"¡Nueva York, pasamos una noche increíble con ustedes!, ¡gracias por tanto cariño!"
"Los Ángeles, nuestro siguiente destino. Esperamos pasar una velada extraordinaria con ustedes."
"¡Muy, muy, muy pronto... México!🌮"
Mandy leía cada tweet en voz alta, entre suspiro y suspiro, mientras daba vueltas alrededor de la cama. Traía el iPad en las manos como si fuera un tesoro preciado que no debía descuidar por ningún instante; sus ojos brillaban como dos bolas de luz al igual que su sonrisa amplia.
—¡Ya casi llegan, ya casi llegan! —gritó, desbordando alegría —. ¡Oh, apenas y puedo creer que Nico y yo los veremos en vivo!
Se apegó el iPad al pecho antes de caer sobre el colchón. Dio otras pataletas más, riendo como si su vida dependiera de ello.
—Oh, ¡y adjuntaron un emoticono de taco junto a la bandera mexicana! ¿No es una ternura? Seguro que van a bromear mucho con eso el día del concierto —prosiguió.
El motivo de su locura tenía nombre: The Nowhere Boys. Una banda de rock extranjera integrada por cuatro hombres que aparentan tener nuestra edad o un aproximado, cuyos nombres —si no mal recuerdo— son: Blas, Klaus, Dan y un tal Jessie. Españoles, ingleses, qué sé yo, porque cantan en inglés y hablan español también, pero con las características suficientes para gustarle al público femenino con la pinta de rockeros modernos con buen gusto a la hora de vestir.
No son el grupo musical más famoso del mundo, o los más influyentes del momento —al menos a mí parecer—, aunque no podía negar que las dos últimas canciones que me había mostrado Mandy tenían buen ritmo. Ellos hacían gran esfuerzo para abrirse camino entre el sector juvenil tanto en su país como en los otros que visitaban, de eso no había duda, y en ese círculo se encontraba mi amiga.
Claro que, detrás de cada grupo hay una buena estrategia de mercadotecnia, gente que les dice cómo vestir, actuar, hasta las marcas que deben promocionar para generar más impacto y consumo. Algo dentro de mí me decía que esa cuenta de Twitter ni siquiera la manejan ellos, claro que, decirle eso a Mandy era como entrar en un campo de guerra oral muy fuerte.
Amanda García, o como le gusta que la llamen, "Mandy", es una joven de 19 años y mi mejor amiga. Nos conocimos durante la secundaria, cuando el profesor de educación física nos obligó a dar tres vueltas trotando alrededor de la cancha de futbol. Recuerdo haberla visto el primer día de clases, con su cabello color marrón peinado hacia atrás y frenos adornando sus dientes; durante el transcurso habíamos cruzado una que otra palabra por cuestiones de presentación, sin embargo, fue la clase de educación física la que nos juntó al ser las últimas en llegar a la meta. Ahí nos dimos cuenta que compartíamos algo en común: el disgusto por hacer deporte.
Desde entonces Mandy se convirtió en mi amiga y con el tiempo forjamos lazos más íntimos y fraternales. Nos sabíamos los gustos una de la otra, problemas e incluso la gente que no nos agradaba. Estudiamos en la misma institución educativa privada la secundaria y el bachillerato e hicimos examen para la misma universidad, aunque en diferentes carreras, quedando cada una en su respectiva facultad.
Nuestras facultades se ubican en el mismo campus de ciudad de México. Desde la secundaria ambas soñábamos con estudiar fuera de nuestro lugar de origen, y cuando llegó el momento nos fuimos para hacer realidad aquel sueño. Como los padres de Mandy eran médicos muy prestigiosos y ella su única hija, no tuvieron problema de encontrarle un apartamento acomodado en zona céntrica con seguridad y amueblado.
Con los años Mandy se ha desarrollado físicamente, convirtiéndose en una chica atractiva, de encanto natural y sonrisa perfecta gracias a los viejos frenos que dejó de necesitar en bachillerato. Le gustaba conocer nuevas personas, conversar, y escuchar música, en especial la de The Nowhere Boys.
Su historia con esa banda no es nada peculiar. Les conoció por una canción que subieron a su canal YouTube cuando íbamos en el último semestre de bachillerato. Tras terminar de ver el vídeo le dio clic a la siguiente canción, después a la siguiente, y así continuó hasta escucharse el primer álbum completo. Buscó información de ellos, le gustaron, entonces los empezó a seguir en redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram, volviéndose en una aficionada escucha del grupo. Cuando la cuenta oficial de la banda le dio follow en Twitter casi se desmaya.