La otra

Capitulo 14

María tomo su bolso, salió de habitación, daba pasos a la cocina y llamo al capataz

– ¡Julián!, ¡Julián!.

– ¡Aquí toy señora!, Respondió

María no pudo evitar reír

– Llevanos a casa de Martín por favor, pidió María.

– ¡Como mande patrona!.

Terminó de tomar un vaso de refresco, lo colocó en la barra de la cocina, le hizo una seña con la mano para que siguiera, María y Josefa sonrieron por la forma en la que Julián se expresó.

Caminaron hasta llegar a la camioneta.

En el transcurso del viaje, hablaban de la situación tan difícil en las que estaban las gemelas...

Llegaron al rancho y Julián las siguió hasta llegar a la entrada, las esperó afuera.

Jósefa tocó con confianza la puerta mientras María miraba con nostalgia las condiciones del lugar.

El padrino de Martín se despertó de su sueño algo atortolado al escuchar el ruido, nuevamente sonaron los golpes, se levantó de su mecedora y abrió la puerta.

Se sorprendió al ver a la madre de Isabel, las saludo

– Buenas noches ¡Bienvenidas!. Les regaló una sonrisa enorme dándoles confianza

– Hola ¿Como esta?. Dijo la Josefa pasando a la sala.

– Bien bien, siga Doña María bienvenida. Invitó a pasarla.

María se convence de que esas no son condiciones para una bebé de días de nacida, detallo la casa pero no demostró nada al respecto.

– Señor Abel ¿y la bebé donde se encuentra? Pregunto Josefa.

– ¡oh sí, por supuesto! ¿Quiere verla Doña María? Preguntó

– ¡Claro que sí! Si no es molestia. Respondió emocionada

– ¡Ombe como va ser molestia!, ¡Siga siga acá acompañeme!.

La llevo a la habitación.

María al verla se lleno de nostalgia, sus ojos se llenaron de lágrimas, la pequeña estaba dormida.

No era una gran habitación llena de lujos, pero estaba organizada y un poco decorada, Martín o la persona que lo halla hecho lo hizo con mucho cariño.

– La dejaré sola Doña María. Dijo el sr Abel.

Ella asintió alegre, mirando a su nieta con amor la cargo, se lleno tanto de nostalgia que no pudo evitar llorar...

Josefa recibió un vaso de agua que había pedido. El señor Abel le hizo seña con su mano para que tomara asiento.

– ¿Y Martín donde está? Pregunto mostrando curiosidad

– Bueno pues, el muchacho fue hacer un mandado. Contesto notando el gesto del rostro de Josefa al escuchar que no estaba – ¿Pasa algo? Preguntó – Digo, porque se me hace extraño verlas aquí, y más estas horas de la noche. Cuestionó

Josefa miró a los lados antes de responder

– La verdad es que sí don Abel, tengo que decirle algo muy importante. Contestó.

Tenía dudas al respecto de las palabras que saldrían de su boca, pero era mejor hablar y salir de dudas, ese era su pensamiento.

– No digas más mi señora, cuénteme ¿Que está pasando?...

Miguel conducía a alta velocidad

– ¿Ya estamos cerca compadre?. Pregunto su compañero

– Ya llegamos. Miro con el ceño fruncido hacía el rancho – Esperemos el momento indicado, al parecer tienen visita. Dijo al ver desde la distancia la camioneta.

Se aparcó entre la temible oscuridad, donde dónde la cantidad de árboles los cubría a su favor...

Helena caminaba hacia la casa de una vecina que tenía una tienda.

– ¡Mamasita como estas de linda!. La acecho un borracho.

– ¡No te me acerques enfermo!. Contestó evadiendo la cercanía del hombre quien sonrió al escuchar su contesta.

– ¡No seas gacha! ¡Puedo hacerte compañía si quieres? Dijo mientras la seguía.

– ¡Ya dije que no!, Gritó Helena molesta al llegar a su destino

– ¡Anda mujer! ¿¡Pos que te traes!?, Insistió

Helena lo miro furiosa

– Señor, le agradecería que no me fastidie.

El iba a tomar su mano pero alguien se lo impidió

– Déjala a no respondo. Advirtió Martín

Helena quedó fría, esperaba todo menos encontrarse con él ahí.

El señor bajo guardia y asintio

– Ya, sólo quería que llegará con bien. Dijo el borracho alejándose del local.

– ¿Te hizo algo? Pregunto Martín un poco preocupado por ella.

Helena lo evadio al ver que trato de acercarse

– Estoy bien, gracias, sólo vine por unas cosas, Doña Gertrudis. Llamo a la dueña quien miraba curiosa el pequeño percance.

– Aquí estoy mi reina, contestó alegre como suele serlo regularmente.

– Mi abuela me mando por su encargo. Dijo con una sonrisa fingida y tensa.

– Esperame aquí ya vuelvo, lo tengo arriba.

– Esta bien. Respondió.

Sentía incomodidad por la presencia de él.

No habían muchas personas en el local de la señora Gertrudis.

Martín sentía necesidad de saber de ella y más después del percance que habían tenido nada cómodo para él.

Ella se acercó a una vitrina para ver las cosas que hay se exhibían, él se acerco segundos después.

– ¿De verdad no me hablaras más? Preguntó Martín tomándola por sorpresa

Ella se giró para verlo de frente

– ¡Es enserio!, ¿De verdad me estás preguntando? ¡Por favor, ya no más! ¡Sabes que tu cercanía me hace daño!, Respondió en voz baja.

Alguna extraña sensación le provocó sus palabras, tomo su brazo para detenerla al ver que ella iba alejarse de él

– No quiero perder tu amistad. Susurro entristecido.

La señora Gertrudis llegó con una bolsa llena de varios tipos de plantas, los miró con ternura.

– Hacen hermosa pareja. Dijo de imprevisto tomandolos por sorpresa.

Helena se zafo del agarre de Martín

– ¡Qué cosas dice Doña Gertrudis! Tomo el pedido nerviosa y salió casi corriendo del lugar.

– ¡Estas muchachas de hoy en día!, Dijo Gertrudis sonriendo por la reaccion de Helena.

– Gracias Doña Gertrudis. Se apresuró en decir Martín al tiempo que caminaba para seguirla.

La señora sonrió, le pareció que eran una pareja hermosa a segun su vista, creyó que estaban enamorados.




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