La noche de luna llena

Capítulo 7

Stev.

 

Estoy nuevamente en frente de ellos. Aquellos que nos han ordenado cuidar a los humanos asignados, y protegerlos de nuestro enemigo. Licaón.Estoy seguro de que ellos van a castigarme.

Van a mandarme a un lugar de donde no podré escapar.

El cielo se nublaba con una neblina incandescente que formaba un huracán a lo lejos. Habían pasado horas desde que esperábamos a que ellos llegaran.

—Te he repetido muchísimas veces cuánto vale ésta misión. —mi padre se dirigió a mí.

Estaba enfadado.

—A todos ustedes se los he repetido —nos miró con ese rostro oscuro y frío que te acorralaba la piel.

Tragué duro.

—Y estamos hacien... —Thethanius estaba a punto de meterse.

—No me importa —masculló con ansias de asesinarnos a todos.

Si mi padre se entera de lo que he sufrido en todo este tiempo con el desarrollo de mi cuerpo y la transformación que no logro controlar...

Se supone que hay una cierta edad en la que tu cuerpo va cambiando conforme a sus genes. El virus es transmitido, como una cápsula que te tragas a los dieciséis años.

Como si te drogaras y de pronto sintieras esa mierda destructiva entrar por todo tu torrente sanguíneo.

Y es cuando cada poro de tu piel se sumerge, dejando entrar otro órgano que no conoces. Que es desconocido.

«Y que quiere asesinarte...»

Finalmente se quedó callado. Todo era como un silencio inmune que se colapsaba por el sentido de nuestras emociones y sentimientos.

Mi padre era ese.

No podías esconderle nada.

Pero esta vez sí lo intentaría.

Había asesinado a un humano en mi transformación de luna llena. «Mi primera vez » como dirían los más.

—No quiero saber que han cometido algún error. Ustedes son mis perros de guerra. Cada uno de ustedes. Ninguno puede fallar.

«y si llegasen a fallar, yo mismo los asesinaré »

La típica frase que papá nos había enseñado. Persuade a tu enemigo, y mata fríamente. Sin conocimiento de purificación, soslayo o rencor y sin arrepentimiento.

Y tampoco no mires tanto.

Si es cuestión de suerte, puedes escapar de la corte. Eso es si asesinas en tu primera transformación.

« ¿Qué haría de mí si supiera que uno de sus hijos los ha decepcionado?»

No puedo controlar ninguna de todas las transformaciones que he tenido.
La policía busca demasiado. Y sólo Tarah y Thethanius saben sobre aquello.

—Ahora tengo que irme. —tomó su maleta del suelo. —. No quiero saber noticias sobre algún asesinato provocado por un animal. Ya es suficiente con tenerlos aquí en el mundo humano, lleno de tentaciones y sangre.

Cruzó aquella puerta.

Siempre éramos nosotros tres, los únicos que todavía no dominábamos al animal que existía dentro de nosotros.

Tarah se encaminó hacia mí, y se dedicó a mirarme como si se arrepintiera de una mentira que había dicho para salvarme.

Y es que simplemente no dijo nada.

—Se enterará tarde o temprano, Stev. —me miró con esos mismos ojos.

Los mismos que había mirado aquel día cuando la conocí.

—Sabes que me las arreglo solo. Ustedes entienden, lo sé. Nunca les pedí que mintieran.

—Lo único que hicimos fue no comentarlo. —habló Thethanius.

—Y agradezco eso. Pero no era necesario.

—Es tu padre, y sabemos...

—Sí. Les he dado muchas decepciones y por eso no soy el hijo favorito de los Banehallow. —bufé. —. No me gusta ser un Hombre Lobo. Nunca se lo pedí a Santa.

—Nunca te trae los juguetes que quieres, ¿no es así?

—El punto está en que para que mis padres me consideren alguien visible, tengo que demostrar que sé comportarme como su perro domado.

—Está en tus genes, Stev.

—Está en mis genes —repetí. —. Está en mis huesos, mi sangre. ¡Mi familia es el virus!

Tarah negó con la cabeza y colocó sus manos sobre mis mejillas.

—Yo era como tú —susurró. —. No tienes por qué tener miedo...

—No tienes que tratarme como a un niño pequeño Tarah —me alejé, dejando sus manos en el aire.

—Tengo que cuidarte. O al menos ayudar a hacerlo...

—Nosotros cuidamos a los inocentes. Yo estoy cuidando a Riley Wyvern, esa es mi misión.

—No me gusta para nada que se te haya asignado esa tipa... —tomó asiento a mi lado en una banca.

—Es mejor que cuidar al profesor Richard —se burló Thethanius.

—Es peor que cuidar a Mikasa Rashgarroth.

Riley es bonita —murmuré.

—Riley es el monstruo de las tinieblas. ¿No has visto donde vive? Su familia habita en el centro del bosque. ¡Eso es psicópata!

—Esas son personas que les gusta el silencio. —me puse de pie. —. No estoy en contra de ello.

—Es porque tú eres un chico demasiado solidario, y odio que precisamente lo seas con mi peor enemiga.

Me burlé.

— ¿De qué te ríes, Banehallow?

—Sus juegos de niñitas me los paso por el orto. —abrí la puerta. —. Tu no tienes enemigas Tarah, lo tuyo se le conoce como envidia.

Me desaparecí por aquella puerta.

 

Riley.

 

Tyler me dio un fuerte abrazo. A veces sentía que sí se podía llevar de vez en cuando.

—Gracias —le dije. —. Pero no tienes que cuidarme, Ty.

—Soy el ladrón de tu corazón, pequeña. Admítelo. —se burló por lo bajo.

—Y lamento que no sea así. Ahora... Puedes dejarme en paz.

—No. —tomó mi rostro entre sus manos y nuestros labios se juntaron.

Debería sentirlo. Aquel cosquilleo recorrer me sobre la piel. Pero Ty sólo era como un mejor amigo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.