– ¿Puedes llamar a Yerik y Lukyan? Yerik me había dicho que le gustaría aprender a tocar el piano.
Leander se detuvo a mitad de la sala, se giró a verme con su semblante confundido. – ¿Yerik quiere tocar el piano?
Era una pésima excusa, pero no se me había ocurrido nada mas en el momento.
Mihail no era familiar de Dimitry, él había venido por algo a este lugar y espero que ese algo no sea el secreto de los Ivanov, aunque lo dudo. Decirle a Leander estaba fuera de cuestión, no quería que este asunto se llevara a los extremos, solo debía tener a los chicos conmigo y después me encargaría de llamar al señor Sergei, ese era el plan, sin temer que un río de sangre corra por las manos de Leander, todo menos eso.
– Él lo dijo hace unos días.
Mi voz vaciló, pero afortunadamente Leander no lo notó, estaba analizando la estúpida excusa que yo le había dado, y claro que lo haría, mi respuesta no había sonado tan convincente. Yerik se pasaba sus tardes en un salón de boxeo desde aquella noche en el Darkenss y Lukyan solía acompañarlo en algunas ocasiones, pensar que ese chico rudo quisiera tocar música clásica, era algo no tan esperado.
– Realmente no me suena tan Yerik, pero llamalo desde tu teléfono. Tengo que salir, surgió un problema en la empresa y tengo que arreglarlo. No llegaré tarde.
Leander deposito un beso en mi frente de manera de despedida, y luego solo pude verlo marcharse, pero antes de irse se dio la vuelta, se detuvo en el umbral de la puerta viendo hacia mi dirección.
– ¿Todo esta bien, Yelen? – preguntó mirándome a los ojos, esperando la confianza que yo le había prometido.
Iba a decirlo, juro que esta vez si iba a decirle porque lo había prometido, pero el teléfono sonó en mis manos antes de poder decir algo.
Era Yerik.
– Todo en orden – dije con una sonrisa. Él me devolvió la sonrisa y esta vez si se marcho de casa.
– Hey, Yelen, ¿puedo ir a su casa? – dijo Yerik a penas descolgué el teléfono – Tengo un trabajo de música que hacer y estoy que me vuela la cabeza con esa maldita materia. En serio, si no fuera por Zev, dejaría la escuela en este instante.
Mi sonrisa se agrando instintivamente al escucharlo.
– Ven ahora, Yerik, no estoy ocupada.
Yerik se despidió para después cortar la llamada. Las manos me sudaban por lo nerviosa que me encontraba, pero decidí armarme de valor para subir la escalera hacia mi habitación y encerrarme ahí adentro.
Todo estaría bien.
Habían guardias en la entrada de la casa, si algo sucedía podía solo hacerles una llamada y ellos vendrían de inmediato.
Nada sucedería.
Antes de dar un paso hacia la escalera, él entró a la casa, pude saberlo por el sonido de la puerta siendo abierta después de marcar la contraseña en la pantalla. Camino hacia mi con aquella burlona y pintoresca sonrisa colgando en sus labios, con pasos lentos, casi tan tortuosos como el sonido del reloj colgando en la pared. Retrocedí instintivamente ante su cercanía.
– ¿Estas asustada? – preguntó divertido.
No contesté. Me quedé quieta mientras él seguía caminando hacia mi. Me sentía mareada de repente, la cabeza me daba vueltas y sentía unas enormes ganas de vomitar. Me apoye en el respaldo del sillón, él me miró con confusión en su mirada y salí corriendo hacia el baño de la sala cuando sentí un líquido caliente subir por mi garganta.
Una vez estuve en el baño no dude en vomitar hasta sentir las lágrimas calientes resbalándose por mis mejillas.
No había comido nada pasado de caducidad, solo había tenido un desayuno tranquilo, de esos que la señora Mendeley siempre prepara, ¿entonces porque mi estómago se descompuso de repente?
No quise pensar lo peor, él había llegado hace un par de horas y no pudo haber colocado nada en la comida, así que debió de ser solo una coincidencia.
– ¿Te encuentras bien? Vamos, ven, te ayudaré a lavarte la cara.
No pude resistirme a su intento de ayudarme, mi cuerpo se sentía cansado y el mareo aún no se controlaba del todo, el piso aún seguía dando vueltas debajo de mi y no me dejaba colocarme en pie.
Mihail me acercó al lavabo, tomo una toalla y la coloco sobre el grifo encendido para lograr remojarla, pero antes de que pudiese pasarla por mi rostro, aparte su mano de mi cara y tome el agua con mis propias manos, pasándolo por todo mi rostro, manteniendo una mano apoyada en el lavabo para evitar caerme.
– No necesito tu ayuda – refunfuñe, él solo emitió un resoplido de incredulidad y camino hacia la entrada del baño.
Mi estómago aún se sentía extraño, pero las ganas de vomitar había desaparecido tan rápido como había llegado. El mareo había disminuido así que pude caminar hacia la sala yo sola, con la debida precaución del hombre que me seguía a mis espaldas.
– ¿No tienes curiosidad de saber que hago aquí? – preguntó con emoción en su voz. Quería que yo le siguiera el juego para hacerlo mas divertido, pero yo no estoy tan dispuesta a complacerlo.
– ¿Qué le hiciste al señor Dimitry?
Su sonrisa se borró de su rostro, se sacudió el pantalón y se sentó en el sillón, yo hice lo mismo, pero en el sofá que estaba frente a él. Mientras mas alejada de él estuviera, sería mejor, en estos momentos no tenía las fuerzas necesarias para apartarlo, o correr.
– No tienes que preocuparte por él, no está muerto – soltó con frialdad.
No me alegraba el imaginar que Dimitry podría estar lastimado por culpa suya, pero que aún estuviera con vida me aliviaba.
– ¿Entonces que hiciste con él? – volví a insistir con mi pregunta.
– Eso no es lo importante ahora. Lo verdaderamente importante es, que estoy aquí, que estoy dentro de tu casa y si quiero, podría derrumbarlo todo contigo dentro.
Sonrió, pero su sonrisa ya no me pareció tan atemorizan te.
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Editado: 14.02.2022