Capítulo 12 Un trágico final.
Lucifer no pudo volver por un largo tiempo, no hubo forma de que pudiera traspasar de nuevo la barrera por más que lo intentó hasta quedar completamente debilitado. Podía ver a su amada Ariete a través del inmenso portal que ocupaba toda una pared de su morada subterránea. Esa pieza exclusiva había sido creada por su padre y era una de las puertas que comunicaba con la tierra, pero no la única: aunque las demás eran solo de entrada, por donde llegaban las almas de los mortales. Esta era la única que tenía la capacidad de servir como entrada y salida; no obstante nadie, a excepción de él, la podía utilizar y no siempre que quisiera, era para un caso extremo que requiriera de su atención personal. Su padre le había advertido de esa regla que debía ser inviolable, sin embargo él la desafió. No podía utilizarla a su voluntad o traería consecuencias nefastas y la principal de todas era, que su vida correría peligro.
Observó a Ariete a través de la bruma, ella estaba sufriendo un parto infernal, aún peor que el de Layla porque solo contaba con la ayuda inexperta de su hermana Ariadna. Ellas dos solas enfrentando esa dificultad, a nadie podían decirle del embarazo de la más joven porque sería una vergüenza ante la sociedad en primer lugar y en segundo, y aún más importante, porque la criatura que traería al mundo no era humana del todo y podría ser quemada en una hoguera junto a su hijo por brujería. Como después hicieron legal los sanguinarios y crueles de la santa inquisición, creada por los Reyes católicos en 1478, medio siglo después de este suceso no registrado por la historia; o quizás podrían recibir otro castigo peor, en esa época alcanzaban a ser aún más espantosos. Eran esos tiempos en los que pasaban todo tipo de cosas absurdas y atroces, creencias ciegas y bárbaras de discriminación. Los poderosos que dominaban sobre las clases inferiores, tenían el poder absoluto de juzgar el bien y el mal, cuando eran ellos la reencarnación del propio mal.
—Padre, por favor te lo imploro. Sé que me escuchas; tú puedes estar en cualquier parte. Castígame a mí por mi pecado, pero déjala a ella vivir. Es una tortura infernal ver su suplicio. ¡Ya es suficiente, no lo soporto más! Padre, estoy dispuesto a hacer tu voluntad por siempre, solo salva a mi amada y a mi hijo; déjalos vivir en paz...
Por más que suplicó, por primera vez en su larga existencia, no obtuvo ninguna respuesta. Miró a su amada gritar desgarradoramente, descompuesto su semblante por el terrible dolor. Las sábanas blancas estaban cubiertas de sangre en la parte inferior, su agonía era palpable y no lo soportó más; una furia indescriptible se apoderó de su ser y sus ojos se volvieron tan rojos como la misma sangre de su chica. Un remolino sacudió toda la estancia triturando todo a su paso, relámpagos azotaron el lugar y el mundo mortal por completo; la tierra se volvió oscura como la noche hasta en los lugares donde debía haber sol. Con su cuerpo resplandeciente con una luz cegadora, se encaminó a la pared del portal y lo atravesó, esta vez sin dificultad aparente; pero al llegar, justo al lugar donde se vieron por primera vez Ariete y él, alguien se interpuso en su camino.
—No me detengas, padre; la salvaré por encima de ti de ser necesario —Lucifer lo desafió decidido.
—No debes ir, de nada servirá —vaticinó el gran Dios omnipotente.
—La sanaré, no dejaré que muera — rebatió el príncipe demonio con desesperación.
—Si lo haces tú morirás en su lugar, te has debilitado demasiado por el tiempo que has venido y has pasado en la tierra y por este acto temerario de superar la fuerza de la barrera. No me explico como lo pudiste lograr...
Era la primera vez que veía a su padre desconcertado, eso significaba que todo no estaba saliendo a su entera voluntad. Sintió renovadas esperanzas, quizás todo no estaba perdido; se llenó de valor.
—No me importa mi vida, ella está por encima de todo. Iré a salvar a la mujer que amo.
—No te lo permitiré —. Se impuso su padre, Lucifer lo miró con una mezcla de rabia y de dolor: «Tan importante era como hijo, que ni siquiera estaba presente en persona, tan solo era un haz de luz con silueta humana.», pensó con sarcasmo.
—Lucharé contigo si te interpones en mi camino —amenazó imponiéndose con su carácter y su tamaño.
—Te prometo que ella reencarnará y sus siguientes vidas serán mejores. Siempre gozará de lujos, comodidades y felicidad —le ofreció el Dios supremo para disuadirlo.
—¡Pero no quiero que muera ahora!
Lucifer estaba dispuesto a todo para salvarla. Era exactamente como su hijo Owen, capaz de hacer cualquier sacrificio por amor.
—Si insistes en salvarla, prometo que no volverá a reencarnar.
Esas palabras lo estremecieron por completo, sabía que no podía tomarlas a la ligera; cuando Dios se proponía algo no sería una posibilidad era un hecho.
—¿Te atreverías padre? —su voz se quebró muy a su pesar, se estaba derrumbando.
—Sabes que lo que digo lo cumplo —aseguró Dios implacable.
Lucifer lo sabía mejor que nadie, era una prueba viviente de la personalidad omnipotente de su progenitor.
Luego de que su padre creara la Tierra, sintió pena por Adán y Eva. Eran criaturas que siempre estaban felices como niños pequeños e inocentes o como personas con retraso mental, siempre riendo de algo que no causaba gracia; felices sin saber lo que era la felicidad. No tenían la capacidad de pensar y razonar como lo haría una persona normal en la actualidad, por ese motivo Lucifer tentó a Eva con la manzana prohibida. Lo hizo para que pudiera pensar y razonar, de esa forma sería dueña de sus propias decisiones, podría escoger con voluntad propia, lo que creyera mejor para su vida. El bien y el mal existe en todos, pero depende de la persona tomar la decisión de lo que regirá su conducta, ambas cosas son subjetivas, están sujetas a creencias y principios de la sociedad, lo cual no significa que sea correcta la percepción de ellos; por otra parte, no puedes experimentar la verdadera alegría si no conoces el dolor. Lucifer no podía entender del todo la mayoría de las emociones humanas; pero como tenía la capacidad de ver el futuro, creía fervientemente, que no estaba bien la vida de los dos primeros seres que habitaron el planeta Tierra, los cuales fueron creados por su padre a su imagen y semejanza. Su intromisión le costó ser desterrado; sin embargo no fue precisamente como los humanos creen, fue en realidad porque era el único que tenía esa visión diferente y su padre lo puso a prueba. Llegaría el día en que uno de los dos resultaría ganador...
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Editado: 02.07.2022