Unos pasos apresurados se escucharon por el pasillo, para luego escucharlos en el cuarto que quedaba a la al fondo del pasillo, ese olor familiar a cereza y ese cálido ambiente hacían sentir una agradable paz a las personas que entraran.
- ¡Elisabeth! –dijo emocionada, mientras se trepaba en la cama, para colocarse encima de ella - ¡levántate!
Ella abrió perezosamente sus ojos, fastidiándose un poco por la luz que entraba por la ventana. Miro a quien estaba encima suyo, era una niña de aproximadamente ocho años, de piel un poco más oscura que la suya, cara alargada, ojos almendrados de orbes marrón, pestañas largas, nariz respingada, labios delgados, cabello marrón y algo ondulado, se parecía a su madre. Frunció el ceño y suspiro.
-Maite, bájate –dijo casi en susurro.
- ¡levántate! ¡prometiste que iríamos al parque! –casi se a una palmada en la cara, había olvidado su promesa con su hermana, ahora tendría que llevarla con Tomás a su cita.
-está bien, pero promete que te portaras bien.
-lo prometo –dijo alzando su mano y colocando la otra en su corazón. Elisabeth sonrió.
- ¡niñas, el desayuno está listo! –se escuchó desde la planta baja.
-si –dijo Maite apretando sus manitas y haciendo una cara de satisfacción, Elisabeth rió ante su acto, sabía que había despertado a su madre temprano, al igual que a ella, para que le hiciera algo de comer. Maite es delgada, pero come como barril sin fondo.
Bajaron al comedor, un delicioso olor a café llego a sus fosas nasales. Su padre estaba sentado en la parte de arriba de la mesa, sus ojos achinados quitaron la vista del periódico, sus pestañas largas y abundantes hacían verlos más pequeños, y sus cejas pobladas hacia verlo serio todo el tiempo. Miro a sus hijas bajar las escaleras. Él era alto, robusto, de cabello corto, con algunas canas, cara alargada, de piel algo bronceada, nariz grande y labios gruesos.
- ¡Papá! ¡Mamá! –saludo Maite, abrazo a su padre, colgándose del cuello, y haciéndolo balancear un poco, él sonrió y la abrazo para que no cayera al piso. Luego fue por su madre quien está ayudando a Mia a servir la mesa, la abrazo y le dio un beso en la mejilla, para finalmente sentarse al lado de su padre.
-Buenos días –saludo Elisabeth, se acercó a su padre y le dio un beso en la frente, y a su madre uno en la mejilla, para luego sentarse al lado de Maite.
-buenos días niñas –saludo su madre, para luego volver a la cocina.
- ¿Cómo durmieron mis princesas? –sonrió su padre, dejando a un lado su periódico.
- ¡súper bien! –Maite tenía una energía, que hacía que irradiara mucha felicidad en toda la casa.
- ¿y qué tal tú? –se digirió a Elisabeth.
-muy bien, hasta que Maite fue a despertarme.
-se hace tarde para nuestra promesa –hablo muy seria, los presentes rieron.
En la mesa había fruta picada servida en cinco platos, había huevo revuelto con patatas fritas, y unas tazas vacías. Su madre entro con una jarra de café, y atrás venia Mia con unas tostadas.
- ¡buenos días! –saludaron Elisabeth y Maite, dirigiéndose a Mia.
- ¡buenos días niñas! –saludo con una sonrisa –disfruten la comida.
- ¡gracias! -Dijeron todos. Charlotte se sentó a lado de Santiago, su esposo y Mia se sentó a su lado.
Charlotte es la madre de Elisabeth y Maite, de aproximadamente cuarenta años, dos años menor que Santiago, ella es de contextura delgada, de estatura baja, cabello ondulado, corto, bastante corto, y negro, de cara alargada, piel blanca, ojos pequeños de orbes marrón claro, pestañas cortas, cejas delgadas, nariz respingada, labios delgados, y unas cuantas pecas en sus mejillas.
Mia era la empleada de la casa, prácticamente era parte de la familia, trabaja hace diecisiete años en esa casa. Ella es una mujer delgada, de baja estura, de aproximadamente cincuenta años, cabello dorado y liso, lo llevaba hasta los hombros, cara redonda, piel blanca, ojos pequeños de orbes azules, que los cubría con unas gafas redondas, pestañas pequeñas y cejas delgadas, nariz pequeña, y labios delgados.
. . .
Elisabeth salió de su casa de la mano de Maite; Elisabeth llevaba un vestido azul marino de mangas, que le llegaba un poco más arriba de las rodillas, con unos botines negros, el cabello lo llevaba suelto, y tenía un maquillaje muy leve. Maite llevaba un vestido verde esmeralda, con unos zapatos de charol, su cabello lo llevaba recogido en una coleta, y una hermosa sonrisa adornaba su cara.
Caminaron hasta el parque, donde las esperaba Tomás, aunque esté no sabía que su novia llevaba compañía. Cuando llegaron al parque, vieron a lo lejos a Tomás, está sentado cerca de un roble con la vista en su celular, ella suspiro y caminaron hacia él, cuando estuvieron enfrente, esté no se percató de su presencia, seguía inmerso con su teléfono, con una sonrisa estúpida. Elisabeth lo contemplo muy seria, Maite miro a su hermana he hizo una mueca.
- ¿pasa algo? –pregunto dudosa, Elisabeth la miro a los ojos y le dio una sonrisa, aunque en sus ojos reflejaban tristeza.