Querido viejo amor.
Podría darte mil razones por las que nuestra relación se terminó, pero en ninguna de esas razones está que el amor se acabó, porque no fue así. Yo jamás dejé de amarte, pero creo que a veces el amor no es suficiente o simplemente lo nuestro estaba destinado acabar. Tú te enamoraste de alguien más. Pero de todas formas eso ya no importa. ¿Eres feliz? Espero que lo seas. Yo aún estoy procurando olvidarte, alejarme de todo lo que me recuerda a ti, pero es difícil, te tengo tatuado en mi piel. ¿Cómo te arranco de mi piel? ¿De mi corazón? Créeme que daría cualquier cosa por no sentirme así, por no llorar sola en mi habitación, por dejar de tener miedo a pronunciar tu nombre. Y ahora mientras te escribo esta carta que nunca te voy a entregar, deseo que estés aquí conmigo y lo único que quiero es regresar a la noche en que nos conocimos.
Arrugo con fuerza el papel entre mis manos y cierro los ojos. No lloro, prometí ya no llorar por él. Suspiro mientras abro los ojos y vuelvo a poner la carta que escribí meses después que Emmanuel me dejó y nunca le mandé. Quisiera decir que esa fue la última carta que escribí, pero no fue así, la última fue hace un año. Guardo la carta donde estaba, en el pequeño cajón de la mesita blanca que está en una de las esquinas de mi estudio de arte.
—Quiero viejo amor. —digo con amargura. —Que estúpida, estúpida era.
Y que estúpida me siento ahora por seguir pensando en él, por aún guardar esperanzas.
Me siento en el piso, en la mitad de mi estudio y miro el lienzo en blanco que tengo frente a mí. Recojo mi cabello en una coleta alta y tomo una brocha. Respiro hondo mientras empiezo a pintar algo que ha estado dando vueltas en mi cabeza desde que llegué.
—Colores, colores y muchas emociones. Pinta lo que quieras, siempre y cuando sea lo que realmente sientas. —mi mamá me decía eso todo el tiempo cuando yo estaba aprendiendo a dibujar y pintar.
No sé cuánto tiempo me quedé sentada en mi estudio, pero no es el suficiente. Quisiera pasar aquí todo el día, este lugar siempre fue mi refugio, mi lugar seguro.
Me paro y empiezo a limpiar las brochas y después cubro la pintura que aún no está terminada, pero antes de salir de mi estudio tomo algo de valor y marco el número de Guillermo, una parte de mí quiere que salte la contestadora, pero no, al segundo tono él contesta, como si llevará esperando mi llamada y a lo mejor así es.
—Hola, Hope. ¿Como estas? —Me dice en un tono amable.
Escuchar su voz dulce hace que solo recuerde las cosas buenas, pero los buenos recuerdos no pueden eclipsar el hecho que no lo amo y jamás lo voy amar.
—Lo siento, me gustaría que esta conversación la hubiéramos tenido de otra manera, tal vez cara a cara, pero también sé que, si eso hubiera pasado, puede que no tenga el valor de decirte lo que voy a decir a continuación. Guillermo, soy una cobarde por decirte esto por teléfono, pero no te amo. Tan crudo y cruel como suena, esa es la verdad. —él quiere decir algo, pero yo lo detengo antes que pueda hablar. —Déjame hablar, por favor. Y en serio lamento decirte esto, no es que eso lo haga menos difícil, pero no te amo, es la verdad y jamás te voy a amar. No puedes esperar a que yo te ame solo porque tú me amas, así no funcionan las cosas.
Si fuera así Emmanuel estaría conmigo. Pero el amor es así, a veces dura y otras en cambio simplemente acaba.
Tal vez en el caso de Guillermo fue un poco mi culpa, porque de alguna manera, yo pude haber alimentado su creencia de que yo lo amaba y que teníamos un futuro juntos.
—Lo siento mucho, eres una buena persona y no te mereces esto. Podemos vernos mañana si quieres y aún piensas seguir aquí, pero mis sentimientos no van a cambiar y no hay nada que puedas hacer o decir para que eso suceda.
Créeme yo intenté hacer que Emmanuel me volviera amar, pero no pasó. —pienso. — Como dije, no puedes esperar que una persona te ame solo porque tú la amas con todo tu ser.
Él no me dice nada y corta la llamada. Me quedo mirando la pantalla del teléfono con su foto deseando que las cosas entre nosotros hubieran terminado de una manera diferente.
Guardo el teléfono en mi bolsillo y salgo de mi estudio.
—Tienes visita. —me dice Peyton con una sonrisa burlona desde la puerta que conecta la casa con el jardín.
Me quito el moño y me peino el cabello un poco, no me gusta tener el cabello recogido.
—¿Quién? —quizás es mi amiga Lola que ha hecho un espacio es su ocupada agenda y me ha venido a visitar.
Peyton no me responde, entro en la casa y camino hasta la sala y casi me caigo de espaldas como condorito al ver a Santiago de pie en la sala con un ramo de tulipanes, mis flores favoritas.
Cuando él me ve camina hasta mí y me da las flores.
—¿Cómo supiste que son mis favoritas? —le pregunto mientras huelo los tulipanes.
—Lo dijiste antes de tu cumpleaños poco después que nos conocimos, tengo buena memoria.
Siempre me ha gustado que me regalen flores sin ningún motivo especial, solo por el simple hecho de tener un bonito detalle y no creo que eso sea algo que yo le haya mencionado a Santiago.
—Sí, me encantan, pero como regalo casual. —le digo mientras tomo un florero y acomodo los tulipanes en el—Si, por ejemplo, estoy enojada contigo, no me regales tulipanes, regáleme rosas azules.
Me arrepiento de decir eso, pero él parece no darse cuenta del leve sonrojo que aparece en mis mejillas. ¿Desde cuándo yo me sonrojo?
Peyton se sienta en uno de los sillones y saca su teléfono, pero yo sé que está atenta a lo que nosotros decimos.
—¿Por qué rosas azules? —Me pregunta.
—Algún día te diré.
No dudo que él este realmente interesado en saber porque me gusta que me regalen rosas azules, como para volver a preguntarme.
—¿Por qué estás aquí? —le pregunto.
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Editado: 28.10.2021