La niñera

Tormento

—Ady, desayuna… anda, que no tarda en llegar el transporte por ambas. —Interrumpí mi anécdota sobre la vez que creí que había visto una serpiente en la ducha.

—No tengo mucha hambre —Ady seguía moviendo la comida con su tenedor. —Mejor voy a lavarme los dientes. —y enseguida la vi abandonar el comedor.

—¿Señor Alexander?—Él bajó el periódico.

—Sí, que bueno que no era una serpiente verdadera y todo había sido parte de una publicidad que su madre robó. —Dijo como si le hubiera pedido su opinión.

—No, no hablo de eso… ¿No ha notado que Adela casi no come?

—¿Adela? —dijo muy extrañado.

—También ¿No le ha visto las ojeras que tiene? —El enojo comenzaba a asomarse en mi boca — Mire, señor Alexander… no quería decirle nada pero ya van varias noches que escucho a Ady hablando dormida, parece muy agitada y voy a verla y la despierto pero no me quiere decir qué es lo que tiene

—¿No volvió a enseñarle esas fotos de la operación de su madre?

—Las vio por error hace semanas, pero no. No las ha vuelto a ver, se las envié a la tía Cleo.

—A lo mejor vio una película de terror —Dijo Michelle.

—No, eso solo la atormenta por unos días y esto ya tiene semanas, he trabajado cuatro meses aquí y uno entero he tenido que levantarme a atenderla, pobre de ella. — El señor Alexander descubrió que yo me quedaba en la casa cuando una noche mi estómago me hizo una mala jugada y me dió mucha hambre, bajé al refrigerador y casualmente él había bajado por una taza de leche fría, solo me miro unos segundos hablandome como si fuera normal verme ahí. Después le cayó el veinte y me preguntó que ¿qué hacía en la casa a esa hora? volví a decirle que lo hacía por las niñas y él solo suspiró negando.

—No creo que le pase nada, si le pasara ya me lo hubiera dicho. —El señor Alexander volvió a su periódico.

—¿Y en qué momento se lo diría? — comenzaba el reclamo —Usted casi nunca está con ellas. —Señale a Michelle — Se la pasa encerrado en su oficina y solo ve a las niñas para regañarlas. No comparte tiempo con nosotras — bajó de inmediato su periódico —Digo… con ellas. ¿Usted creé que así como va, ellas se acercarán a usted si tienen un problema?

—Michelle, ve a lavarte los dientes —Corrió a Michelle. Cuando ella salió solo nos quedamos el señor Alexander, Andrés y yo —Creo que ellas entienden que yo debo trabajar y usted también debería saberlo, porque si no fuera así yo no necesitaría una niñera. —Se levantó.

—¿Por qué siempre se va cuando toco el tema del tiempo que no comparte con sus hijas? —Me levanté igual.

—A ellas no les pasa nada y si les pasa es su trabajo saberlo y decírmelo a mí.

—¡Pues por eso estoy hablando con usted! — Él se dirigía a la puerta pero se detuvo —No quería decirle en frente de Michelle —caminé hacia él —Ady también ha estado mojando la cama, algo le preocupa señor y creo que si usted no se acerca a ella, ella no dirá nada.

—¿Ha mojado la cama? Hace años que no lo hacía.

— Debe dedicarles más tiempo a sus hijas, ponerles más atención.

—Hablaré con Adela cuando llegue de la escuela. — Salió.

—¿Qué cree que le esté pasando a la niña Adela?—Andrés por fin habló.

—No lo sé, en las noches dice algo sobre que no le peguen.

—¿Cree que alguien la moleste en la escuela? Me ha pedido que le dé doble de todo, panecillos, galletas, leche, yogurt, emparedados.

—¿Y por qué no me lo habías dicho? —Volví a sentarme en mi lugar para terminar de desayunar.

—Creí que le daba más hambre, por eso de que está creciendo.

—Pero llega aquí a comer con mucha desesperación —dije tratando de saber qué le pasaba a mi linda Ady.

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—Dice que no le sucede nada, solo que se acordó de las fotos de su madre. —me explicaba el señor Alexander.

—¿Y es tan tonto como para creerle esa barbaridad a Ady?

—Ella no miente. —Hablábamos mientras él caminaba hacia su oficina y yo lo seguía preocupada.

—Pero…

—Señorita Valeria, conozco a mis hijas y sé que no le sucede nada, déjeme trabajar —Y la conversación se terminó cuando me cerró la puerta en la cara. Yo tenía que averiguar qué le sucedía a Adela.

Subí a su recámara y toqué la puerta, cuando entré ella estaba en su escritorio con la mirada perdida.

—Linda, dime ¿Qué te pasa? —Me puse en cuclillas al lado de ella.

—No sé qué hacer, Val —Decía triste.

—Yo puedo ayudarte, Ady. Para que vuelvas a jugar, a desayunar, a dormir. Linda ¿Qué pasa?—Ella suspiró y me miró a los ojos.

—Val —se levantó y fue hacia la cama y sacó de entre el cajón de sus juguetes un bulto de sabanas —No vayas a decirle a nadie, pero me he hecho pipí —Decía muy avergonzada.

—Linda, lo sé y por eso vengo ¿Qué es lo que te da tanto miedo que te gana?

—Hay alguien en la escuela, Val. Se llama Wendy y me dice que si no le doy mi comida me va a pegar. —Mi alma descansó, se me habían ocurrido mil y un cosas horribles que le pudieran estar pasando.

—Linda, ¿Por qué no vas con algún maestro?—Me enderecé.

—Por que si no las demás van a decir que soy una chismosa. —Me puse a pensar en alguna solución.

—¿Y solo te molesta a ti? —Fui a sentarme a la cama.

—Sí —Se sentó al lado mio —Es mas grande que yo, ¡tiene diez! —dijo como si fuera algo muy extraordinario. — Y me quitaba lo que llevaba y pensé que si le llevaba a ella aparte, podía dejarme en paz. Pero me quita todo lo que llevo.

—¿Por qué no solo le dices que no?

—Porque me va a pegar —Seguía triste.

—¿Has visto que le pegue a alguna otra niña?

—No, te digo que solo me molesta a mi.

—Linda, conozco a esa clase de niñas.—hice un gesto con la mano para que le restara importancia — Solo te intimidan porque son mas grandes, pero si la enfrentas no te hará nada. Recuerda que el valiente vive, hasta que el cobarde quiere. —La abrace.

—¿Qué tratas de decir con enfrentar? —Me miró.

—Mira, solo ignorala. Dile que no le vas a dar nada y ella sabrá que ya no le tienes miedo y te dejara en paz.



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Editado: 30.09.2020

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