La otra cara de la luna

CAPITULO 1

Elisabeth iba de camino a casa, perdida en sus pensamientos, camina con pasos pesados y una mirada cansada. Mañana seria sábado y un gran compromiso la esperaba, ir a ver a Evan, su mejor amigo, hace bastante tiempo que no lo veia, se habian comunican por vía telefónica o redes sociales unas cuantas veces, por no decir que siempre, pero no era lo mismo, lo extraña, extrañaba ver su rostro, su sonrisa, su todo, pero se sentia aliviada al saber que prometieron verse mañana en la casa de él.

De repente sintió que alguien la rodeo de atrás en un abrazo, se sobresaltó e intento forcejear para poderse soltar, pero el abrazo se hizo más fuerte haciéndola sentir un olor a canela muy familiar, ella dejo de forcejear y se estuvo tranquila.

-Tomás, me asústate -él se burló y me dio un beso en la mejilla.

-lo siento princesa, pero no te vi en todo la mañana -la soltó y se colocó enfrente de ella - ¿Por qué no me esperaste?

-lo siento, últimamente estoy muy distraída –la halo hacia él y la volvió a abrazar.

-lo sé, debe ser la presión de la escuela – la soltó para tomarla de los hombros, ella asintió un poco dudosa –salgamos este fin de semana.

- ¿mmm? –parpadeo varias veces dejando ir el sueño, su propuesta sonaba muy bien, pero su compromiso era importante. Una idea se ve vino a su mente, pero la reflexiono un momento, para luego hablar –te parece el domingo.

-bueno, me conformo con eso.

-está bien –le dio un corto beso y él sonrió.

-vamos, te llevo a casa –hablo él, tomo su mano entrelazándola con la de ella.

Elisabeth era una chica de dieciocho años, de estatura promedio, de contextura ni gruesa ni delgada, cabello lacio, de color marrón que le llega un poco más arriba de la cintura, piel no tan blanca, cara redonda, ojos almendrados de orbes marrones, pestañas onduladas, cejas curvas, nariz chata y labios delgados de un color rosa.

Tomás era un chico de diecinueve años, alto, de contextura delgada, cabello negro, crespo, que lo tenía en un corte moderado, piel blanca, cara alargada, ojos hundidos de orbes cafés claro, pestañas cortas y bien distribuidas, cejas redondeadas, nariz respingada, labios delgados.

Ellos eran novios desde hace casi ya un año y cuatro meses, se conocieron por Luana, una amiga de Elisabeth, que es de la misma edad de Elisabeth. Ella era de estatura promedio, contextura delgada y caderas anchas, cabello crespo abundante, de color marrón, que está un poco más debajo de sus hombros, piel dorada, su cara en forma de corazón, ojos almendrados de orbes marrones oscuro, pestañas largas y abundantes, cejas arqueadas, nariz pequeña de punta afilada y labios gruesos; es novia de su “hermano”, el cual cuida a Elisabeth como si fuera una niña pequeña.

Llegaron a casa de Elisabeth, ella le pidió que se quedara, y aunque él quisiera no podía, pronto seria su turno en el trabajo. Él trabajaba en una tienda de comidas rápidas, en el centro de la ciudad, así que se despidió con un tierno beso y se fue.

. . .

El atardecer se veía hermoso tras esa ventana. Iba puesto sus audífonos escuchando algo variado, el auto se movía a un ritmo apresurado, dentro de unos minutos estaría en casa, junto con sus padres, se encontraba algo ansioso por llegar, había pasado un mes desde que había ido a la de su tía abuela.

Su teléfono sonó, anunciando una llamada, y reconociendo enseguida ese número.

-Lían.

- ¿Cómo va el viaje?

-bien –miro su reloj de mano –en 20 minutos estoy en la estación.

-genial, voy para allá.

- ¿ya no deberías estar en la estación?

-lo siento, estaba con Elisa.

- ¿Cómo esta ella?

-muy bien, está muy feliz porque por fin va a verte, esas clases extras la tenían agotada, me tenía preocupado ¿tienes un plan para mañana?

-no, se supone que vamos a planearlo entre los tres.

-mañana voy a celebrar mi primer año de novios con Luana, lo siento.

-vaya, como ha pasado el tiempo.

-lo sé. Estoy llegando a la estación, nos vemos allá.

El colgó, Evan miro la pantalla de su teléfono, sonrió, Lían era muy preocupado por ellos, al fin y al cabo, ellos eran como una familia.

Lían era un chico de veinte años, alto, de contextura delgada, cabello rojizo natural, crespo, abundante, y algo largo hasta los hombros, cara ovalada, de piel blanca, ojos hundidos y grandes, de orbes esmeralda, pestañas abundantes, cejas rectas, ni muy abundantes ni muy delgadas, pero que hacen resaltar sus ojos, nariz perfecta, labios alargados y unas pequeñas pecas que adornaban sus pómulos.

. . .

-me gusta el azul, pero el amarillo es hermoso –ella la mira con una mueca

-me gusta el azul, se te ve mejor –se paró de cama y fue al closet, observo detalladamente las chaquetas colgadas, para bajar la mirada a los zapatos, para luego tomar una chaqueta negra y unos botines negros –y con este conjunto te verás mucho mejor.

-no puedo creer que ya ha pasado un año.

-Lían es un buen chico y te ama –Luana le dio una sonrisa cálida, la cual fue recibida por Elisabeth.

-gracias por ser mi amiga –se abrazaron como si fueran dos hermanas incondicionales. Se separaron, Elisabeth miro su reloj, iba a ser cerca de las ocho de la noche. Después de que Tomás se fue, apareció en su casa Lían, tuvieron una corta conversación, quiso acompañarlo a la estación, pero Luana la había llamado para ayudarla a escoger su vestuario para el día siguiente.

-tengo que irme, mis padres deben de estar por llegar – bajaron del segundo piso, encontrándose con la madre de Luana, Martina, una mujer de aproximadamente cuarenta años, de contextura delgada, de estura baja, piel bronceada, cara ovalada, nariz pequeña, ojos marrones oscuro, pestañas abundantes, cejas delgadas curvas, labios gruesos y una sonrisa deslumbrante.

-Elisabeth, tan rápido te marchas.



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En el texto hay: emociones, amor juvenil, amistad amor

Editado: 27.04.2020

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