Riley.
—Sí, Ty es un bastardo que sólo piensa en el crecimiento de la manada. Está obsesionado con que alguien le mueva lo que trae consigo. —murmuró Mikasa a mitad del campo de Béisbol.
Y tenía muchísima razón.
Tyler sólo pensaba en qué era lo mejor para él, y también quién era la próxima luna que se llevaría a la cama.
—Pero en especial quiere aparearse contigo. —argumentó Dagda.
Podía sentir su olor. El olor humano, y la sangre.
— ¿Cómo es que podemos soportar el olor de estas criaturas? Si no fuera por tu padre yo ya habría destrozado medio mundo. —sonrió Mikasa.
Ella siempre tenía el humor de ponerte feliz, enojado, era toda una reina de las emociones y los sentimientos. También estaba enganchada con uno de los jugadores de béisbol del instituto. Zev, un chico misterioso. Faltaba demasiado a clases, la última vez que lo hizo tuvo que rogarle al director del instituto.
Zev Banehallow ocultaba muchos secretos.
Hasta que sus hermanos llegaron a la ciudad. Lazary, ella era una chica muy popular, junto a su hermana Mantis Banehallow. Y por último, el chico que nos llamaba mucho la atención. Stev Banehallow. En realidad no sabría cómo explicar la magia que ese hombre posee. Sí, era demasiado guapo para ser real. Pero era solitario, sólo andaba con su hermano para todos lados. Sus rasgos eran idénticos, y murmuraban por allí que los cuatro tenían un hermano mayor en la universidad. Nunca hemos sabido su nombre, sólo sabemos que su familia se mudó hace poco a una casa que su padre les compró.
—Allí va otra vez —esta vez era Dagda, su mirada se desplazaba hacia el capitán del equipo, Thethanius Owlbear. Ese era todo un hombre macho pecho peludo. Siempre parecía estar enojado. Sólo era un rumor. Siempre iba acompañado de sus malinches preferidos, Sylvester y el apuesto y tenebroso Terance.
Por otro lado estaba ella, la única chica que se juntaba entre puros hombres. Ella era Tarah Garroway, siempre siendo vigilada por su mejor amigo, Oswald Ergathall. Eran inseparables; pero en especial en Stev, ella nunca le quitaba la mirada.
—Son ridículos, es lo que son. —opiné al respecto de la situación.
Odiaba ese tipo de cosas, parecían una eterna manada que iba aumentando cada vez más.
Por otra historia, mi manada era escasa, el único preocupado por aumentarla era el asqueroso de Tyler.
El silbato el entrenador Harper resonó sobre nuestros delicados oídos.
—Quiero una fila de mujeres y una de hombres aquí —señaló el hombre. Tarah me dedicó una mirada fría desde su puesto sujetando el guante y la gorra.
«Te voy a acabar Garroway»
A pesar de que sentía esa adrenalina recorrer mi cuerpo tenía que demostrarle a la estúpida de Tarah de lo que era capaz. Tarah Garroway era una insípida. Siempre quería ganar. Siempre quería ser la primer lugar en todo desde que llegó a esta ciudad.
La he odiado cada segundo.
Cada entrada se divide en dos partes, la parte alta y la parte baja, durante las cuales un equipo trata de anotar puntos mientras el otro equipo defiende el campo. Algunas veces es llamado diamante de béisbol. La primera en tomar el bate era yo. Me coloqué justo en la caja de bateo, siendo observada por los nueve jugadores actuales. Zev, Thethanius, Mikasa, Dagda, Stev, Tarah, Terance y Sylvester. Tarah era la lanzadora, y los demás eran jugadores de segunda base, jardineros, jugadores de tercera base, campos cortos, receptores, jugadores defensivos, y jugadores de primera base. Por último estaba el árbitro, el entrenador Harper.
El lanzador tira la pelota hacia el bateador. La pelota tiene que ser lanzada a cierta altura y directamente sobre el home para ser considerada correcta, pero un buen lanzador puede hacerla muy difícil de batear. En cuanto la pelota es lanzada, logro distinguir de inmediato si la pelota es segura para batear o no, y es el momento en que el bateador abanica.
Dejo caer el bate y corro lo más rápido posible hacia la primera base mientras la pelota está en movimiento del campo a través del aire. Se supone que debo detenerme en las bases y esperar a que los otros dos corredores ocupen su oportunidad, pero soy tan rápida y veloz y llego hasta la base final, y todo acaba.
Siento la agitación por todo mi cuerpo.
Todo se vuelve como una ola de negrura dispersada.
No logró contener mi equilibrio y caigo al suelo de cuclillas. Puedo sentir las garras estremecerse sobre la carne de mis uñas humanas.
Mikasa se acerca.
Logro olerla.
La reconozco.
Dice algo, pero no logro entenderlo.
Es tanta excitación.
Hay gente gritando.
Hay murmullos.
Pero huele a ellos. Puedo olerlos. Uno de ellos está aquí. Está tan cerca....
Me carga en sus brazos. El olor es más persistente.
Está aquí.
⟗
Despierto en una camilla y me levanto de inmediato. Estoy en la maldita enfermería. Intento ponerme en pie, pero estoy en calcetines. Mis botas reposan en el suelo. Puedo olerlo a distancia.
Un humano.
La puerta se abre y entra uno de los Banehallow, Stev. Su rostro se llena de sorpresa.
« ¿Qué nunca habías visto a una mujer, idiota? »
Miro hacia su espalda ancha, pero no hay nadie más. Luego vuelvo a mirarlo.
« ¿Y tú que mierda haces aquí?»
—Que bien que despertaste Wyvern. —comenta.
« ¿Te alegra Banehallow? Me vale un comino»
— ¿Te importa? —me cruzo de brazos.
Su olor es tan humano...
Él me observa.
«Sí, tiene la belleza de un ángel... Pero el alma de un infierno »
—Yo fui quien te trajo aquí. Me merezco unas gracias por lo menos. ¿No crees?
—No. ¿Por qué alguien como tú me salvaría la vida? —dudo.
Editado: 22.07.2018