Estoy retenida en la estación de policía.
Acabo de manchar mi registro perfecto. En mis diecisiete años no tenía ni una sola multa y en la primera semana en este pueblo fui encerrada porque alguien denunció un allanamiento.
¡Por la virgen!
Yo se que fuiste tú, Elijah.
Mis padres fueron a la ciudad esta mañana antes de que la policía llegara por mi a casa como si fuera una avezada delincuente de lo más buscada. Así que pase todo el día detrás de estos barrotes.
El tracero se me había adormecido y el encierro hacía que mi mente vaya a los lugares más oscuros de mi existencia. El corazón parecía que se saldría del pecho.
Bum.
Bum.
—Bien, fuera de allí.
—¿Qué?
—Retiraron los cargos— el policía me devolvió mi teléfono—. Puedes irte.
—No debieron hacer esa denuncia en primer lugar.
—¿Estás segura Neferet?
Elijah.
—Fuiste tú.
—¿Eso es una pregunta?
—No. Es afirmación.
—Quieres volver a ser encerrada por difamación.
—¿Es una amenaza?
—Lo es.
—Jodete.
Salí de la comisaría apresurada. Realmente odiaba los espacios reducidos.
Elijah corrió a mi lado en la acera.
—Ey ni un gracias.
—¿Entonces si fuiste tú?
—Eso importa —dijo encogiendo sus hombros—. Ahora eres libre.
—Gracias —lo mire—. Ahora déjame tranquila.
—¿Enserio estás agradecida?
—Si.
No.
—Entonces vamos a dar un paseo por el pueblo.
—No. Me voy a casa.
Se interpuso en mi camino.
—Creí que te gustaba explorar —sonríe—. Prometo que no te arrepentirás.
—¿A dónde vamos?
—Esa es mi chica.
—No soy...—lo señala—. Tu chica.
Subimos a un Jeep del 98 color azul aparcado en la esquina.
—Ya lo veras. Ponte el cinturón.
Pone el auto en marcha.
—No pensarás en secuestrarme de verdad.
—Eso sería tan malo.
—Si no quieres que ese perfecto rostro quede hecho mierda.
—Así que tengo un rostro perfecto—sonríe sin quitar la mirada del frente.
—Como sea.
Encendí la radio.Empezó a sonar Caraluna de Bacilos.
Amo esa canción.
—Quien dice que no duelen /Las huellas en la arena/Tu huella el mar se la llevó/ Pero la luna sigue ahí/Pero esa luna es mi condena/Despacio en la mañana/A gritos por la noche/Las voces vivas del recuerdo se disfrazan de intuición/Y en una voz tu voz se esconde/Y en una voz tu voz se esconde
Elijah continuo.
—Y yo se que tal vez/Tu nunca escuches mi canción yo se/Y yo se que tal vez/Te siga usando así robándote mi inspiración/Mientras siga viendo tu cara en la cara de la luna/Mientras siga escuchando tu voz/Entre las olas entre la espuma/ Mientras tenga que cambiar la radio de estación/Por que cada canción me hable de ti, de ti, de ti/Me hable de ti.
—La vida se me esconde/ Detrás de una promesa sin cumplir/ De donde nace alguna inspiración/De donde nace otra canción/Y ya no se bien quien se esconde/Yo ya no se lo que se esconde
De pronto me di cuenta de lo que pasa a mi alrededor. Estábamos a las afueras del pueblo.
Es broma ¿Verdad?
Elijah no pudo tomarse en serio lo del secuestro.
—A dónde vamos.
—Tú sigue cantando.
me estaba poniendo nerviosa.
—¡ELIJAH A DONDE VAMOS!
—Tranquila Nefert. Llegamos.
Estábamos frente a un enorme edificio abandonado.
—¿Qué es este lugar?
—Ya verás.
Entramos.
En las enormes puertas de la entrada las hierbas y flores silvestre crecían sin parar. En el enorme recibidor habian carteles de películas que niciquiera reconoci ; postales de actores y actrices en blanco y negro; fotogramas enmarcados en cartulinas.
—Un cine.
—Sabía que te gustaria.
Empecé a recolectar los posters que llamaron mi atención hasta que llegamos a la sala de proyección con una enorme pantalla y un patio de butacas de terciopelo rojo.
—Quédate aquí.—Ordenó Elijah.
Me siento en la tercera fila a la derecha viendo los posters. De pronto la pantalla se ilumina y apacece en esecana una mujer entrando a un museo minutos antes de iniciar una toma de reenes, la pelicula esta en blanco y negro.
Elijah aparece y se sienta a mi izquierda.
—Es buena.
—Has venido aquí antes.
—Es mi santuario.
—Y por qué me has traído.
—Pensé que te gustaria.
Nos concentramos en la película.
—¡Que! ¡Ese es el final!
—No. El royo está inconcluso—dijo mientras salíamos de la sala.
—¿Y cómo sabré el final?
—Fácil. Usa la imaginación.
—Hum. Entonces al final la policía no la atrapa y ella viaja a otro país con su hermano.
—Como gustes. —Sugeta mu muñeca—. Aun tengo una cosa más que mostrarte.
Lo seguí hasta una pequeña terraza en el lado este del edificio, cuando llegamos nos dimos cuenta de que había alguien más, un hombre estaba peligrosamente cerca de la barandilla.
—Va a saltar.
—¡Que! ¡No!
Corrí y lo sujeté por la espalda.
Estaba ebrio y llorando.
Luego de que el hombre se fuera no nos quedamos mucho tiempo y regresamos al auto en silencio.
—¿Por qué hiciste eso?
—Podría haber muerto.
—Tal Vez era lo que quería.
—Nadie quiere morir.
—Algunas personas sí.
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Editado: 10.11.2021