Mi cuerpo es arrojado al suelo con fuerza, pero el impacto resulta amortiguado por la rápida reacción de mi custodio. Él, con un instinto guerrero que no conoce límites se coloca sobre mí, cubriéndome con su propio cuerpo como un escudo humano contra el peligro asecha con vileza.
El rugido de las flechas ardientes continúa, su eco retumba en el aire mientras buscan su objetivo sin piedad. El vikingo, con determinación feroz, me arrastra hacia un muro cercano, procurando ponerme a salvo de las mortales saetas que desciende como lluvia de fuego sobre nosotros.
Con cada caída, el terror entra en mi carne, sabiendo que cada flecha representa una amenaza mortal para aquellos que se encuentran afuera atrapados en esta tormenta de fuego y muerte. Gritos de dolor y desesperación resuenan alrededor, recordándome la brutal realidad de nuestra situación.
Sin embargo, mi protector no cede ante el caos que nos rodea. Con su fuerza impresionante me eleva en brazos y me coloca detrás del muro, utilizando su propio cuerpo como escudo para protegerme de los proyectiles en llamas. Su rostro está marcado por la determinación y el coraje, una máscara de resolución que me infunde un atisbo de valor incluso en medio del peligro más inminente al que estamos sometidos en este instante.
El caos y el terror me envuelven en una espiral frenética y mi mente lucha por procesar la devastación desatada. Una sensación de ardor en mi pierna me arrancó un gemido de dolor en cuanto intento afirmarme contra el muro y al descender la mirada descubro que un pedazo de mi vestido está chamuscado. Una flecha, como un demonio de fuego, ha penetrado mi carne, dejando a su paso un rastro de dolor abrasador. Mi vestido se consume, devorado por las llamas y el dolor se intensifica con cada latido de mi corazón.
Es entonces cuando, en medio de la confusión y la desesperación, un hombre envuelto en llamas pasa corriendo a mi lado, como una sombra ardiente en el infierno que nos rodea.
Dejo escapar un grito ante la sorpresa.
El horror aún más profundo me invade de golpe al ver la escena y oler a carne humana chamuscada, mi mente es incapaz de procesar la imagen aterradora que se despliega ante mis ojos.
Todo se vuelve borroso, distante, como si estuviera atrapada en un sueño oscuro del que no soy capaz de despertar.
–¿Estás bien?–me habla el vikingo, pero niego con mi cabeza, imposibilitada de articular palabra–. ¡¿Kelen?! ¡Kelen!
Una densa oscuridad se eleva y me empuja con fuerza en su profundidad mientras mi cuerpo, exhausto y herido, sucumbe al abrumador peso de la inconsciencia.
En ese momento, solo queda un silencio petrificante, una pausa efímera en medio del caos que me rodea.
Despierto con un estremecimiento, mi mente aún turbia por los recuerdos borrosos del caos y la destrucción que he presenciado. El zumbido constante de voces y el aroma penetrante de ungüentos y hierbas medicinales llenan el aire a mi alrededor, indicándome que estoy en algo así como un hospital. ¿Tienen hospitales en esta comuna cerrada? Más bien parece ser una sala de enfermería.
Al despegar los párpados, me encuentro con la figura tranquilizadora de Nova a mi lado. Su presencia familiar en medio del caos que me rodea es apenas un halo de esperanza. Su rostro refleja una mezcla de preocupación y alivio al verme despertar mientras parece estar cambiando un suero. Sus ojos me estudian con atención mientras me incorporo con cautela, buscando sentarme en la camilla que es mi cama improvisada.
—Kelen, estás despierta—dice Nova con voz suave, su tono resuena en cierto matiz de certeza—. ¿Cómo te sientes?
Mi boca está seca y mi cuerpo entumecido por la fatiga, pero el dolor en mi pierna herida palpita con intensidad recordándome la realidad de mi situación. Miro hacia abajo para encontrarme con mi pierna vendada, un recordatorio tangible de los horrores que he enfrentado.
Jamás había sufrido una quemadura, menos había visto a una persona ardiendo en llamas delante de mí.
—Dolorida, pero bien, supongo—respondo con voz débil. Mi mirada se encuentra con la de ella, repasando lo sucedido—. ¿Qué ha pasado?
Nova parece deliberar un momento antes de responder, sus labios se fruncen en una expresión de preocupación.
—Hubo un ataque—explica; su voz se oye tranquila pero llena de gravedad—. Flechas encendidas cayeron sobre nosotros… Algunos no encontraron un refugio a tiempo y ahora están muertos. Muchos resultaron heridos, pero tú estás a salvo ahora.
–¿Quién habría de atacar de ese modo? Además, ¿con flechas? ¿En serio?
Esto es sencillamente terrible. Lo que está sucediendo me condena con creces a padecer las consecuencias de lo que esta comunidad hace.
–El problema no son exactamente las flechas sino las caseras bombas de combustión en la punta.
–Estallan al clavarse e impactar con lo que sea.
–Así es.
–Vi eso y fue…escalofriante.
–La guerra es escalofriante, Kelen. No dejes que viva dentro de ti. Si la guerra vive dentro de ti, la vida pierde su belleza.
Nova me habla con solemnidad. Intuyo que ha de tener unos treinta años, pero su sabiduria es inmensa al igual que su cautela y la templanza con la que puede sobrellevar las distintas instancias a las que nos hemos enfrentado desde mi aparición en esta ciudad.
–¿Estamos a salvo?¿De verdad?–no puedo soltar mis dudas que quedan pendientes en la atmósfera.
–No es algo que pueda asegurar, pero con toda certeza que estás a salvo de grupo de rebeldes que nos atacó.
Un chispazo de intriga se enciende.
–¿Quiénes son? ¿Puedo saberlo, Nova?
No se ve muy convencida, pero procede de todas maneras:
–La existencia de esta comuna es secreto calificado, pero hay rebeldes que la mantienen viva en sus teorías más conspirativas hasta que las hacen realidad y llegan para encontrarnos.
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Editado: 29.10.2024