Yelen ha estado un poco más dócil en estos días. No me dirige la palabra, pero al menos come la comida que preparo. Solo baja a comer y después vuelve a encerrarse en su habitación como si fuera una adolescente en su etapa de rebeldía, aunque debo de agradecer que finalmente ha dejado de llorar después de decirle la verdad, no hizo algún otro intento por quitarse la vida y eso fue un gran alivio para mi.
No parecía muy feliz de sentarse conmigo a la mesa, pero aún así no reprocho nada, al parecer los momentos de duelo le habían dado valor y ahora que ya no estaba sufriendo, sus ganas de discutir conmigo se habían esfumado. No se acercaba a mi y ni siquiera duraba mas de un minuto sentada en la mesa después de terminar su plato.
Yelen se limitaba solo a dormir, comer, lavar los platos e irse a encerrar nuevamente a su habitación, fuera de eso, no hacía ninguna otra cosa que implicara algún esfuerzo.
En algunas ocasiones en las que yo solía salir al jardín, podía contemplarla mirar por la ventana, sin llegar a salir al balcón porque quizá los recuerdos de su intento de suicido aún la atormentaba; ella miraba fijamente hacia el cielo, contemplando las estrellas nocturnas a través de la fría ventana, como si fuera un ave ansiando volver a surcar los cielos y ella lo deseaba, deseaba volver con su familia, pero yo era el malo en su historia, así que no podía dejarla ir.
– Sabes que no eres una prisionera, puedes salir al jardín si quieres – comenté llevándome un trozo de carne a la boca después de haberlo cortado con el cuchillo.
– Si salgo, intentaré huir lo mas lejos posibles.
Deje el tenedor devuelta al plato con delicadeza e intente disimular mi sonrisa mientras me llevaba la copa de vino a los labios.
– Si intentas hacerlo tu amado Erick no sobrevivirá a una de mis balas.
Yelen me fulmino con la mirada. Sus ojos miel me miraron con furor, como si quisiera eliminarme con tan solo una de sus adorables miradas llenas de furia. El que me mirara de esa forma no me hacía sentir triste, en cambio, me incitaba a provocarla aún mas. Las reacciones del pequeño cordero en mis manos eran sumamente divertidas.
– Estas mintiendo – masculló pero logré escucharla.
– ¿Crees que estoy mintiendo? Pude matar al chico Sallow si hubiera querido – dije cruzándome de brazos y acomodando mi espalda en el respaldo de la silla.
– Me refiero a que pudo ser suerte que la bala no haya atravesado algún órgano vital, no especialmente por tu gran habilidad con las armas de fuego.
Deje salir una risa cargada de mofa ante sus palabras.
Leander Ivanov nunca falla en un tiro, siempre soy preciso y tengo todo bajo mi control cuando tengo un arma en mis manos.
– Erick Sallow no puede tener tanta suerte – resoplé.
Me levante de mi lugar, camine hacia uno de los estantes de la sala y abrí el segundo cajón de éste, sacando una pistola glock 19. Yelen quien seguía atenta mis movimientos, se sobresalto al notar que había tomado la pistola.
– ¿Qué piensas hacer? – cuestiono temerosa.
Camine hacia ella con una sonrisa burlona en mi rostro, que a sus ojos debía de parecer una sonrisa sádica debido al arma que traía en mis manos.
– Sígueme si quieres descubrirlo – bufonee.
Ella me siguió sin hacer algún otro comentario. Camino a la par mía hacia la salida hasta que llegamos al extenso jardín. Yelen cubrió sus ojos con la palma de su mano cuando los rayos solares impactaron sobre su blanquecino rostro. Habían sido días desde que ella no salía a ningún otro lugar que no fuera la sala o la cocina, así que esperé un par de segundos en los que sus ojos lograron adaptarse a la radiante luz del sol.
Alcé el arma en mi mano derecha mientras cerraba mi ojo izquierdo, dejando abierto solo el derecho viendo fijamente mi objetivo, que era una lata de pintura que se encontraba arriba de una mesa de madera que había en el centro del jardín. Calcule la trayectoria de la bala que aún no había disparado, analizando la distancia entre mi arma y el objeto en cuestión, sostuve con suavidad la pistola como si esta fuera un pincel y yo estuviera apunto de hacer una obra de arte y después de un ligero suspiro que se escapo de mis labios, la bala salió disparada y dio justo en medio de la lata de pintura, haciendo que el contenido empezara a brotar del pequeño orificio.
Un casi ininteligible wow se escapó de los labios de Yelen, provocando una sonrisa arrogante en mi rostro.
– Nunca fallo un tiro – volví a repetir con altanería.
La cena había transcurrido con normalidad. Yelen no había dicho nada mas desde que presenció mi innata habilidad con las armas de fuego. Subió a su habitación como de costumbre, dejándome en completa soledad después de ella.
Yo seguí degustando la pasta junto con las legumbres que había en mi plato. Había aprendido a cocinar cuando era pequeño y no era porque mi madre me hubiera enseñado, es mas, nunca la conocí, porque mas específicamente, mi madre, junto con las madres de mis hermanos, eran una especie de incubadora de niños. Ellas nos dieron a luz y luego nos entregaron a Sergei Ivanov.
Agnes Ivanov, la legítima esposa de mi padre, no podía tener hijos y como era de esperarse de un poderoso hombre de la mafia Rusa, él tenía el deseo de dejar su cargo a alguien que poseyera su sangre, para ser el siguiente león de los Ivanov. Para su buena suerte, los cuatro bebés que engendró, resultaron ser varones.
El primer hijo fuera de su matrimonio que tuvo fue a Zev Ivanov, la razón de su impulsiva actitud y su prepotente carácter aún es una incógnita para mi, ya que cuando yo tuve raciocinio de la familia en la que nací, Zev ya tenía ocho años y era la representación exacta de lo que Sergei Ivanov buscaba en un hijo, y por así decirlo, nosotros los tres después de Zev, éramos solo un plus para extender la descendencia la familia Ivanov.
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Editado: 21.04.2022