Esa mañana, cuando Ron entró al gran comedor con Harry, notó como los hombros de su amigo se tensaban y enderezaba su espalda. Entrecerró los ojos y delineó la cara de todos los estudiantes poniéndose en guardia sin dudarlo.
No podía percibir lo mismo que Harry, pero empezó a buscar peligro cerca. Que Harry tenía un sexto sentido para detectar problemas a kilómetros no era un mito o una leyenda, no; él de verdad podía sentir tangiblemente los problemas acercarse.
— ¿Qué pasa Harry? —le preguntó buscando una señal.
—No sabría decirte. Pero… siento, yo... —masculló sonrojándose hasta las orejas.
—No pasa nada colega —le dijo él quitándole el hierro al asunto dándole una palmada en la espalda—. Vamos a desayunar.
Vio cómo su amigo trataba de controlarse, pero le era imposible. Bien, negarse a usar su sexto sentido era casi suicida y él no lo era. Su madre no podría vivir con dos hijos menos. Ya era difícil para ella después de lo de Fred.
—Harry —lo llamó y el moreno se dio vuelta a mirarlo un poco ansioso—. Vamos a desayunar, pero con las varitas en la mesa, al lado de la mano —propuso y para Harry fue tan liberadora su idea que soltó un suspiro.
—Sí, hagamos eso —aceptó caminando junto a él y revisando a su paso a cada persona que dejaba atrás.
—¿Me podrías explicar qué es lo que sientes? —preguntó más por curiosidad que por incredulidad.
—Algo… algo va a pasar. Yo... Ron, no podría ponerle palabras, pero me parece que no va a ser agradable.
Aceptó que eso no sonaba muy específico, pero Harry siempre era muy acertado. Se sentaron tranquilamente en la mesa y empezaron a desayunar cuando Ginny entró seguida de un chico de su año.
Vio al pobre iluso seguir los pasos de su hermana mientras la miraba alucinado. Ella era todo lo que muchos podían desear, pese a que ese pensamiento le daba náuseas, por mucho que quisiera matarse porque así fuera, podía reconocerlo. Sí a eso le sumabas el incentivo de que existía la posibilidad de que dejase a Harry por otro, se volvía completamente deseable. Ella lo sabía y lo amaba. No era mala, se aseguraba de que todos entendieran que más que adorarla no iban a poder hacer, pero la lista de chicos dispuestos a intentarlo se incrementó desde que Harry empezó a tener su admirador secreto. Ginny ya no era tan estricta con los chicos que la perseguían y se dejaba ver con ellos como en esa ocasión.
Le molestaba, claro que le molestaba. Era su hermana y estaba mal que cualquiera se creyera con el derecho de poner un solo dedo encima de ella, pero se mantenía callado. La conocía y sabía que Ginny era de las chicas que querían sentirse amadas, adornadas, especiales. Harry lo había hecho hasta que la guerra estalló y mató al que no debe ser nombrado. Harry que había cambiado radicalmente y desde ese día era Ginny la que tenía que esforzarse por mantenerlo interesado. Tenía que reconocerle que ella puso toda su alma y entusiasmo en ello, pero los meses pasaron y Harry nunca cambió. ¿Los regalos? ¿El admirador secreto? Eso era lo que tanto Harry como Ginny deseaban y los volvió incompatibles. El problema y lo que estaba empezando a enojarlo, era que ninguno de los dos le ponía punto final a la relación. Ginny por orgullo y Harry por miedo.
Su hermana se sentó al lado de Harry y no le dirigió más que un mudo saludo con una inclinación de cabeza antes de volver su atención al chico que estaba hablando con ella. Cuando vio a Hermione entrar corriendo cargando una pila injustificable de libros no pudo contener la sonrisa que se formó en sus labios. Esa chica lo tenía bien agarrado. Ahora le parecía una idiotez haber perdido tanto tiempo solo por miedo a dar ese paso definitivo. Pero no se arrepentía, no habría aceptado nunca que ella fuera en la búsqueda de Horrocruxes si hubiera sido su novia o quizás nunca se hubiera ido y así jamás habría aparecido en el momento justo en que Harry casi se ahoga por imprudente en ese congelado lago. Ella, a diferencia de él, había empezado a mirar con malos ojos a Harry y a Ginny cada vez que los pescaba juntos, cosa que casi ya nunca pasaba. Se negaba a aceptar que siguieran juntos cuando era evidente que no sentían nada el uno por el otro.
Empezaron a desayunar hablando de cosas inocuas sobre las materias que tenían ese día y Harry intentaba contener su inquietud. Lo veía removerse en su silla de un lado a otro y perderse en lo que estaba diciendo. Cuando llegaron las lechuzas lo vio mirar ansiosamente esperando ver al pobre Snow cargando algo, pero esa mañana nada llegó para él.
Los ojos verde esmeralda de su amigo lo miraron angustiados al instante. La noche anterior no le había llegado nada, en más de dos meses era la primera vez que su admirador pasaba de él. Podía entender que Harry se sintiera... ¿herido?, pero que pusiera esa cara de angustia era inaudito. Era su mejor amigo y entendió que era responsabilidad suya ayudar a Harry a guardar las apariencias, él entendía que estuviera —Merlín lo ayude— enamorado, pero esa muestra de emociones estaba rebasando cualquier límite.
Cuando Harry agarró la varita y estuvo por pararse lo frenó. Había que tener decoro en la vida y no iba a dejar que su amigo se expusiera de aquella forma. Aparte era el novio de su hermana, menos iba a dejar que la humillara.
—Colega, por Merlín ¿qué pretendes hacer? —le dijo por lo bajo para que nadie los escuchase.
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Editado: 05.02.2021