Me volteé con los talones hacia el lado correcto que era el de la señora asustada que gritaba: "¡ayuda!" deje mi mochila en el suelo y al perro lo amarre para que no se me escapara de nuevo. Me acerque aclarando la voz con el fin de que la anciana pudiera verme con facilidad, ella sonrió agradecida y me señaló a el pequeño indefenso animal trepado en el techo de su casa.
Asentí y tome las escaleras que había hallado en el pórtico de su casa. Me prepare para subir, mientras que iba subiendo el tercer escalón mis nervios se despertaron con temor. La señora me gritó cuya mascota no mordía, ni arañaba pero quién sabrá si me mintió en el momento que quise ayudar por cortesía.
Me levante caminando hacia el gato blanco con patas delgadas, cabeza pequeña y ojos grandes de color verdes que sobre saltan su mirada inocente. Deje escapar un bufido y lo tome entre mis brazos delgados, no era el tipo de animal que pesa cuando lo están bajando de un árbol o techo.
La señora me agradeció, —Señorita, ¡muchas gracias! —me tomo de las manos y se despidió.
—Por nada —forcé una sonrisa y me despedí rápido.
Me di la media vuelta para volver a retomar el mismo camino con dirección a el parque pero está vez regreso Paul con otro par de pantalones. Él se paro de su banca y me fulminó con la mirada yo mire hacia la casa de la señora, el lo entendió y tomo a el perro de la correa. Es la hora de irnos definitivamente ya estaba cansada de tanto caminar pero esto apenas empieza realmente siento curiosidad conocer este pueblo muerto en el cual habita mucha multitud según el resumen del rubio es grandioso vivir aquí.
—¿Sabes patinar, Rachele?
—No. —Es la pura verdad nunca he patinado, y me aterra hacerlo por miedo a caerme de trasero.
La primera vez, recuerdo que fue cuando tenía ocho años el regalo de mi tía Caroline, mi segunda mamá me petrificó en mi día de cumpleaños ya que en el momento en que lo empecé a desenvolver, vi su portada donde salían los patines que estaban de moda en ese siglo, los saque de la caja para probar como se me veían.
Todos los días los usaba para aprender trucos difíciles y fáciles que miraba en la laptop de mi tío, el primer intento fallé y me golpeé con el escritorio de mi madre.
«Superalo no quedaste traumatizada por un leve golpe en el rostro», me repetí varias veces.
—Está bien, yo te enseñó y en menos de una hora serás la reina en el patín artístico —lo oí decir.
Se me escapo una risa que no quería asomarse entre mis labios.
—Aprendo lento, esperemos que no te desesperes conmigo —le avisó con una tierna de mis facetas malvadas.
—No hay problema soy paciente, por algo tengo una hermana de diez años que se comporta como una de quince —se echó a reír y yo lo imite.
Me reí y tome su palabra, —De acuerdo, vayamos por esos patines. El siempre hace eso conmigo no sé como logra convencerme tan fácil, últimamente está pasando frecuentemente, en cuanto los días que lo veía me terminaba convenciendo de una forma u otra se cumplen sus peticiones. ¿Cómo lo hará? Será que es psíquico que me vio en varias de sus visiones y por alguna razón no se quiere separar de mi, ya que le parezco interesante para el desastre que tuvo en su visión.
* * *
Como era de esperarse llegamos a el famoso sitió Galleria Ice Skating Center que tanto me habló Paul, me contó que la primera vez vino con un par de amigos, fue un día antes de navidad, como él afirma. No es un lugar aburrido, del mismo modo que pensé antes de estar caminado de la misma manera que un zombie, no obstante conozco que sean de aquí y las personas me andan saludando como si me conocen de por vida. Realmente no entiendo lo que sucede y luego dicen que soy amargada, después no se estén quejando si no quiero saludar a nadie, que conste que ni siquiera lo ignoré.
En cambio fui amable y cortés con la señora que patinaba. La pista no era tan pequeña como la de mi cuidad, está es una maravilla patinando, el piso es tan liviano y resbaladizo que por un mal giró casi me caigo de trasero, es notable que lo limpie sucesivamente, a lo mejor fue por eso que me deslice.
Justamente entra Paul patinando como todo un experto del hielo, y ni siquiera para mantenerme firme sin que me este tambaleando de un lado a otro. Seamos realista y honestos no sé patinar, estamos en lo correcto.
—Te ayudó —me dijo—. Primer paso: no te sueltes de la baranda. Y segundo patina sosteniéndote de mi. Y tercero te sueltas cuando sabes que estás lista para el siguiente paso más importante y extremo.
Lo fulmine con la mirada. Mi rostro a través de la ventanilla refleja mis temores y carece de nervios, algo de lo que estoy segura de mi.
Y no porqué me lo hayan dicho a excepciones de otras veces que no se disimular.
—De acuerdo, primer paso —susurró, mientras patina agarrado de la baranda blanca que está en la pista de hielo.
Después de haber estado patinando durante una hora, se me acerca Paul con una sonrisa juguetona y me toma de ambas manos. No supe lo que haría, hasta que me llevó a la pista con las demás personas que patinan espectacular e inclusive me saludaron asintiendo la cabeza.
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Editado: 15.02.2019