La noche en que nos conocimos.

Capítulo 19 Nuestra primera cita.

Ya he tenido algunas primeras citas antes. Pero no recuerdo estar tan nerviosa como ahora. Para mí, la primera vez en todo es muy importante. Mi primer beso, mi primer baile, mi primer día en la Universidad, mi primer todo. Las primeras veces son las que limpian el camino, son las que construyen los pilares. Siento que, si esta primera cita fracasa todo lo demás que aún no hemos vivido, se quedará solo en mi mente.

—¿Azul o verde? —le pregunto a Peyton mientras le enseño dos vestidos diferentes.

Ella observa los dos vestidos, pero no la veo convencida por ninguno de los dos. Frustrada, tiro los vestidos en alguna parte de mi habitación. Ya después tendré tiempo de recoger todo.

—El azul me queda bien, el verde me queda bien, el lila me queda bien. Todo me queda bien. —le digo casi en un grito de desesperación a Peyton.

—Entonces no veo el problema.

—No me quiero ver solo bien, quiero verme impresionante.

Sigo buscando entre toda la ropa que hay en mi armario. También hay algunas prendas de Peyton y otras de Ellie sobre mi cama. Un vestido verde olivo llama mi atención. Lo miro tontamente y sonrió al darme cuenta que encontré el vestido perfecto.

—Estoy nerviosa. —le digo a Peyton.

Ella me esta peinando mi cabello con mucho cuidado.

—Lo sé, me doy cuenta de eso. Pero no tienes por qué estarlo, todo saldrá bien. Hoy se darán cuenta que tienen más en común de lo que tú piensas.

Él tiene algo, no sé qué es, pero me atrae hacia él como una polilla se siente atraída a la luz. ¿Él se sentirá atraído hacía mí de la misma manera? Es probable, pero quiero que lo diga. Debo reconocer que me gustó, más de lo que alguna vez voy admitir en voz alta, que él tomara la iniciativa. Me gustó que fuera él quien dio el primer paso.

—¿Sientes mariposas en la barriga? —me pregunta Peyton.

No puedo evitar reírme ante su pregunta porque sé que lo dice por molestar.

—Algo así. Creo que siento una manada de elefantes corriendo por todo mi estómago. 

Ella deja el peine sobre mi tocador y le sonríe a mi reflejo en el espejo.

—Te gusta mucho, ¿verdad? Más de lo que has admitido.

No le puedo mentir a mi hermana.

—Sí, no sé por qué. Él no es el tipo de hombre que yo hubiera pensando que me podría gustar. Es arrogante y engreído, siempre cree tener la razón y me molesta que la mayoría del tiempo la tiene. ¿Cómo puede ser eso posible? Además, es inteligente, puedo hablar de cualquier tema con él y entiende mis chistes, incluso aquellos que ni a ti causan risa. Si me gustará solo físicamente no estaría tan nerviosa, pero mentalmente me tiene enloquecida. Le gusta leer tanto como a mí, no creí que tendríamos libros en común, pero los tenemos. Cada vez que lo conozco un poco más, me siento más atraída por él. Siempre descubro algo nuevo de él que me gusta. Es una locura.

Quiero lanzarme sobre la cama de forma dramática para mirar el techo de mi habitación y suspirar, pero no lo hago porqué eso dañaría mi peinado y Peyton me mataría. Ella hizo una bonita trenza y peinó mi cabello en suaves ondas, me veo hermosa, bueno, más hermosa de lo que ya soy.

—Estas jodida. —me dice Peyton.

Suelto una risa.

—¿Crees que no lo sé? Me di cuenta de eso la segunda vez que salimos a cenar.

Podría contar aquellas salidas como citas y de alguna forma relajarme, pero no lo son. En gran parte esas citas eran para mantener una fachada, esto es real. No quiero mezclar aquella mentira con esto. Esto es bueno o podría serlo. Me miro frente al espejo. Esto será bueno, voy a luchar por eso, como dijo Eva, uno lucha por aquello que quiere, yo quiero estar con él, no voy a pensar en el mañana o que pasará después, voy a pensar solo en el ahora, esto que tenemos, en todos aquellos nuevos sentimientos que él despierta en mí. Él ahora es todo lo que realmente tenemos, el presente es lo real, el mañana son solo fantasías.

—Hermana. —me dice Peyton mientras yo me pongo los aretes. —¿Crees que podemos hablar mañana? Necesito decirte algo importante.

Ella retuerce sus dedos sobre sus muslos, esta nerviosa, eso es raro en Peyton. Al verla nerviosa puedo hacerme una idea sobre aquello que me quiere decir. Me acerco a ella y le doy un beso en cada mejilla.

—Por supuesto que podemos hablar, hermana, tú me puedes decir lo que quieras. Pero ya me hago una idea sobre aquello que me quieres contar.

Ella agacha la cabeza y niega. Recuesta su cabeza en mi hombro.

—Es sobre amor. —le digo.

Ella se levanta y me mira sorprendida.

—¿Cómo lo sabes? —me pregunta.

Tomo sus manos entre las mías.

—Te conozco, Peyton, te conozco y te quiero. A quien tu decidas querer por mí está bien, lo único que me interesa es que seas feliz.

Ella vuelve a recostar su cabeza en mi hombro.

—Estoy tan confundida ahora, y es extraño para mí que siempre sé lo que quiero. No me gusta esta extraña sensación de confusión, y luego viene Helen a decirme todas esas estupideces sobre que mi familia no me a querer porque no me gustan los hombres, tal y como dice la biblia.  

Peyton está llorando. Tomo su rostro entre mis manos y la obligo a mirarme a los ojos.

—Jamás, escúchame muy bien, jamás podrías hacer algo que haga que yo te deje de amar. Eres mi hermana, nada cambiará eso, siempre estaré aquí para ti.

Ella se limpia las lágrimas y me sonríe, pero aún puedo ver la preocupación en su mirada.

 —Prometimos guardar esto en secreto hasta que tú estuvieras lista, pero Peyton, ya todos lo sabemos. Mamá fue la primera en darse cuenta.

Ella me mira llena de sorpresa y preguntas. Abre la boca para decir algo y después la vuelve a cerrar.

—Cuando papá se enteró, dijo que su padre le hizo prometer que jamás golpearía alguna mujer, pero que, si alguien rompía tu corazón, él iba a romper esa promesa.




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