A lo lejos se podía escuchar a alguien gritando, pero no se distinguía que era lo que estaba gritando. Alec dirigió su mirada a por donde la voz se escuchaba. Él se levantó y dijo que ya se debía de ir, yo le dije que estaba bien y que no habría ningún problema.
—Parece que es tiempo de que me vaya, me aleje de mi amigo y en pocas palabras desaparecí.
—Eres todo un caso, Alec.
—Solamente soy como soy, no hay nadie que pueda cambiar lo qué soy.
—Eso dices ahora, pero algo va a cambiar tu actitud algún día.
—Espero que seas tú.
—¡No digas tonterías!
—Nos volveremos a ver eso, te lo aseguro, jamás olvido a alguien tan bonito —dijo mientras corría hacia los árboles que daban a otro lado y movía su mano en señal de despedida. Cuando se fue todo volvió a la normalidad y parecía que el tiempo avanzaba más rápido, pero sentía que algo más estaba pasando, una sensación como si algo anduviera mal, como si algo estuviera sofocando el ambiente.
Todo desde este encuentro se estaba volviendo muy raro...
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Mientras, Darya volvía a su casa para dormir y descansar, aunque ella misma dudaba si podría gracias a ese chico. En otro lugar no muy lejano a donde ella estaba. Laisha estaba deambulando por las orillas del bosque. Mientras una sombra miraba detenidamente.
Cuando Laisha se quedó quieta un momento la sombra aprovecho para atacar y de un momento a otro Laisha ya había desaparecido -Las piezas se van juntando, muy pronto llegara la hora de poner en marcha el plan -dijo la sombra mientras volvía a la oscuridad del bosque.
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Como de costumbre por las mañanas salía de casa y me dirigía a la escuela como siempre, mientras iba caminando por la calle y al llegar a la escuela pude ver a alguien muy conocido desde lejos. Ese cabello y rostro jamás se podría olvidar, era él, el chico atrevido. Realmente no se lo podía sacar de la cabeza desde ese día. No solo era apuesto, era alguien que no se olvida. Claro que no sabía si debía ir a hablar con él o si dejarlo pasar e ingresar a mi aula, me fui por la segunda opción y me dirigí a mi aula, no podía soportar como mi corazón se revoloteaba cuando él aparecía frente a mí desde ayer en la noche algo me decía que jamás podría olvidarlo. Me sentía mejor y pensar que no tendría que ver su cara de nuevo. Así mi corazón estaría más tranquilo.
Sonó el timbre y saque mis libros de la primera clase —¡Eres tú! —grito alguien por lo cual me asuste y deje caer mi libro al suelo, levante mi mirada y vi a Alec. Estaba en mi clase y no lo sabía por qué ayer no había venido. Dios, esto no era coincidencia, esto realmente era el destino. Algo que no podía controlar.
—Es una gran casualidad volverte a encontrar, en especial aquí —dijo acercándose hacia donde yo estaba.
—Sí que es una gran casualidad encontrarte aquí —mire que Alec no estaba solo y que a su lado había alguien.
—¿Tú eres la chica del bosque? —preguntó la persona que estaba al lado de Alec.
—¿Chica del bosque?
—Me llamo Norman. Disculpa el sobre nombre, pero este tipo no dejo de hablar de ti, incluso cuando veníamos no dejaba de hablar de ti. Incluso me daba miedo que te fuera a stalkear.
Me reí.
—Hola, Norman, yo soy Darya, y supongo que sí, soy la chica del bosque. Me alegro de que no me hayas olvidado tan rápido, Alec.
—Te dije que alguien tan bonita no era fácil de olvidar.
—Ay Alec deja de coquetear, la clase va a empezar.
—Nah, ella se llama Darya por cierto
—Espero que Alec no te haya hecho sentir incómoda.
—¡Norman!
—¿Qué? Es la verdad, eres tan directo que hay pocas personas que te aguanten —dijo mientras sacaba una pequeña risa, lo cual esa frase también me causo risa.
—Así que sabes reírte —dijo Alec mientras me miraba —deberías de reír más seguido y puede que ganes un premio por esa sonrisa. Tan linda en todo sentido.
Mire confundida. Realmente era alguien que podía exaltarte con solo susurrarte.
—Alec, la clase ya va a empezar, ¿Darya te parece si almorzamos juntos?
—¡Claro, por qué no! —dije mientras mostraba una sonrisa. Era emocionante poder hacer amigos, amigos de verdad.
Pará ser sincera, no me pude concentrar en todo el día, para colmo él se sentaba a solo dos asientos del mío, tenerlo de frente era como un punto fijo que existía. Solamente él y nadie más.