La noche de Abril

Capítulo 11

—ABRIIIIIL —llamó Samuel desde la cocina, que se encontraba en el primer piso— ¡carajo! —exclamó en un susurro—ABRIL, ¿SABES HACER PALOMITAAAS? —se volvió a escuchar desde la cocina.

—AYYY VOYYY —respondió Abril, mientras bajaba las escaleras. Y ahí estaba. Un Samuel exasperado, el cabello revuelto, suspirando lo inútil que es— Samuel ¿Por qué estás remojando los maíces? —Samuel abrió los ojos como platos, luego sonrió inocentemente.

—Se me cayeron, y sus puse que se ensuciaron — se encogió de hombros. Abril mordió su labio inferior, aguantando la risa. Explotó en una carcajada sonora, terminó de bajar las escaleras y se sentó en el mesón

—Cariño, eso ya no va a reventar. —susurró señalando los maíces. Volvió a reír suavemente. Mientras miraba a Samuel que se masajeaba las cienes. Resopló agresivamente y continuó:

—Y ¿si mejor pedimos pizza? —preguntó juguetón. Mientras se dirigía al lavador a limpiar su desastre. Abril puso los ojos en blanco.

—No quiero pizza —dijo fingiendo capricho. Samuel la miró desafiante.

—Y ¿qué quiere la niña mimada? —preguntó acariciando su mejilla. Ella se aferró en esta y susurró:

—Comida china —Samuel puso cara de asco.

—¿Segura? —preguntó, ella asintió— dicen que ponen carne de perro —. Se encogió de hombros y ella sonrió.

—Pues si es así, el perro sabe rico —Samuel carcajeó al escuchar y negó con la cabeza. Finalmente accedió a su pedido. Compró la porción más grande de chaulafan.

Se encontraban en la sala de Samuel, frente a un televisor gigante acostados en la cómoda alfombra. El sonido del timbre los sacó de su trance.

—Voy yo —murmuró Abril. Samuel asintió y bajo junto a ella para subir los vasos y la limonada que había preparado.

Abril abrió la puerta y se quedó perpleja. Era la comida China, pero quien la traía era uno de las anteriores parejas de Samuel. Samuel tardó en superar su ruptura y fue la etapa más difícil para los dos. Se hizo de la vista gorda, puso el billete de cinco dólares en su mano le arranchó la bandeja, entró y cerró la puerta. Se recargó en esta, aún con la comida entre las manos.

—Cariño, estas pálida ¿Quién era? —Samuel la dejó y miró a través de la ventana. No había nadie. Abril ya se encontraba en la cocina, sirviendo la comida en cada plato. Indiferente a lo sucedido

—Abril ¿qué pasó ahí? —preguntó Samuel, señalando la entrada de la casa.

—Nada, solo que... —no se le ocurría nada sensato— recordé que mañana tengo que ir al bar diez horas antes a la entrada normal —resopló. Samuel la miró con tristeza. Ella no debía vivir con eso, ella es mucho más de lo que se imagina, pero él debe guardarse todo, por el bien de Abril, de él, de su familia, de Mar—. Bien, sube la limonada y los vasos, yo subiré estos platos— iba subiendo las escaleras, paro en seco y le pregunto a Samuel—: Samu ¿pusiste pausa a la peli? —Samuel apareció en su campo de visión y negó con la cabeza. Ella asintió.

Ya había acabado la película. Abril daba brincos de felicidad, y Samuel dormía.

Samu —le susurró, para despertarlo. Él emitió un quejido y abrió los ojos. Y ahí estaba ella con una enorme sonrisa.

—¿Qué pasa? —ronroneo, se reincorporó y vio en el televisor pasar los créditos.

Cruella no se salió con la suya —festejó. Samuel la miró tiernamente.

—Nunca se saldrá con a suya, A —Se levantó y se dirigió al baño para cepillarse los dientes. Abril se dio cuenta que también se refería a Francesca. Ya eran las diez de la noche. Se levantó de la alfombra, buscó sus zapatos. Cuando terminaba de alistarse escuchó a Samuel preguntar:

—¿Iras a ver a tu madre? —. Abril asintió levemente.

—Si —susurró.

—Ok, te llevo —. Samuel tenía mucha más entrada de dinero que Abril. Y tenía un auto, no muy lujoso, pero lo tenía. También tenía su propia casa, vivía solo, su familia estaba lo más alejada posible.

—Okeyyy —afirmó mientras se desperezaba. Samuel sonrió al ver su gesto tan infantil.

—Bien, baja pues —puso sus manos en la cintura. Abril entrecerró los ojos y asintió.

El trayecto de la casa de Samuel, hasta la casa de su madre fue de media hora. Abril se había quedado dormida.

—¡Abril! —susurró, mientras la zarandeaba.

—¿Uhm? —respondió aún con los ojos cerrados.

—Ya hemos llegado —Abril abrió los ojos lentamente y se desperezó.

—¿Quieres entrar? —le preguntó. Samuel no le caía bien a Mar, la madre de Abril. Ella sabía que Samuel fue contratado para que esté del rabo de Abril, pero eso fue al inicio, luego Samuel se encariñó tanto con ella, que pidió a Francesca que ya no necesitaba el dinero, y dejaron de pagarle, pero él siguió haciendo el mismo "trabajo". Se mantenía con lo que ganaba siendo presentador, y de lo que ahorró cuando cobraba por ser amigo de Abril.

Abril no entendía el porqué del comportamiento de su madre. Desde que lo presento siempre lo miró mal, ella siempre le hablaba cosas maravillosas de él y de como la trataba, pero su madre seguía indiferente.

—Me encantaría entrar —la miró y acarició su cabeza—, pero no se si a tu madre le encante que entre— formo una línea con los labios.

—Entiendo —Abril agachó la cabeza. A Samuel le pesó, porque él sabía que la madre de Abril fue contratada para ser su madre, por esa razón no le caía, piensa que lo que sigue haciendo es falso, actuado, pero no es así. Samuel resopló. Debe ser estratega, debe buscar el momento, lleva cuatro años conociéndola y ocultando ese maldito secreto, que lo condeno de por vida, y hasta ahora no haya el momento. Necesita un aliado. Alguien que entienda. Samuel miró un punto fijo, luego retomó la compostura y le dijo:

—Prometo arreglar las diferencias con tu madre —levantó el rostro de Abril, para que lo viera a los ojos, en ellos había una chispa de felicidad—, pero por ahora ve y saluda a tu madre —Samuel vio por la ventanilla de copiloto, ahí estaba Mar, esperando por su hija. Se la veía mucho más flaca, llevaba un turbante y tenía algunas manchas en la piel. 




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