—¿Cree que sea correcto venir a verlo? —Me preguntaba el señor Alexander cuando estábamos en el auto fuera de la escuela de las niñas para ver qué pasaba con Joaquín.
—Lo que no es correcto es que Andrés venga con nosotros, cuando debería estar haciendo la comida. —Mire por el retrovisor a Andrés.
—Pero quiero ver la cara de esas malcriadas. —Se defendió.
Joaquín llegó en su auto y bajó de él, se recargó viendo atento como los niños salían. Casi todos lo miraban pero no terminaban de creer que realmente fuera él.
—¿Era necesario comprar palomitas? —El señor se quejaba.
—¡Claro que sí! — Dijimos juntos Andrés y yo mientras nos metíamos un puño de estas.—Shhh… ahí va Michelle. —Dije con la boca llena y mirando fijamente como salia y esperaba a alguien, creo que espera a Adela.
Después, cuando Joaquín vio a Michelle, se fue abriendo paso hasta ella y le tocó el hombro. El señor Alexander tomó un puño de palomitas.
—Señor, disculpe. Pero usted no quiso palomitas —Andrés le dio un manotazo al señor Alexander.
—¡Andres! —Lo miro amenazante —Yo pagué estas palomitas. —Le recordó y volvió a tomar un puño.
Michelle volteó y se miraba sorprendida, sabía que hacer esto a sus espaldas resultaría.
—¿Dónde están las escuinclas?—Trate de buscarlas.
—Justo al lado del auto. —Andrés señaló el auto de Joaquín.
Ellas estaban sorprendidas de lo que estaba pasando. Michelle hablaba con Joaquín y cuando llegó Adela, Joaquín habló y cargo a Adela en sus brazos. Adela sonreía y se notaba muy cariñosa, esa niña se merece un oscar. Sabia que meterla en toda esta farsa serviría de algo, toda la gente ve a Joaquín, Michelle y Adela.
Después se dirigieron al auto y Joaquín le abrió la puerta del co-piloto a Michelle. Las dos chicas que ahora eran cinco se acercaron a Joaquín y a Michelle, Michelle las miró de arriba a abajo y se metió al auto. Joaquín bajó a Adela y también le abrió la puerta de atrás.
—¡Sabia que lo haría! —Dije orgullosa.
—¿Hacer qué? —El señor Alexander parecía no comprender lo que había pasado.
—¿Cómo no lo entiende? Esas niñas hicieron sentir mal a Michelle, cuando vieron que era cierto lo de Joaquín, se acercaron para que fueran amigas de nuevo. Pero Michelle no se dejó y ahora ella las desprecio.
—Pero, ahora sigue sin tener amigas.
—No mañana. —Seguí con las palomitas —Mañana le lloverán amigas por todos lados y ella tendrá de donde escoger.
—¿Por qué no ser amiga de ellas? Son populares y ella lo quería, es más Adela tuvo un problema con una compañera, esa compañera la golpeó y ahora son amigas, además usted sale con el padre —Aclaró
—Es distinto, Adela tiene 8 años y así son los niños, se pelean a golpes por una tontería y al siguiente día están jugando, pero esto de la popularidad… —Miré a las chicas humilladas — Es la guerra.
—Yo digo que para celebrar comamos en un restaurant. —Andrés se aprovechaba.
—No es mala idea —Lo apoyé.
El señor Alexander encendió el auto y seguimos a Joaquín.
En casa, Michelle nos contó que cuando se le acercaron le dijeron que si no las invitaba a comer a la casa. Pero que ella les dijo que no, que solo invitaba a comer a sus amigas y que las miró mal.
—¡Val! Gracias —Me abrazó feliz.
—¿Por qué, linda?
—Por lo que hiciste hoy con Joaquín. Hubieras visto sus caras —Nadie debe saber que nosotros si estuvimos ahí.
—Me las imagino, linda. Pero no fui yo. —No podía llevarme todo el crédito, yo tuve la idea pero el señor Alexander estuvo de acuerdo y me ayudó
—¿Entonces? —Me miró confundida.
—Fue tu padre —Le sonreí ampliamente
—¿Papá? —No podía creerlo. —¿Él estuvo de acuerdo? —lo pensó un momento mientras yo asentía.
—Él no canceló al propósito, ni quiere verte como estuviste ayer. Eres su niña y te protegerá siempre… aunque sea usando los contactos que tiene como productor.
Me sonrió y fuimos a esperar a que el señor Alexander y Joaquín salieran de la oficina, cuando el momento llegó, Michelle corrió a su padre y lo abrazó. Él me sonrió en forma de agradecimiento, Joaquín me sonrió de manera diferente.
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—Primero que nada, gracias. —Me encontraba en la oficina del señor Alexander.
—¿Por? —Me recargue en la cómoda silla que era de él.
Miré con curiosidad a Paula que estaba de pie justo al lado del señor Alexander y estaba sonriendome.
—Porque… bueno, creo que si usted no hubiera resuelto todo, en este momento Michelle seguiría encerrada en su habitación llorando. — Yo miraba como él caminaba de un lado a otro por la oficina, usaba un pantalón beige de vestir y tenía un suéter vino, lucía tan casual y a la vez tan serio, si mi padre se vistiera así el luciría como idiota. muy inalcanzable para mi, sin dudarlo.
—¿Quiere decirme alguna otra cosa? —Estaba muy sospechoso el asunto.
—¿Qué? ¿No puedo solo darle las gracias a mi hermosa niñera? —Rió nervioso.
—Digamelo de una vez, debe haber confianza en ambos o si no ¿Cómo resolveremos los problemas? En una pareja debe haber comunicación.
—Nosotros no somos pareja. —Me recordó.
—Pareja de trabajo.— aclaré.
—De verdad, no es nada. Puede irse.
—¡Alex! —Paula lo regaño miemtra él seguía caminando de un lado a otro.
—Mire —Me levanté de la silla — me prestó su silla, me dijo hermosa niñera y no me ha gritado porque rompí el florero del recibidor junto con la escultura rara que tenía al lado.
—!¿Rompió qué?!— Se alteró de inmediato.
—¡Niñera hermosa, niñera hermosa!—me cubrí con mis manos tratando de evitar un golpe.
—Pero los accidentes pasan —Respiró profundamente. Y yo asomé la cabeza con precaución.
—¿Llamó mi doctor y dijo algo sobre alguna enfermedad terminal? —Comencé a preocuparme.
—No, ¿Debería? ¿Se encuentra bien?—Dijo preocupado.
—Sí, estoy bien... pero ¿qué otra explicación habría ante que no me grite cómo de costumbre?