-¿Lo tienes? -Esas dos palabras sonaron conmovidas, como si no creyera que yo me pudiera interesar o preocupar por él.

-Claro, me encantaría saber más sobre ti… y viendo que el presente y el futuro están prohibidos… pues probaré con el pasado. -A él no pareció hacerle gracia alguna mi comentario. -Por favor…- Dije con miedo a que se cerrara en banda. -No Hace falta que me cuentes nada muy personal.

-No sé qué decir. -Dijo tras un prolongado silencio.

-¿Dónde te criaste? -Pregunté intentando animarlo a hablar.

-En un pequeño pueblo cerca de donde naciste tú. -Aquello me hizo sonreír.

-¿Tienes hermanos?

-Sí. -La dureza de su respuesta me hizo ver que el rumbo de la conversación debía cambiar si quería que continuara hablando.

-¿Cómo son tus padres?

-Mi padre era un buen hombre, sencillo y cariñoso… -Por sus palabras comprendí que ya no estaba vivo.

-¿Y tu madre?

-Ella falleció en el parto.

-Estaría orgullosa de ti, de eso estoy segura. -Lo animé acercándome un poco a él.

-Lo dudo… pero gracias. -Sus palabras fueron duras.

-Te criaste con tu tía -Él pareció sorprendido de mi afirmación. -La miras como se mira a una madre. -Dije sonriendo.

-Mis tíos no tuvieron hijos, por ello nos acogieron sin dudarlo. No solo eran buenos vizcondes, fueron buenos padres.

-La señora Bernard… -Dije comprendiendo de dónde había heredado el título mi esposo. – Cual es su nombre… siempre la llamo tía o señora Bernard, pero me gustaría saber…

-Agnes, se llama Agnes. -Respondió con deje de dulzura en su voz.

-Tendré que agradecerle haberte criado. -Dije logrando sacarle a James una tímida sonrisa.

-Dices eso porque no me conoce, Aroha si supieras ...

-Bueno, no será porque no lo intento… No fingiré entender que comprendo porqué te comportas de la forma en la que lo haces.

-Tú no engañas. -Dijo intentando quitarle seriedad a la conversación.

-Intento no hacerlo…, a lo que voy es a que a pesar de todos los secretos y silencios, sé que me cuidas y proteges y aunque no sé cuál es esa misión tan importante supongo que tienes plena fe en ella y yo confío en tu criterio. He llegado a sentirme cómoda contigo y eso es muy extraño, y más teniendo en consideración lo que disfrutas alejándome de ti. -Él me miraba atónito. -Ni yo me creo que te esté diciendo esto, pero supongo que no tengo a nadie a quien decirle las cosas. En fin, sé que te importo. No tienes que decir nada. Se que no ibas a hacerlo, pero bueno… Buenas noches.

Me tumbé y por unos largos minutos sentí que quizás había hecho mal en decirle aquello a un hombre que no era dado a mostrar nada, pero cuando apagó la luz se recostó a mi lado, me abrazó y susurró un suave. -Gracias. -Quizás no era la respuesta idónea, pero no podía pedirle más.

…….

La semana anterior a la fiesta de Marguerite fue… bueno, extraña, pero para bien. Pasé por el orfanato un par de veces, sin embargo la mayoría del tiempo lo pasé con James. Su actitud hacia mí había cambiado un poco. Ahora se mostraba un tanto más abierto, cuando nadie nos veía continuaba siendo atento y bueno conmigo, y aquello me gustaba, me gustaba mucho.

 

Me encontraba delante del tocador, la doncella terminaba de retirarse. Ya estaba lista para la fiesta, pero todas las cosas que me habían dicho Marguerite, Anna y Liz sobre la fiesta lograron ponerme muy nerviosa.

-¿Estás bien? -Preguntó James

-No se… Se que hemos ido a más fiestas como estas, pero … la forma de describir las fiestas de Marguerite no me hace sentirme muy a gusto. Quizá la estoy prejuzgando. -Suspiré. Él se acercó a mí y posó sus manos sobre mis hombros.



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En el texto hay: juvenil, romance, epocavictoriana

Editado: 09.08.2021

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