—Muchas gracias, mi nombre es...
De repente, dejaron de sonar los amplificadores.
Todos se quedaron confundidos, mirándose entre sí.
—Oh no —suspiro Luca—, Francesca —dijo, irritado mientras sus dedos masajeaban sus cienes. Al parecer no era la primera vez que pasa—. Iré a ver que pasa. —avisó.
Daven lo volvió a seguir, mientras los demás se quedaron en el mismo lugar.
Entraron por una puerta atrás de los escenarios.
—Lo siento, eso fue espeluznante —se escuchó una voz chillona, mientras entraban.
—Déjame en paz, Francesca —habló, una voz conocida.
—Es que, está claro que no sirves para esto —continuó la otra.
—Ca-llá-te —de repente se escuchó un grito ahogado.—. Sabes que está de por medio ese maldito contrato. Espera unos 6 años más y me largo.
—¡Basta! —entró Luca—Francesca, prepárese para su presentación.
Francesca, una chica pelirroja, igual de blanca como Hillary, se notaban sus pecas. Esta chica, se veía muy madura, mayor, alta y de muy buenas proporciones. Tenía puesta una muda, que en su espalda decía "Francesca" y llevaba recogido el pelo en una coleta.
—Luca, cariño —habló Francesca, con dulzura—ve a hacer tu trabajo y tráeme una copa de vino joven.
Luca la miró desafiante, mientras ella lo miraba con suficiencia.
Luego se marchó, pero esta vez Daven no lo siguió.
—Yo me encargo de esto —se escuchó.
Al parecer nadie se había percatado de la presencia de Daven.
—¡¡A!! —exclamó— mi amor, lo hiciste estupendo.
Daven se escondió entre la puerta, quería escuchar.
—Gracias —murmuró nerviosa.
—No hay nada que agradecer, cariño.
—Su presentación, me causo náuseas —se escuchó decir a Francesca.
Hubo un silencio corto.
—Francesca, tu envidia barata, por otro lado —habló ella.
—¿Envidia? Ja —se mofó—¿por qué YO debería de tenerte envidia a ti?
—¿Por qué? Que cínica eres. —continuó ella.
—Oigan chicas, cálmense —habló de nuevo le hombre que acababa de llegar—. Mi vida, ve a retocarte, ahora voy. Francesa, por Dios, solo son seis años.
Se escuchó un murmuro por lo bajo.
Daven entró.
Carraspeó, todas sus miradas se posaron en el.
El hombre —que era el que presentó el show—, tenía su brazo cruzado en la cintura de ella, y Francesca, ya estaba sentada frente a un espejo camerino terminándose de maquillar. Miró a Daven a través de este, y suspiró encantada:
—Oh por Dios.
—¿Quién eres tú? —balbuceó el presentador.
—¿Puedo hablar con ella? —le preguntó, con seguridad y firmeza, a él presentador mientras señalaba a ella, que estaba inmóvil.
—Y ¿sobre qué? —la apretó contra su cuerpo.
—Solo —suspiró frustrado—, solo quiero hablar—miró al presentador— ¿puede? —se dirigió a ella. Asintió.
Francesca, miraba la escena, molesta. En cambio el presentador, no soltaba a la chica.
—¿Estas segura? —le preguntó el presentador a la chica. Daven frunció el ceño
Ella se limitó a asentir.
—Venga —le ordenó ella a Daven
Daven la siguió.
—Que mal gusto tiene ese bombón —habló Francesca con indiferencia.
Llegaron a un cuarto, donde habían varias cosas de limpieza.
Nadie decía nada.
Daven no sabía por donde empezar, siempre sabía que hacer, ahora estaba perdido. No sabía cómo tratarla ¿estaba enojada? ¿Triste? No lo lograba descifrar.
—Con que Amy Winehouse —dijo, con un ápice de picardía.
—Mmm —fijo su mirada al piso. Aún tenía el bonito vestido, y seguía maquillada—. Si —se limitó a responder. Daven quería seguir hablando.
—¿Cómo se encuentra? —preguntó al fin, cambiando de tema.
—Mmm —jugueteó con su cabello. Daven, miraba cada uno de sus movimientos—, supongo que bien —le dedicó una media sonrisa.
—Que bueno —cruzo los brazos y se recostó en la pared, frente a ella.
—Sinceramente no recuerdo mucho de esa noche, así que...
—No se preocupe —caminó hacia ella—, yo tampoco recuerdo— se posicionó a lado de ella. Estaba tensa. —, y veo que sus heridas sanaron rápido —. Miró sus brazos maquillados que hace unos días tenían unos hematomas horrorosos— sonrió mientras se abrazaba así misma.
—En realidad, recuerdo cuando el auto chocó contra el árbol y luego Samu me ayudó.
—¿Samu?
—Si, el chico de antes.
—Oh, él es ¿su pareja? —la miró con desdén.
Ella lo miró confundida. Sonrió y dijo:
—Si, mi pareja — afirmó. Quería ver que hacía, aunque en realidad a Samuel le gustan los chicos. Daven apretó la mandíbula.
—Bien, pues me tengo que ir, suerte en su noche —Abrió la puerta del lugar, pero antes dijo—: su presentación fue estupenda.
—Gracias —murmuró jugueteando con el cabello.
Daven miró de reojo a Samuel. Él, en cambio, no se inmutó, se veía preocupado.
Ella salió de el cuarto luego de unos minutos. Se encontró con Samuel. Estaba sentado en el sofá blanco aterciopelado, a lado del espejo.
—Cariño —suspiró y se abalanzó ha abrazarla —¿te encuentras bien? —preguntó, acunando su rostro entre sus grandes manos. Ella se limitó a asentir—¿Qué demonios quería? —la soltó y la guió al sillón beige, que se encontraba en una esquina. Se sentaron y ella respondió:
—Él fue... —dudó en decirle y bajó la mirada.
Samuel juró que encontrará y hará daño a la persona que dejó la dejó sola, y de madrugada a deambular en el estado en el que estaba aquella vez. No temía por Daven, temía por Samuel. Samuel es capaz de hacer lo que se proponga, sea quien sea y Daven Damme, no era cualquier persona.
—Cariño —con sus manos alzó su rostro suavemente, hizo que lo mirara—, ese hombre no es cualquier hombre, se quien es y dudo que no sepas quien es —ella abrió los ojos de par en par. A veces pensaba que estaban conectados. Y... Claro que sabía quien era Daven, una vez lo había ayudado y la otra tuvo un accidente. Además era la persona a la que más admiraba —en secreto— aunque cree Daven ya lo sabe. —. Se que podría llegar ser tentador, pues su perfecto trasero y su billetera con millones de dólares derriten a cualquiera —ella palideció al escuchar, nunca se lo imaginaría. Además, ella no es cualquiera. Él continuó—: pero tú, mi cielo —le acaricio la mejilla—, no eres cualquiera. —ella sonrió, coincidían en todo, casi siempre.