Carla estaba en la oficina, sentada en su puesto de trabajo, tenía muchas cosas por hacer; pero su cabeza estaba en otra parte. Sus prácticas fueron tediosas por un tiempo, únicamente entró a esa empresa porque le gustaba el vicepresidente; pero algo había cambiado en su interior, no se sentía la misma de antes. Siempre fue una chica consentida, acostumbrada a tener todo lo que quería. Su vida siempre fue demasiado fácil, ahora que lo pensaba detenidamente: demasiado fácil, como si el mundo girara a su alrededor para complacerla. Las únicas personas que no bailaban a su son, subordinándose a sus deseos, eran: Layla y Owen. Ellos fueron el motivo de su cambio, la hicieron abrir los ojos y reaccionar; darse cuenta de que no era el ombligo del mundo. Estaba absorta en sus reflexiones, cuando de pronto vio pasar a un hombre alto, era la primera vez que lo veía, pero captó toda su atención.
Era demasiado guapo, increíblemente atractivo, lo admiró. Se quedó observándolo, cómo atrapada por un hechizo. Se incorporó de inmediato y caminó hacia la puerta; para no perderlo de vista. Le pareció extraño qué se detuvieron frente a la oficina del vicepresidente, frunció el ceño extrañada. «Qué raro.» Pensó.Y que además, entrara sin anunciarse, eso la sorprendió aún más. Por lo visto, aquel extraño, no era un desconocido para Owen. Carla se quedó parada en un rincón, esperando a que saliera aquel atractivo desconocido, que le había provocado, demasiadas emociones. Se sentía raro su interior, era un caos total, incomprensible. Era ilógico que un total extraño, le provocara todas esas emociones.
Owen había sentido la presencia de su padre desde hacía un rato, pero creyó qué sus sentidos estaban fallando; porque no creía posible que el mismísimo Rey del Infierno, viniera a su empresa. No obstante cuando lo vio en persona, se alegró más de lo que imaginó, «¡estaba recuperado!, por suerte no le había pasado nada malo.» Había vivido en zozobra por un buen tiempo, pero había terminado, su padre estaba frente a él y se veía con buena salud.
—Hola, hijo —Owen bordeó el amplio escritorio, caminó con pasos firmes hacia su padre y lo abrazó; tomando por sorpresa a Lucifer, qué se quedó sin reacción. Era la primera vez que lo abrazaba. El primer abrazo de su hijo tras su llegada, lo sintió tan cálido. Después del impacto inicial correspondió. Era una escena hermosa y conmovedora, el reencuentro de un padre y un hijo, qué no tuviera la oportunidad de serlo; pero que ahora todo parecía que podía cambiar.
—Siéntate, padre —ocupó un puesto el recién llegado —¿cuéntame cómo has estado?—, preguntó Owen, sentándose en frente.
—Lo siento por preocuparte, pero de verdad no había podido venir antes.
—Entiendo, no tienes que darme ninguna explicación, sé qué no pudiste..., te fuiste herido de gravedad..., para mí es suficiente que ahora estés aquí.
—No te niego que fue difícil, pero logré superar la batalla... —se detuvo. Lucifer se fue más grave de lo que Owen pudo imaginar. Estuvo a punto de desaparecer para siempre, sin embargo su padre, el Dios omnipotente bajó a las profundidades del mismísimo infierno, para salvar a su amadao hijo. Pero de ese tema no quería hablar con Owen, no quería que supiera la gravedad de lo sucedido, del gran sacrificio que hizo para salvar a su mujer y a su hijo. Tampoco estaba preparado para tener una conversación con su descendiente, respecto a su abuelo celestial. Eran temas muy complicados y aunque estaba muy agradecido con su progenitor: por haberle salvado la vida, habían cosas que no le podía perdonar, en especial lo referente a Ariete...; habían pasado mil años de ese incidente, no obstante lo sentía como si hubiera sido ayer, le seguía doliendo igual o quizás más con el pasa del tiempo—. Hay algo de lo que quiero hablarte...
Owen alzó una ceja intrigado. Su padre parecía preocupado e indeciso al hablar, algo que era totalmente contradictorio a su personalidad.
—¿Has visto a Meka?
—No sé nada de ella. ¿Por qué preguntas a mí?
—Regresé a mi Reino y ella no estaba allá, la mandé a buscar; pero nadie ha podido encontrarla —hizo una pausa, indeciso por un instante—, me preocupa que pueda tramar algo contra tu mujer.
—¡Está desaparecida! ¡¡Hay que encontrarla!!! Si le pasa algo a Layla, juro que acabaré con ella. Owen se puso de pie como un resorte, estaba fuera de sí; se produjo un fuerte viento dentro de la oficina y se escucharon sonidos de una tormenta eléctrica en el exterior.
—¡Cálmate! No te alteres, hijo; también es posible que haya encontrado una forma de escapar de mi mundo y quiera vivir su vida en paz. No has tenido noticias de ella en todo este tiempo después de todo, que se haya escapado no significa precisamente, que quiera hacerle daño a Layla.
—Pero sabes cómo es ella, la conoces mejor que yo. Es un obsesiva.
Owen caminaba de un lado a otro, tratando de calmarse. Debido a su descontrol, se había transformado en Nefilim y había provocado que un clima, previamente soleado y despejado, se tornara oscuro y ruidoso por tantos truenos.
—Vivir en el infierno no es nada fácil, entiendo que los demonios quieran liberarse. La tierra es un paraíso para ellos, hasta el momento ningna persona a muerto por ser dañada por Meka, no esperemos lo peor.
Lucifer habló para calmarlo, se arrepentía de haber sacado a relucir la desaparición de Meka, debió haber seguido buscándola por su cuenta, sin decirle nada a su hijo.
—¡De todas formas hay que encontrarla!, no estaré tranquilo hasta que la encuentren, una mujer obsesionada puede ser muy peligrosa.
—De acuerdo, esa es una de las razones qué me trajo aquí, además de ti, tenía que verte en persona para que quedaras tranquilo. Sé que sí solo te mandado a decir con alguno de mis súbditos, que estoy bien, no te quedarías tranquilo.
—Parece que me conoces muy bien.
—Más de lo que puedes imaginar, siempre te he cuidado desde la distancia, observando cada etapa de tu vida...
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Editado: 02.07.2022