Pasó un día desde que desperté del sueño, no me atreví a volver a usar la cadenita de mi papá. Pude volver a dormir normalmente y no entré en ese estado. Fueron pesadillas muy raras, aunque el hecho de que mi plan funcione, me hace creer que existe una posibilidad de que todo sea real.
Me dirijo a la mesa y recuerdo que está la pintura sin finalizar. Decido continuarla, renuevo el agua del vaso, y doy pinceladas un poco más saturadas. Presto atención y me doy cuenta de que no solo estoy pintando porque es algo que soñé, sino por la forma de su rostro: sus rasgos suaves, piel ausente de imperfecciones, ojos marrones pero brillantes, cabellera de color castaño, ondulada y libre. Reconozco que Narciso es hermoso.
Inmediatamente me invade la sensación de rigidez en el estómago, me percato de mis pensamientos. Estoy pensando sobre alguien que no existe, teniendo sueños extraños sobre él y ¡además lo estoy pintando! Mi mano comienza a temblar y sé lo que está viniendo.
Apresuradamente voy hasta mi habitación y busco mis pastillas, no quiero atravesar esto. Un vaso vacío en mi mano, y la solución bajando por mi garganta con ayuda del agua. Esta vez tomé una dosis doble.
Una vez acostado, comienzo los ejercicios de respiración, pero un pensamiento no me deja continuar: la cadenita. Decido buscarla, dejo que abrace mi cuello y siento un poco de calma. Me hundo en las sábanas, que suavemente acarician mi piel.
Retomo lo que estaba haciendo, esta vez comienzo por hacer fuerza con los músculos, primero de los pies, luego las piernas, y para el momento que llegué a mi abdomen pude sentir el efecto de la dosis que tomé.
Cada movimiento se siente en cámara lenta, las manos y la fricción con las sábanas hacen sensibilizar todo mi cuerpo. Mis pensamientos se vuelven lentos y casi estoy seguro de lo que va a suceder.
Estoy de pie, escucho un fuerte ruido de aleteos. Abro los ojos, me rodean árboles y oscuridad. No estoy asustado, de alguna forma estoy seguro de que, en cualquier momento, él va a hacer su aparición.
Un sonido de pisadas se escucha detrás de mí, giro mi cabeza y visualizo una luz naranja por detrás de todas las ramas y troncos. Me acerco hacia ella, a medida que avanza también hacia mí.
La luz me ilumina el rostro, a la vez que se enciende una sonrisa: es Narciso.
—¡Hola!—Le sonrío de vuelta, mientras mi brazo.
—Hola.—Me da la mano.
Sus ojos iluminados por el fuego me hacen sentir nervioso, no puedo mantener la mirada.
—Seguís viniendo una y otra vez.—Continúa.—Podrías simplemente no usar esa cadena.
—Es cierto que me trae hasta acá, lo acabo de comprobar. ¿Cómo funciona?
Se acerca hacia mí, demasiado, por lo que miro hacia el suelo, apoya la yema de sus dedos contra mi pecho y levanta la cadenita. Mi corazón se acelera, puedo sentir como la vena de mi cuello late fuertemente, debe ser visible y me da vergüenza que lo note.
—Vamos a la fogata.—Dice con voz temblorosa, lo miro.
Lágrimas caen por sus mejillas, la punta de su nariz está roja. Siento la necesidad de abrazarlo, pero no me animo, la situación es muy incomoda y no tengo confianza para hacerlo. Suelta la cadenita, se aleja de mí.
—¿Por qué llorás?—Pregunté preocupado.
—Recordé algo, pero no importa. Seguime.—Mis pasos continúan los suyos.
Me siento mal por no poder contenerlo, pero no lo conozco. Quiero saber más sobre él. Quizás haberlo abrazado habría logrado una conexión, aunque pensar en eso me pone muy nervioso. Sé que soy tímido pero no entiendo por qué me afecta tanto.
Estamos llegando al fuego, pero hay algo nuevo: unas flores amarillas están creciendo en el suelo. Extrañamente se encuentran abiertas, aunque es de noche.
Tomo asiento en un tronco, y esta vez viene a mi lado. Su cercanía hace que nuevamente me exalte. Me gustaría ser más extrovertido y poder hablarle. Guardo silencio.
Se gira hacia atrás, extiende una mano, toma una de las flores y la tira al fuego.
—El nombre de esta flor y la palabra narcótico tienen un mismo origen.—Pronuncia muy concentrado.
—Veo que sos una persona culta.—Respondo.
—A veces con el tiempo aprendés a relacionar una cosa con la otra, todo está conectado.—Gira su rostro hacia mí, sonríe.
—Podría seguir escuchando las cosas que me podes enseñar.—La temperatura de mi rostro se eleva, me da vergüenza la forma en la que acabo de hablar.
—Pero no queda mucho tiempo, la fragancia de la flor ya está circulando en tu cuerpo.—Dice mientras me rodea con sus brazos.
No puedo moverme, caigo sobre su pecho. El terror se apodera de mí. Toda la piel de mi cuerpo se eriza, el sudor frío se siente casi como agujas, un zumbido ensordecedor anula mi audición. No veo, no escucho, estoy aturdido.
Todas estas sensaciones se detienen de golpe:
Acaba de pronunciar mi nombre.