La Niña Del Orfanato

Capítulo 31

Jared avanza por los pasillos del enorme hotel en busca de la habitación número seiscientos sesenta y seis, ¿Casualidad? No lo cree. Apuesta que él lo hizo a propósito. Al encontrar la habitación, abre la puerta de golpe y se adentra en el lugar observando cada esquina en busca de esa persona, hasta que la encuentra.

— ¡Maldito idiota!— grita furioso, mientras avanza hacia él y lo sujeta de la solapa de su chaqueta obligándolo a levantarse de golpe.

A su lado, aún sentada en el sofá y viéndolos con terror, se encuentra una chica que no pasa de los catorce años, su vestuario y maquillaje dan la idea de que se trata de una niña que no quiere ser tratada como tal, y en su lugar, prefiere jugar a cosas de adultos.

— ¿Cómo te atreves a enviar a tus gorilas a seguir a mi esposa?

—Si no cumples con el pacto, yo lo haré— responde cortante, esbozando una sonrisa burlona.

Jared siente su sangre arder en ese momento y no se mide cuando suelta una de sus manos y estampa su puño con brusquedad contra el rostro de su hermano menor. La chica en el sillón comienza a gritar horrorizada, mientras se aparta del sillón de cuero y se posa en una esquina cubriendo su rostro con miedo.

—Vete a casa— le ordena Jared con mucho enojo.

Ella no lo piensa dos veces, toma su mochila de colegiala y sale corriendo de la habitación. Jared fija su mirada en el hombre que yace en el suelo tratando recuperarse del golpe que lo ha dejado desorientado.

—Diles que la dejen en paz— ordena, cerrando sus manos en puño.

—N-No— tose, cubriendo su boca con su mano, al separarla, observa la sangre en esta—. ¿No piensas cumplir con el pacto?

—Sí lo haré, pero aún no— asegura mientras se pone a cuclillas frente a él—. Diles que se alejen de ella, no estoy bromeado.

—Asustaste a mi invitada— dice sin despegar la mirada de su mano ensangrentada—. Y me rompiste el labio.

Jared suspira exasperadamente mientras sujeta el puente de su nariz. Sus manos le tiemblan ya que solo se contiene para no golpearlo de nuevo.

—De tal palo, tal astilla— murmura Joseph, mientras se pone de pie con la intención de alejarse de él, pero Jared lo sujeta del brazo impidiéndole hacerlo.

— ¿A qué te refieres?— cuestiona confundido.

—Olvídalo— responde mientras tira de su brazo para zafarse de su agarre—. No tengo ni idea de lo que hablas, hermano. Yo no envíe a nadie a seguir a tu esposa— sonríe con malicia, aunque al hacerlo aumenta el dolor en su labio.

—Por favor, Joseph, hace una hora que Beatriz no responde el teléfono, si ella muere ahora, yo iré a prisión.

—No es eso lo que te preocupa, ¿O sí?— arquea una ceja—. ¿Qué es?

Traga saliva sonoramente cuando esa mirada griseada, idéntica a la suya, lo observa atentamente.

¡Demonios!, él no puede estar bajo observación por la muerte de Beatriz; ya que saldrían a la luz muchos otros crímenes cometidos a lo largo de su vida. Entre ellos, el asesinato de esa persona que le dio su confianza, y el accidente de su pequeña hija. El sonido de su teléfono, sonando a llamada entrante, interrumpe el concurso de miradas que ambos tienen. Rápidamente se apresura a observar la pantalla, frunce el ceño y se apresura a responder.

—¿Hola?, ¿Jared?

Una sonrisa de alivio se dibuja en su rostro mientras cierra los ojos suspirando. Observa a su hermano quien lo mira expectante. Sonríe victorioso luego de guiñarle el ojo con aire de burla.

—Esa es mi mujer.

Luego de una larga discusión sobre no meterse en la vida del otro, ambos hermanos se encuentran sentados en el sofá viendo hacía la nada. Jared observa de reojo a Joseph quien solo observa la pared, perdido en sus pensamientos.

— ¿Qué pasó entre ustedes y Padre para que se fuera?— inquiere girándose para verlo fijamente.

Una sonrisa torcida se dibuja en el rostro del menor, más no hace ningún otro gesto o movimiento. Solo permanece ahí como una estatua.

—Si no me lo dices tú...

—... ¿Madre lo hará?— cuestiona con un aire de burla—. Buena suerte— concluye, girándose al fin para verlo a los ojos.

Jared gruñe molesto mientras se levanta del sillón con brusquedad. Odia ese maldito comportamiento. Solo quiere una respuesta concreta, una sola respuesta; y es cuando a su hermano le da por actuar como un maldito infante mimado.

Sale de la habitación como alma que lleva el diablo, no tiene tiempo para perderlo con su hermano, necesita resolver otros asuntos antes de que Beatriz aterrice; y entre ellos, se encuentra la niña huérfana.

— ¡Una sola maldita misión te di Rachell!— grita con frustración mientras avienta un cojín contra el vidrio del ventanal.

—Marcus no es una amenaza, Jared— asegura, mientras recoge el cojín y lo devuelve a su sitio.

—¿Y sí solo fingió?

— ¡Ni siquiera sabía que Katy tenía perros!— alza la voz, alterándose—. Tiene amnesia, lo cual es bueno porque podemos seguir contando la historia en la que se le culpa a él por todo... ¿No lo crees?

Jared suspira profundo tratando de calmarse, repitiéndose a sí mismo que tiene todo bajo control. Aún cuando él mismo sabe que no es así, pero intenta controlarse. Luego de volver y encargarse de la niña decidió intentar descansar para lucir calmado al momento en el que Beatriz regresara, pero Rachell lo arruinó al darle la noticia de que Marcus seguía con vida.

—Jared... estaba pensando— comienza Rachell mientras se sienta junto a él—. ¿Por qué no terminamos con todo esto?, ¿Por qué no solo dejas a Beatriz? Ella estaría bien, Marcus la ama y estaría dispuesto a todo por ella.

— ¿Mi esposa, con ese médico de pacotilla?— ríe burlonamente—. Ni en sueños.

—Creí que no te interesaba— frunce el ceño ligeramente, pero no tiene una expresión enojada, tiene una expresión herida.

—No lo hace.

—¿Entonces por qué no la dejas?



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En el texto hay: drama, amor familiar, orfanato

Editado: 29.08.2020

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