La obscuridad de mi pasado

Capítulo 1

Hay cosas que duelen por dentro y nadie las puede notar. Mi familia. Mis amigos y aquellas personas que conviven conmigo las veinticuatro horas. Pero no es todo, últimamente mi vida consiste en fingir que estoy bien, cuando realmente estoy pidiendo auxilió en un mar dónde no hay salida alguna. Y la única forma de conseguirlo es dejándome llevar por las letras de las canciones que hacen tocar mi corazón, sintiendo lo que el compositor está pasando. Sin duda la música es una herramienta muy eficiente entre los seres vivos, ya que nos hace experimentar diferentes emociones. 

En fin, hoy es un día común y corriente como todos los días, excepto que es viernes de limpieza, lo que me toca limpiar mi propia habitación, con la certeza de que esté satisfecha con mi cuidado. Los autobuses y los autos hacían resonar la casa entera, de tal manera que todo el vecindario ya está acostumbrado a levantarse a las siete y media, a menudo era así. Por los ruidos enfadosos que suenan a cada rato, cuando el vecino sale de su casa con su auto de último modelo, y éste termina despertando a todos, en general. Lo que molesta y mucho.

Me llamo la abuela Adri para avisarme que el desayuno está servido. Bajé y la saludé dándole un beso en la mejilla como todos los días anteriores que pasamos juntas desayunando, y riendo por nuestras anécdotas matutinas.

Ella me miró, y yo la miré con una inmensa sonrisa que resplandece en mi rostro.

—Abue, ¿una pregunta no haz visto mis auriculares? —Le preguntó, mientras aventaba los cojines del sofá. Una mala maña que no se me quita, que cualquier momento mi abuela se enfadará y me mandará a recogerlos.

Me miró con ternura y se echó a reír. 

—Cariño, lo llevas puestos —señala los audífonos que colgaban de mis oídos.

Me eché a reír, negando ambas manos, —Bueno, estos no son mis auriculares. No mis auriculares gigantes —le expliqué detalladamente.

Ella asintió con una sonrisa traviesa, mostrando los auriculares que estaban guardados en el gabinete de la sala. La miré con una sonrisa de agradecimiento y corrí a abrazarla, y le di las gracias por ser mi ángel guardián que siempre halla lo que pierdo constantemente.

—Gracias, abue. —le agradecí.

—Por nada, Rachele. —me dijo mi abuela tomando asiento en la silla.

Sonreí al ver que preparó mi desayuno preferido. La miré con una sonrisa de niña pequeña y ella empezó a servir la comida en su plato mientras señalaba que no se lastimaría como la última vez que tuve que llevarla directo a el hospital, más cercano a nuestra casa. 

—Buenos días, abue —se sorprendió al verme. —¿Qué está haciendo Rachele aquí? —Me cuestionó mi insoportable prima la que se descuida.

Frunzo el ceño delante de ella.

Me levantó de la silla, tomando mi dona de jalea del plato para comerla por el caminó y ignorar la presencia de ella. Me despedí de la abuela excepto de mi prima, que es muy odiosa y egocéntrica, como mis otras primas que son todas iguales. En cambio Lara es callada y reservada, es con la que mejor me llevó en la familia.

Caminaba por las calles del vecindario cuando de la nada recordé el atajo de mi abuela para llegar a la escuela más deprisa, y es de la siguiente manera; procedes a entrar a un callejón solitario pero antes que mi abuela siguiera, me advirtió que no fuera de noche sino por las mañanas o tardes, excepto las noches que son peligrosas para una adolescente.

*  *  *

Mis ojos se clavaron en ver el papel engrapado en el tablero que decía los nombres de los estudiantes que no tenían que hacer examen, abraze a la primera persona que estuviese a lado mío, sonreía como una tonta con problemas. Me calme dirigiéndome a la siguiente clase que es música todos apostaban que ni yo, ni el tal Alexander haremos examen por las excelentes calificaciones que llevamos con la profesora Roberta Jiménez, la española. Otros de los rumores son; que me regalan las calificaciones, a pesar que lo sé, los ignoró son unas invidiosas que piensan que me gano la vida a base de regalos, como ellas que quieren que le andes regalando el medio punto. Al menos tengo digna, que nadie me está pisando. 

Me inclinó hacia mi compañero para ayudar lo con la pronunciación de la canción en español, pero la profesora me dirigió una mirada amenazante para que no le ayude. Me tuve que contener, para no ganarme mi primera detención como los demás chicos que después que terminen las clases, se tienen que dirigir a la sala sin ser escuchados.

La profesora soltó un suspiro de frustración ante a mi compañero, pude leerlo en sus ojos, reflejando molestia y lastima por él. Le di una leve palmada y él se volteó a mirarme, pidiéndome auxilió con diferentes muecas que afirman que me está suplicando. 

No lo miré, —Mañana tenemos examen, y no voy bien con esto —me confiesa, rascándose la nuca. Él es la típica persona hipócrita que pide ayuda cuando está pasándola muy mal pero cuando este devuelta en las buenas, se olvida de ti por completo. Se olvida de tú presencia y nombre.



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En el texto hay: novela juvenil, secreto, aventuras

Editado: 15.02.2019

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